Opinión

La Constitución de Boric

Diego Martin

Por Jorge Ramírez, de Libertad y Desarrollo

El Presidente de la República ha señalado recientemente que el plebiscito del próximo 4 de septiembre “no es ni debe ser un juicio al gobierno”. Por más que el Presidente intente disociar la valoración ciudadana de su rol al mando del Ejecutivo con la del plebiscito constitucional de salida, la historia reciente muestra que su rol no es independiente del proceso constitucional.

En primer lugar, probablemente, el hecho político más relevante en la biografía del Presidente Boric, previo a su ascenso al Palacio de La Moneda, fue la decisión -a contra pelo de su propio sector- de suscribir el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución de noviembre de 2019. No hay un contrafactual, pero probablemente si Boric no hubiera suscrito ese acuerdo, hoy no sería Presidente de la República. Su decisión fue una muestra de madurez, atrevimiento y convicción. Boric se posicionaba así por sobre su tribu, para proyectarse como un liderazgo con visión de Estado y futuro. De ahí que la génesis de su liderazgo presidencial esté indudablemente atada al “momento constitucional”. Las cosas son como son y no como a uno le gustaría que fueran.

Luego, surge otro hecho indesmentible. La coalición que sustenta el gobierno del Presidente Boric (Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático) gozó de una mayoría relativa en la Convención Constitucional. El Frente Amplio más el PC obtuvo 28 escaños, los que, sumados a los 15 representantes del Colectivo Socialista, conformaron una correlación de fuerza que fue decisiva en la conformación de mayorías de 2/3 junto a otras agrupaciones de las izquierdas y que impregnó  los contenidos más relevantes y las definiciones más sustantivas de la propuesta constitucional. La convergencia entre el programa de gobierno de Apruebo Dignidad y el proyecto constitucional es evidente y salta a la vista de cualquier observador imparcial.

Enseguida, múltiples encuestas muestran que es la propia ciudadanía la que decodifica la esperanza/desesperanza depositada tanto en el proceso constituyente como en el gobierno del Presidente Boric, en planos similares. Existe una correlación evidente entre el nivel de aprobación al Presidente y la intención de voto del Apruebo y viceversa respecto de la opción Rechazo. Una parte importante del voto Rechazo no responde a los meros contenidos de la propuesta constitucional, sino que, a una fuerza impugnadora, hastiada de las constantes promesas de la clase política, que ve a la Convención como un experimento fallido, en el que no se ofrecieron respuestas a sus problemas más angustiantes y concretos, y que muestra signos de desilusión similares hacia la administración frenteamplista liderada por el Presidente Boric.

Por último, cabe señalar que convive en el propio Presidente una doble pulsión. Por un lado, su razón y probablemente sus asesores más experimentados le sugieran que tome una debida distancia del proceso constitucional. Mal que mal, si un 62% de los chilenos rechaza su gestión, evidentemente que no se trata -al menos en este momento- del mejor embajador para la opción Apruebo, a lo que se agrega que, una derrota del Apruebo podría leerse como una derrota inapelable para un gobierno, a menos de un año de arribar a La Moneda, jibarizando su administración, de facto. Por otro lado, su hybris (aquello que los griegos llamaban instinto desmesurado) lo mueve a apostar su disminuido capital político a disposición de su anhelo, que no es otro que el triunfo de la opción Apruebo. El mejor ejemplo de lo anterior es que de manera casi simultánea a su alocución en la ceremonia de entrega del texto constitucional donde explicitó que “este proyecto de Constitución que no es ni debe ser un juicio al gobierno” desde su cuenta personal de Twitter, el Presidente no ha escatimado en poner “like” o retuits a comentarios con un evidente tono “pro Apruebo”.

Por todas estas razones, el destino del Presidente, independiente de su voluntad, parece estar irremediablemente atado al del plebiscito constitucional. Como diría La Fontaine: “A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo”.

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