Opinión

Los productos del voto obligatorio

La sorpresa de Parisi en la primera vuelta ratifica el inmenso cambio que significa el voto obligatorio, un sistema que tuvo la virtud de sacar la agenda de campaña desde los nichos hacia temas generales, pero que también ha vuelto competitivos a candidatos impredecibles. Así, Parisi aumentó su proporción de votos en cerca de un 35 % respecto de 2021. Es cierto que su anterior campaña fue de trabajo remoto, pero su fenómeno no se explica sin los votantes obligados. Algo similar ocurrió con Matías Toledo, alcalde de Puente Alto, la comuna con más electores de Chile, quien pasó de cerca del 30 % de los votos en 2021 a más del 50 % en 2024. Desde las estructuras tradicionales ambos parecen muy distintos, pero forman parte del mismo fenómeno.

Parisi y Toledo, dos outsiders, son productos del voto obligatorio. Consolidaron una base de apoyo apolítica que con voto voluntario se expresaba tímidamente, pero ahora se revela con dos grandes rasgos: un grupo que conectó con el discurso explícitamente de derecha (el de Kast y Kaiser, quienes instalaron que esto equivalía a tener mano dura contra el crimen y la inmigración) y otro que lo hizo con la posibilidad de castigar a la derecha y a la izquierda. En esto Parisi fue más radical, pero Toledo fue bastante lejos al negarse a integrar una lista oficialista y permitirse ser muy duro con “una izquierda que no tiene pueblo”. De esta base apolítica deriva el efectivo uso que ambos hicieron del discurso antiélite: Parisi a través de un enemigo común, al presentar a la derecha y la izquierda como chefs de una misma “cocina” que se interpone entre las aspiraciones y la realidad del individuo, y Toledo con una retórica de autonomía del pueblo frente al abandono por parte del mercado y el Estado. En esto, ambos se ofrecen como canalizadores del descontento y nos muestran las brasas todavía ardientes del estallido social, hablando con un aire chamánico de un Chile que las élites no conocen ni menos entienden. Las personas que los han preferido, quizás con su voto no dicen tanto sobre quién quieren que los gobierne como sobre quién quieren que los deje de gobernar.

Su fortaleza radica mucho más en lo que representan que en lo que proponen, lo que los obliga a la coherencia simbólica, pero los libera de la programática. Toledo invitó a “habitar la contradicción” y el PDG tendrá la bancada de diputados políticamente más heterogénea de la historia. Celebran las aspiraciones más altas y las más bajas del “pueblo”, desde la esperanza por una buena educación hasta las zapatillas de lujo o el “enchulamiento de las viejas”. Parisi, más identificable con las ideas de derecha, y Toledo, más nítidamente afín a la izquierda, son una demostración del tipo de candidatos que tendrá posibilidades serias de éxito gracias al voto obligatorio, un sistema que hasta ahora había expresado solo virtudes y que empieza a mostrar la incertidumbre asociada a la participación electoral de quienes no quieren hacerlo.

Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis, profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP

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