Opinión

Entre la negación y la realidad: ¿por qué insistir en igualdad?

El drama de jubilarse a los 60: estudio asegura que mujeres pueden trabajar 6 años más sin deteriorar su salud

Que hay problemas más importantes; que la igualdad ya se logró; que los hombres también sufren desigualdades; que estas agendas son exageradas, politizadas o no representan a la mayoría; o que van contra la tradición o ciertos valores. En estos tiempos, seguramente has escuchado alguna de estas múltiples formas de relativizar, minimizar o negar las desigualdades que todavía afectan a las mujeres.

Estas frases desvían la conversación sobre brechas que son reales, medibles y que producen daños concretos en la vida y pleno desarrollo de las mujeres. Brechas que persisten a pesar de los enormes esfuerzos que, por generaciones, se han realizado para erradicarlas.

Estas desigualdades son objetivas, y un claro ejemplo de ello es lo que ocurre en el ámbito de la salud. Las mujeres viven más que los hombres, pero en peores condiciones, tienen peores experiencias de atención y enfrentan diagnósticos errados y tardíos (OCDE, 2025). Además, reportan mayor prevalencia de problemas físicos y mentales. De hecho, en Chile, los síntomas de depresión en mujeres triplican los de los hombres (ACHS–UC, 2025).

Durante décadas, la investigación médica ha ignorado en gran medida a las mujeres. Muchos estudios se han realizado principalmente en especímenes machos o en hombres, y sus resultados se han aplicado a ellas sin la evidencia necesaria. Esta omisión, por supuesto, ha generado vacíos críticos sobre cómo responden las mujeres a distintos tratamientos, así como sobre los riesgos y la efectividad que estos tienen para ellas. Esto se explica, en parte, porque históricamente se asumió que hombres y mujeres funcionaban igual, salvo en lo reproductivo, pese a que muchas enfermedades y condiciones comunes se manifiestan de manera distinta en ellas. A ello se suma que la salud de las mujeres sigue siendo subinvestigada y subfinanciada, lo que resulta especialmente delicado en enfermedades y condiciones que las afectan exclusivamente, como el síndrome premenstrual, la perimenopausia, la endometriosis o el síndrome de ovario poliquístico, con síntomas agudos y un enorme costo económico y personal (Parlamento Europeo, 2025).

Lo que ocurre en salud es un buen ejemplo no solo porque evidencia de manera concreta la magnitud de las brechas que persisten, sino también porque muestra su alcance: nos afectan a todas y se cuelan, querámoslo o no, en nuestra vida cotidiana: en los medicamentos que tomamos, en a quién cuidamos, en dónde trabajamos y en los espacios de poder a los que podemos acceder.

Hoy, como siempre, defender y avanzar en los derechos de las mujeres no es un exceso, una ideología ni un capricho: es resguardar su vida, su desarrollo y su seguridad. Relativizar, minimizar o negar el camino pendiente nunca es neutral. Cada pausa o retroceso se traduce en costos reales que terminan afectando de manera concreta la seguridad y oportunidades de las mujeres.

Por Cristina Vio, directora ejecutiva de ComunidadMujer

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