Opinión

No más, no más, no más

Quién es “Chipi”, el delincuente y principal sospechoso de la muerte de Miguel Uribe Turbay. Foto: REUTERS.

La teoría cíclica de la historia, evocada por Polibio y explorada por Borges, encuentra en la familia Turbay un reflejo trágico. Polibio describió la anaciclosis, un ciclo donde las sociedades alternan orden y caos. Borges, en El tiempo circular, imaginó que la historia regresa como eco ineludible, como si el tiempo doblara sus pasos.

En Colombia, ese ciclo se expresa en la violencia que se emplea para doblegar la democracia. Así lo sufrió Diana Turbay, hija del expresidente Turbay, asesinada en 1991 por Los Extraditables, y así lo padeció su hijo, Miguel Uribe Turbay, senador más votado, asesinado en Bogotá por criminales “en investigación”. La simetría es demoledora: Diana, periodista; Miguel, líder opositor; cayeron bajo las balas del narcoterrorismo.

María Claudia Tarazona, esposa de Miguel, y su hijo Alejandro, de cinco años, cargan ahora con un duelo que ya conoce el país: el del ciclo que se repite. Como si la historia condenara a esta familia y, con ella, a Colombia entera.

Cuando Miguel padre, en su despedida, habló de seguridad, no hacía política: reclamaba lo que habría salvado a su hijo. Y cuando valientemente dijo “esta guerra tiene culpables y responsables” no difamaba: señalaba a un gobierno que ha invocado en voz de Gustavo Petro, la “guerra a muerte” contra el contradictor. Ese llamado se concretó y en una combinación de todas las formas de lucha, Colombia perdió en el mismo mes al mejor político de nuestra generación y condenó a detención injusta, a quien por décadas ha defendido la democracia, el expresidente Álvaro Uribe.

“No más, no más, no más”, dijo Miguel -padre-, no como la súplica de una familia rota, sino como el clamor de una nación entera. La sangre de Miguel no puede disolverse en la rutina noticiosa: debe convertirse en punto de quiebre. Si esta muerte se suma al inventario de tragedias sin consecuencias, la anaciclosis continuará su danza macabra. Pero si este sacrificio nos despierta como pueblo, si comprendemos que no hay civilización sin seguridad y justicia, entonces 2026 será el año en que rompamos el ciclo y, honrando la lucha de Miguel, devolvamos a Colombia la grandeza que sus enemigos jamás podrán alcanzar.

Por María Clara Posada, abogada, estratega política y columnista del diario El Colombiano.

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