Culpa por decir que no: “A las mujeres se nos ha enseñado a ser educadas, a no molestar y a evitar los conflictos”




¿Quién no ha asistido a un compromiso sin tener ganas de hacerlo? ¿A quién no le ha tocado ir a la fiesta de fin de año de la empresa, al matrimonio del familiar que no le cae tan bien, o simplemente hacer un favor para ahorrarse un problema? Es algo que a todos nos ha pasado. Porque decir que ‘no’ a situaciones sociales, laborales o personales puede ser incómodo y suscitar comentarios insistentes.

Susan Newman, psicóloga y autora de The Book of No, explica que esto ocurre porque los adultos tenemos miedo a ser catalogados de perezosos o indiferentes. Que, por eso, aceptamos las peticiones que no nos interesan, aún cuando eso signifique generar un hábito tóxico que nos obliga a dejar de lado lo que consideramos verdaderamente importante. Sin embargo, la escritora hace hincapié en que también se trata de un asunto de género. “Se espera que los hombres se afirmen (a sí mismos) y digan lo que piensan, porque eso es lo que les da un estatus en nuestra sociedad. Aprenden a decir ‘no’ desde el principio porque si no lo hacen, son etiquetados como débiles”, señala en el artículo The benefits of learning to say ‘no’, pubicado en The Guardian.

Nosotras, por el contrario, no hemos tenido ese permiso. Históricamente, a las mujeres se nos ha enseñado a ser educadas, a no molestar y a evitar los conflictos. Por eso, establecer límites ante compromisos que no queremos aceptar se nos hace una tarea tan compleja. “En esta cultura, no tenemos derecho a enojarnos porque está mal visto. Y eso tiene relación con los estereotipos de género. Pero el enojo es una emoción adaptativa que, justamente, es un motor súper grande que ayuda a poner límites”, explica la psicóloga clínica, Macarena Venegas.

A eso, se suma otro factor que es el de la culpa. Porque muchas sentimos remordimiento al momento de rechazar un panorama al que nos habíamos comprometido o al decir que ‘no’ a alguna labor que nos encargan desde el trabajo. Pero, ¿por qué surge esa sensación? “Mirado desde los roles tradicionales, las mujeres cumplimos expectativas y hacemos cosas por los demás, como madres, hijas o esposas. Entonces, si lo único que aparece en la consciencia es pensarse en otro, va a costar poner límites o decir que ‘no’, y voy a operar de manera culposa”, explica la psicóloga clínica, Pía Urrutia -que, junto a Macarena, realiza talleres de autoconocimiento desde una perspectiva feminista-. Por eso, la periodista y escritora del libro The Language of Letting Go, Melody Beattie, explica que es imperativo que dejemos ir la culpa, pues al tener ese peso sobre nosotras, podemos transar límites que van en contra de nuestro propio beneficio.

Así, el hecho de poner siempre a los demás antes que a nosotras mismas nos ha pasado la cuenta y hemos olvidado pensar en lo que sí nos ayuda en nuestro propio bienestar. “Nos cuesta decir que ‘no’ porque estamos desconectadas de lo que sí queremos. Como nos tenemos que validar frente a otro, estamos en función de ese otro constantemente, dejando de lado nuestras necesidades, deseos y límites”, analiza Macarena Venegas.

Sin embargo, la dificultad también radica en una explicación asociada al rol histórico de la mujer en el mundo laboral. Según Solange Anuch, psicóloga de la Clínica Alemana, nos cuesta decir que ‘no’, específicamente en el ámbito laboral, porque no queremos perder el lugar que hemos ganado con tanto esfuerzo. Un hecho que nos ha hecho ser autoexigentes e incluso dejarnos de lado, para cumplir con las expectativas que hay sobre nosotras. “Para avanzar, las mujeres han tenido que ser súper autoexigentes. Cuando desarrollas ese modo, es más difícil poner los límites. Además, dudamos mucho al decir que ‘no’ porque cuidamos el camino recorrido y avanzado. El sentir que podemos perder terreno, nos hace aceptar sin discriminación todo lo que venga, aunque eso ha ido cambiando”, analiza.

