Opinión

Éxodo: el regreso del ‘Sí’ a La Moneda

Evelyn Matthei, José Antonio Kast (Fotos: Aton)

En la historia bíblica el “Éxodo” refiere al capítulo en el cual los israelitas -guiados por Moisés- logran huir de Egipto y la esclavitud, al costo de vagar por 40 años en el desierto antes de llegar a la “Tierra Prometida”, sin que el profeta pueda alcanzarla.

En su versión local, profana y en formato político, aquella derecha chilena que votó “Sí” a Augusto Pinochet con convicción, está a punto de terminar su larga travesía, la cual acabará cuando uno de los suyos logre ganar una elección presidencial, llevando al sector a los orígenes de su identidad e ideas. En casi perfecta sincronía, esto ocurriría 42 años después de la fundación de la UDI, si es que gana José Antonio Kast, uno de los epígonos del fundador del partido, Jaime Guzmán, derrotando a Evelyn Matthei, quien paradojalmente milita en la UDI, aunque representa aquella derecha que asumió como un error el apoyo al general en 1988.

Hoy existen altas probabilidades que Kast logre llegar a la Tierra Prometida del aparato del Estado, y con él la oportunidad de revancha por parte de aquellos miembros de la derecha que fueron derrotados por Sebastián Piñera en la conquista de la hegemonía del sector. Algo que el ex Presidente logró al crear el sentido común que indica que el “Sí” fue un error y que los más fervientes partidarios del Gobierno de Pinochet, eran sus “cómplices pasivos”. Su llegada a La Moneda, a partir de esa corrección, parecía respaldar su tesis; solo una derecha de centro, liderada por alguien como él y capaz de promover la paz social, podría conquistar el poder.

Hoy también está transcurriendo un segundo éxodo en las filas de la derecha que permite ver cómo se está disputando la hegemonía del sector, más allá de lo electoral.

Se trata de los casos del ex alcalde Rodolfo Carter, ex UDI, quien luego de frustrarse su aspiración presidencial decidió pasarse a las filas de Kast; Bernardo Fontaine, un conspicuo miembro de una familia de derecha tradicional, históricamente vinculado a RN, quien al no encontrar el sitio que creía que merecía en el comando de Matthei, se cambió de tienda; y Rodrigo Álvarez, ex ministro de Piñera, ex presidente de la Cámara, y quien pasó a un segundo plano luego de que tuviera que renunciar a la cartera de Energía al considerarse indecorosamente excluido de las negociaciones en las protestas de Aysén de 2012.

En suma, descuelgues por razones individualistas, que no terminan de vestir a Kast con los necesarios cuadros técnicos que requiere mostrar urgentemente, y que demuestran, por ahora, sólo apoyos de desafectados, oportunistas y heridos políticos. E ingenuos, pues es sabido que el momento clave para mostrar respaldo y mover la aguja es en la antesala del balotaje, cuando se desgrana el choclo, se pasan cuentas, se estrechan las manos de quienes tienen algo que negociar, y donde el discolaje es solo mercadería para el trapicheo.

Una situación que muestra que las dinámicas de la derecha no han cambiado, pese al giro ideológico ante un probable triunfo de Kast, pues estos frívolos cambios de bando demuestran que sigue imperando una lógica de relaciones entre patrones e inquilinos, donde unos demandan lealtad y otros prebendas, sin que medie un proyecto ni menos un vínculo ideológico de restauración autoritaria nostálgica. O sea, solo un crudo interés detrás de una disputa hegemónica en la cual sigue siendo más importante el quién de los líderes que el qué de las ideas.

Por Cristóbal Osorio, profesor de Derecho Constitucional, Universidad de Chile.

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