¿Qué le pasó a Chile?



Por Roberto Álvarez, economista Universidad de Chile

La pregunta viene desde hace tiempo, pero he evitado la respuesta. Mis compañeros rioplatenses de UCLA insisten y yo callo, como no queriendo enfrentar el desafío intelectual de responder cómo la estrella de América Latina, el otrora jaguar, hace tiempo ya no es el ejemplo que solía ser. No es solo que crece poco y tiene demandas sociales insatisfechas, perdió la capacidad de tener un proyecto común, serio, responsable y de largo plazo.

Se escucha que hay que acabar con el modelo, no importa que haya dado excelentes resultados en una serie de aspectos importantes. Pocos salen a defender la obra de la Concertación, es peor, la mayoría se siente avergonzada y culpable. Hasta se suman a la irascible y vacía crítica a algo que con gran dosis de ignorancia llaman modelo neoliberal. Confiados en que vende y suma votos, muy pocos defienden las políticas razonables y se esconden para no criticar una serie de malas políticas, cuyo costo pagarán inmensamente las futuras generaciones.

¿Cómo llegamos hasta acá y volvemos a recordar el libro de Aníbal Pinto: Chile, un Caso de Desarrollo Frustrado?, ¿cómo dejamos de implementar buenas políticas y nos embarcamos en seguir el grito enfermizo de la calle?. No solo debe haber un cómo, también debe haber un cuándo. Así que dejo la comodidad de escribir la historia de Óscar Fabbiani y me lanzo a la tarea de intentar dar respuesta a las preguntas difíciles de mis excompañeros.

Una causa probable de este cambio de paradigma, repetido incesantemente, es nuestra mala distribución del ingreso, pero no me cuadra. El Gini incluso ha mejorado. Es cierto que no mejora tanto luego de transferencias e impuestos como sí ocurre en la mayoría de los países de la OCDE, pero ha evolucionado favorablemente. Mi hipótesis es que la gente soportó las desigualdades y se bancó el modelo, porque aumentaba su bienestar y se sentía respetada. Así, el votante mediano se movió dos veces entre las propuestas centradas de Bachelet y Piñera. Ahí, en algún momento, creo que algo cambió y la ciudadanía dejó de sentir que este era también su modelo. A un grupo importante de personas se les faltó el respeto, se les traicionó y se sintieron robadas y humilladas. ¿Cuándo?, difícil establecerlo con precisión, pero el episodio Dávalos fue un golpe difícil de soportar, menos si le sumamos la corrupción en las campañas políticas, el tráfico de influencias en la legislación, la colusión empresarial en bienes tan necesarios como los medicamentos, y la insensibilidad de los ministros y sus sarcasmos indolentes.

No tengo dudas, cuando se ríen en tu cara y sientes que te roban, te traicionan y te estafan. Ya no te importa nada, pierdes el apego al modelo y surge la sed de venganza. Te bancaste las colas de los hospitales, la pésima educación, las bajas pensiones, la mierda de los camarines en las canchas municipales y el aumento de horas de viaje por una reforma técnicamente perfecta. Todo eso lo aguantaste, pero no pudiste soportar que se rieran en tu propia cara.

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