Opinión

La Batalla de Santiago

Santiago 1 de julio 2025. Carabineros y funcionarios municipales de la comuna De Santiago realiza un operativo de seguridad en barrio meiggs. Dragomir Yankovic/Aton Chile DRAGOMIR YANKOVIC/ATON CHILE

En la historia de las ciudades, hay momentos en que las autoridades deben tomar decisiones que, aunque impopulares para algunos, son necesarias para todos. Hoy, el alcalde de Santiago, Mario Desbordes, ha asumido una de esas decisiones: recuperar los territorios secuestrados por el crimen organizado, el comercio ilegal y los grupos violentistas que han tomado calles, veredas y colegios como zonas liberadas.

Durante años, el eje Meiggs y sus alrededores se convirtieron en un territorio sin ley. Cientos de toldos azules, regentados por mafias que controlan el comercio informal, la seguridad y el pago de “derecho a calle”, se instalaron a vista y paciencia del Estado. En paralelo, liceos emblemáticos fueron tomados por estudiantes radicalizados que, en lugar de estudiar, optaron por la violencia, los destrozos y el chantaje. Ambos fenómenos —el comercio ilegal y las tomas escolares— comparten un rasgo común: la sensación de impunidad.

El operativo liderado por Desbordes no es un simple despeje urbano. Es una señal política potente: en Santiago, el Estado volvió a aparecer. Con apoyo de Carabineros y fiscalizadores municipales, el municipio ha decidido enfrentar a quienes durante años se sentían dueños del espacio público. No se trata solo de limpiar las calles, sino de devolverle a los vecinos su derecho a caminar seguros, a abrir sus cortinas sin miedo, a vivir sin ser extorsionados ni asfixiados por la violencia.

La estrategia no se agota en el despeje, sino que apunta a restituir la autoridad de manera permanente. Es cierto que los desafíos son múltiples y que la presión de los grupos ilegales no cesará. Pero cada metro recuperado es un metro ganado a la desidia. Cada toldo removido es una victoria frente a la normalización del delito.

Lo mismo vale para las tomas escolares. Porque los liceos no pueden seguir funcionando como trincheras políticas, donde se impide el acceso a los estudiantes que sí quieren estudiar. Porque proteger la educación pública exige restaurar el principio básico de autoridad y convivencia.

Naturalmente, habrá quienes siempre verán en el orden un sinónimo de represión, y en la recuperación del espacio público una amenaza para su utopía del desorden. Pero la mayoría silenciosa, esa que madruga todos los días, paga impuestos y sufre la inseguridad, observa con esperanza esta batalla. No por venganza, sino por justicia.

La Batalla de Santiago es, en muchos sentidos, una disputa por el alma del país. Porque si el corazón de Chile queda en manos de mafias, violentistas y grupos sin respeto por la ley, el mensaje que se envía al resto del país es desolador. Por el contrario, si Meiggs vuelve a ser una zona comercial ordenada y segura, y los liceos emblemáticos retoman su rol educativo, entonces Chile habrá dado un paso concreto en su camino hacia la recuperación.

Lo que hoy ocurre en Santiago no es un operativo más. Es el inicio de la reconquista de la ciudad. Una lucha entre la institucionalidad y el desgobierno, entre la ley y el caos, entre el ciudadano común y las mafias que han secuestrado su barrio. Y como en toda batalla, lo importante no es solo ganarla, sino entender que la victoria es de todos.

Bien por Mario Desbordes. Bien por Santiago. Bien por Chile.

Por Cristián Valenzuela, abogado

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