Opinión

Parisi o la gente

Foto: Andrés Pérez Andres Perez

El inesperado resultado de Franco Parisi en la elección presidencial se convirtió en un enigma que copó la discusión pública durante toda esta semana. Mientras los medios intentan descubrir qué lo explica y por qué se escapó su figura en las mediciones, los políticos tratan de resolver qué hacer con él.

La cuestión es de primera importancia: sus votos son demasiado significativos, tanto para la elección de segunda vuelta, como para un futuro gobierno. Después de todo, no es solo el resultado de Parisi el relevante, sino el del Partido de la Gente (PdG) que logró llevar a la Cámara nada menos que 14 diputados. No son la principal fuerza, pero habrá que considerarla para cualquier acuerdo. Y Parisi lo sabe: los ganadores de la primera vuelta han estado desde el domingo respondiendo las interpelaciones de quien sacó el tercer lugar, en gran medida porque dependen de él (de su electorado) para asegurar su triunfo. “Me gustaría ser asesor de los dos candidatos, pero no puedo porque estoy muy dolido”, afirmó hace unos días, como anticipando que no se la hará fácil a ninguno.

Por lo mismo, parece clave para los competidores de la segunda vuelta descifrar el enigma. Sin embargo, la premura conspira contra el detenimiento que requiere la reflexión, y el riesgo se agudiza en Jeannette Jara, la más complicada por las circunstancias. A diferencia de José Antonio Kast, la candidata del oficialismo no tiene otro espacio para crecer que en el indescifrable universo de Parisi. Eso explica sus gestos a ratos desesperados con que ha intentado convocar a esa esquiva figura. Desde tratarlo (aunque fuera en broma) como su nuevo mejor amigo hasta reivindicar repentinamente el aporte que Parisi habría hecho a la política chilena. No se trata de poner en duda a priori esa afirmación, pero formularla al día siguiente de la primera vuelta levanta inevitablemente muchas sospechas. Más aún cuando se difunde un video de su ahora exjefe de campaña, Darío Quiroga, con frases despectivas y derechamente clasistas contra el líder del PdG y su entorno más cercano. Quiroga fue especialmente burdo, pero los reparos con Parisi no son patrimonio suyo: abundan las declaraciones (recordemos la figura del “papito corazón” utilizada por la ministra Orellana) a lo menos críticas sobre él que, justificadas o no, parecen convenientemente olvidadas por quienes hoy buscan sus votos. La contradicción y la impostura son demasiado evidentes.

Ante la desesperación, tal vez convenga recordar lo obvio: Parisi no es lo mismo que sus votantes; Parisi no es la gente. La distinción es fundamental porque quienes lo votaron reclaman justamente el abandono, el enojo, el hastío. Advertir el oportunismo de los que hoy buscan su apoyo solo confirma la distancia que experimentan con la política tradicional. ¿Qué es lo que mueve en último término a los políticos? ¿Ganar a toda costa o convocar en torno a un proyecto que creen mejor? ¿Volver a representar a quienes se distanciaron o asegurar los votos de los que repentinamente se hicieron más fuertes? Tal vez haya algo de ingenuidad en estas preguntas, pero vale la pena apostar por una política que no pase de la sordera y aislamiento, a la total rendición. Sería el mejor modo de confirmarle al más decepcionado que delante suyo tiene poco más que una farsa.

Por Josefina Araos, investigadora del IES

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