En ese sentido, establecer los límites puede ser vital para evitar el desgaste mental o comenzar a manifestar sensaciones autoflagelantes. “El creer que podemos hacerlo todo, sin límites, puede llevar a una desvalorización importante porque la persona va a pensar que es un tema de capacidades, y no que las exigencias son muchas. Entonces se puede desarrollar un trastorno de ansiedad o ánimo, o mermar la autoestima”, explica Anuch. Algo similar reflexiona la coach organizacional Anna Baréz en The Guardian: “Si algo he aprendido en 15 años de matrimonio, 10 años de maternidad y 25 años de trabajo, es que si no nos tomamos en serio a nosotras mismos y nuestras necesidades, nadie más lo hará. Nos agotamos, nos irritamos y perdemos no solo nuestra pasión e impulso profesional, sino también nuestra alegría de vivir”.

Baréz, además, señala que definir los límites nos permite encontrar un espacio mental, honrarnos a nosotras mismas y programar tiempo para responder a los requerimientos personales. “Poner límites permite fomentar el amor propio, poner mis necesidades primero que las del resto. Eso ya es revolucionario en un mundo donde se nos impulsa desde pequeñas a no quejarnos, a no mostrar lo que nos pasa y a ceder todo el tiempo. El decir que ‘no’ nos pone en un lugar diferente, porque nos permite explorar otros lugares más alejados de las características tradicionales de género, y nos ayuda a conectar con nosotras mismas antes que con los demás”, manifiesta Pía Urrutia.

Sin embargo, comenzar a poner los límites no es tarea fácil. Susan Newman, en The Book of No, entrega algunas técnicas para aprender a rechazar los compromisos indeseados, de manera educada y asertiva. La autora señala, en general, que debemos aceptar las propuestas de las personas que queremos ayudar genuinamente, además de entender que los demás no se preocupan tanto respecto a nuestro actuar como lo hacemos nosotros mismos. En ese sentido, sugiere prestarle atención a las cosas que tenemos que hacer antes de decir ‘sí’ a un compromiso o favor, y lo más importante: dejar el remordimiento atrás porque la culpa es una emoción despreciada que solo perjudica nuestra salud mental.

Además, existen algunas técnicas para aprender oraciones o argumentos que permiten salir del paso en determinadas situaciones. Pero llegado el momento, puede ser complejo aplicarlas. Por eso, la psicóloga y académica de la Universidad Complutense de Madrid, María José Díaz-Aguado, explica al medio español La Vanguardia que lo importante es saber cuándo y cómo decir que ‘no’. “Hay que entrenarse para saber tomar decisiones inteligentes, y eso tiene que ver con la ética: Uno ha de decir ‘no’ y resistir la presión cuando dos valores entran en conflicto y hay uno claramente superior en el que se cree”.

A esas recomendaciones, Macarena Venegas y Pía Urrutia suman el comenzar a reconocer las áreas donde más cuesta decir que ‘no’, para así ir trabajando poco a poco en esos espacios. Si bien hay situaciones personales que nos afectan más en este aspecto, Urrutia explica que hay un componente estructural, donde el poner límites se hace más difícil. “Generalmente, las mujeres tienden a acallar más en ambientes donde hay hombres. Por eso, desde el feminismo se defiende el separatismo, porque en esos espacios se generan otras lógicas relacionales”, explica. En esa línea, señala que es relevante participar en círculos feministas o conversatorios para empoderarnos y trabajar, en conjunto, estos aspectos que nos afectan como colectivo. “Hay un tema social de no quedarnos calladas y generar estos debates que son incómodos. Estas instancias grupales nos permiten validar emociones, conectar con las necesidades, y desde ahí aparecen cosas que nos permiten tomar acción”, finaliza.

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