Opinión

Indignos

Leyendo el excelente libro de Pablo Ortúzar (Dignos), quedé con una extraña sensación de rabia e incomodidad. El libro recorre minuto a minuto, día por día, el desarrollo del mal llamado “estallido social”: sus orígenes, su desarrollo posterior y su barbarie final. Notable la introducción de Óscar Landerretche. Y también la descripción de cada una de las “dramatis personae” partiendo por el ex Presidente (QEPD) Sebastián Piñera, y de quienes condujeron el saqueo cultural de Chile: los responsables activos y pasivos de la barbarie.

Como que nos olvidamos de la violación de la tumba del soldado desconocido; de las intentonas por derribar la estatua de quien nos dio la victoria en la Guerra del Pacífico; de las estatuas de O’Higgins y de Prat derribadas en tantas comunas de Chile; de las banderas quemadas; de la actitud de los medios, que presentaban el vandalismo como una especie de “Reality Show” macabro. También de la presencia del PC en todas las organizaciones que gestaron la violencia, en la famosa “mesa” desde donde se dirigía el caos y de la actitud desvergonzada de la izquierda, justificándolo todo, y el PC+FA ilusionados con ser la vanguardia de la verdadera revolución. Estuvieron a punto de tomar por asalto La Moneda, cuando Carabineros estaba totalmente sobrepasado. Y si bien hubo un acuerdo para cambiar la Constitución y dar paz social, la izquierda fue contumaz, pretendieron destituir a un Presidente elegido democráticamente. Ya nos olvidamos: es casi como que ya los perdonamos.

De hecho, en esta larga campaña electoral, nadie recuerda los roles que tuvieron Tohá o Elizalde. Menos aún las directivas del PC y del FA. Y lo peor, es que tampoco pararon ahí: nos trataron de imponer una Constitución que nos traía, entre tantas otras lindezas, un sistema judicial con más de 10 subsistemas. Eliminaba al Senado, dejaba -en la práctica- el gobierno en manos de una Cámara de Diputados impredecible, terminaba de un plumazo con las AFP -que ahora se enorgullecen de haber reafirmado-, la salud privada, los derechos de agua, etc., etc. Y eso que no pasaron los cambios a la Canción Nacional, al Escudo y a la Bandera. Ya nadie recuerda como la izquierda masivamente pifió el Himno Nacional durante su inauguración, de cómo cancelaron y dejaron fuera de comisiones a los que no eran del gusto de esa mayoría enloquecida. Pero fueron ellos, que ahora piden perdón y olvido por todo lo que ellos perdonaron, cuando no azuzaron.

Falta un nuevo libro de Pablo Ortúzar, sobre la génesis y el proceso de redacción del “mamarracho” cuyos autores incluso tienen la desfachatez de postular al Parlamento, cuando nos estaban empujando a un experimento tóxico. Votaron “Apruebo” desde el PC+FA, el PS, el PPD, hasta la DC. Pero como que nos olvidamos, como que los perdonamos, y ni siquiera les levantamos cargos. Tampoco se los restregamos en las campañas políticas ni en las franjas. Casi como si desde el PC hasta la DC hubieran votado “Rechazo”. Y a pesar de tanto perdón de la clase política, los chilenos no se han olvidado del todo, y la izquierda chilena está teniendo -y seguirá teniendo- un periodo histórico para el olvido.

Por César Barros, economista

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