Paula

Vivir con los suegros en cuarentena: "Esto abre traumas y da pie a nuevos aprendizajes"

vivir con los suegros

"Vivo en Farmingdale, Long Island, un pueblo que se encuentra a 45 minutos de la ciudad de Nueva York. Es un lugar tranquilo, donde no pasa nada, pero donde hay de todo. Aquí la gente es ruidosa y gritona y tienen un acento particular que me parece muy chistoso y que de a poco se me ha ido pegando. Me vine a vivir acá con mi pololo Chris y mis suegros el 27 de febrero y, hace dos semanas, se sumaron también mi cuñado y su mejor amigo.

Conocí a mi pololo cuando trabajaba como tripulante en una aerolínea y cuando dejé de trabajar ahí, decidí venirme unos seis meses para estar con él, porque mi familia vive en Chile. Tengo la suerte de que mi suegra me deja estar acá, me trata como si fuera su hija y tenemos una gran relación, lo que me ayuda a sentirme como en mi casa.

Con Chris dormimos en una pieza, mi cuñado y su amigo en el subterráneo, y mis suegros viven en piezas separadas porque hace varios años él tuvo un accidente que lo dejó con varios problemas motores por lo que prefirieron separar las piezas. A pesar de eso, ella está todo el día pendiente de él, atendiéndolo porque le cuesta estar mucho rato de pie por su cuenta.

A mi suegra le encanta cocinar y preocuparse por los demás, entonces está todo el día planificando una rica comida para todos. No hay ningún calendario ni nada, pero unas tres veces a la semana nos turnamos para relevarla en la cocina. Tratamos que ella no lave la loza y entre los más jóvenes nos turnamos. Pero aunque intentamos ayudar lo más posible, ella no nos deja hacer aseo profundo, sólo permite que cada uno se haga cargo de sus respectivos dormitorios.

Cuando empezaron las noticias del coronavirus mis suegros no se lo tomaban en serio. Se burlaban de que los supermercados estuvieran sin comida, decían que las personas eran exageradas y, más allá de lavarse las manos, no tomaban las precauciones necesarias. Incluso tuve que sentarme a hablar con ellos para tratar de explicarles que esto era algo serio y mostrarles todo lo que estaba pasando en Europa, pero por lo general solo se reían. Era tal el nivel de ignorar todo, que me asusté y de verdad pensé que me iba a contagiar. Ahora con el tiempo adoptaron medidas sanitarias más producidas y dejaron de salir por todos los procedimientos que conlleva hacerlo.

Para mí es muy difícil ver lo que está pasando en el mundo y no tener control sobre lo que pasa con mi familia en Chile. Llamo todo el tiempo, les pido que se cuiden, que no salgan. Me gustaría estar con ellos, pero si estuviera allá estaría desesperada por estar con Chris y por no saber cuándo lo volvería a ver.

Con mi pololo tenemos planes de casarnos y quedarnos aquí, pero en estas condiciones mi miedo es que cuando lo podamos hacer, mi familia no logre viajar. Además, mi abuela es delicada de salud y el hecho de no poder verla o el temor a que le de coronavirus me angustia mucho.

Para mí esta situación es muy difícil porque no puedo trabajar y me estoy quedando sin plata. Yo sé que hay cosas más importantes y problemas más graves, pero tenía agendado trabajar como maquilladora en matrimonios y ferias locales, y todo eso se fue a la punta del cerro. Lo positivo es que siempre me ha gustado más quedarme en casa que salir a fiestas, entonces esta experiencia ha tenido momentos entretenidos, especialmente desde que mi cuñado y su amigo se sumaron. Los viernes vamos al bar que tiene mi suegra en el subterráneo y cantamos, tocamos guitarra, tomamos unos tragos y vemos películas.

Me gusta cocinar y he aprendido a preparar recetas que siempre quise hacer. Estoy en una nueva etapa de mi vida en la que medito todos los días y siento que de cierta manera estoy expandiendo mi alma.

Con todo esto me di cuenta que de un momento a otro el mundo puede cambiar. Que nada va a volver a ser igual que antes, porque esto nos marca la vida por completo.

Esta pandemia abre traumas y da pie para aprendizajes. De ahora en adelante no vamos a tomar por sentado el contacto físico con la gente. Y que nunca sabes cuándo va a ser la última vez que verás a alguien.

Dominique Tuteleers tiene 24 años y es maquilladora.

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