Aunque la pandemia del coronavirus ha sido sin duda alguna una tragedia, también hizo que nos hiciéramos conscientes de nuestro abuso al medioambiente. Porque aunque sabíamos que nuestro impacto era evidente, el encerrarnos demostró qué tanto influíamos en él. Y ahora, en el Día Mundial de la Tierra, su mensaje cobra más importancia que nunca.

La imagen de fábricas cerradas, autopistas vacías y calles desérticas se repiten alrededor del mundo. La pausa brusca y forzada de nuestras actividades trajo consigo importantes consecuencias económicas y sociales, pero también beneficios, que se han traducido en la disminución de la contaminación, aguas más limpias, animales más libres.

China es un gran ejemplo de esto. El cierre de sus fábricas, junto a las restricciones de viaje, ha provocado una bajada sustancial en el consumo de combustibles fósiles, lo que provocó una caída de al menos un 25% en sus emisiones de dióxido de carbono, según cálculos del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), con sede en Estados Unidos. Para hacerse una idea, la reducción del 25% de las emisiones del país asiático equivale a una reducción del 6% global.

Algo similar está ocurriendo en Europa. En el caso de España, desde el 14 de marzo se ha producido una reducción drástica de los niveles de contaminación atmosférica por dióxido de nitrógeno (NO2). Cifra que hasta finales de mes se tradujo en un 55% menos de los niveles de contaminación habituales en estas fechas durante la última década. Así lo señala el informe Efectos de la crisis de la Covid-19 en la calidad del aire urbano en España, elaborado por Ecologistas en Acción.

El dióxido de nitrógeno (NO2) es el contaminante típico emitido por los tubos de escape de los autos, por lo que su evolución está directamente ligada a las emisiones del tráfico motorizado. Y su disminución tiene un importante impacto en la salud de las personas, ya que el NO2 provoca cada año alrededor de 7.000 muertes prematuras en España, según el Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Europea de Medio Ambiente.

En el caso de Italia, los ojos han estado puestos, principalmente, en las aguas cristalinas de Venecia. Y es que además de la reducción de gases contaminantes como el dióxido de nitrógeno, la pausa del turismo y los barcos motorizados han dejando escenas insólitas en sus canales. Por primera vez, hay registros de peces, cisnes y hasta medusas nadando por esas zonas.

La aparición de animales es algo que está sucediendo en otros lugares del mundo. Al parecer, mientras nosotros nos mantenemos encerrados, ellos vuelven a ocupar el terreno que en algún momento les perteneció. Los casos de pumas que bajan de las montañas en nuestro país, los leones y tigres que reposan en las calles del parque nacional Kruger de Sudáfrica, los ciervos que pasean libremente por Japón y hasta la aparición de un Lobo Gris –animal que se creía en extinción desde 1910– en Alemania, son algunos ejemplos de este fenómeno.

Sin embargo, pese a estos datos, el director de Medio Ambiente de la ONU, Inger Andersen, aseguró en una entrevista al diario británico The Guardian que este 22 de abril debe ser un día para concientizar a los seres humanos sobre nuestro impacto en la Tierra, más que para celebrar. Que los cambios provocados por el aislamiento social son un mensaje de auxilio por parte de la naturaleza. "Las personas están íntimamente interconectadas con la naturaleza. Y a medida de que avanzamos hacia una población de 10 mil millones de personas en este planeta, necesitamos ir a este futuro armados con la naturaleza como nuestro aliado más fuerte", aseguró.

Y es que el problema, según los expertos, empezó desde que dejamos de ver a la Tierra como un compañero y comenzamos a abusar de los recursos que nos brindaba. De hecho, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre 1998 y 2017 más de un millón de personas murieron a causa de catástrofes geofísicas relacionadas con los efectos del cambio climático. Los virus, al parecer, también se relacionan con esto.

"La hipermovilidad humana fue, sobre todo, lo que favoreció la pandemia del virus. Si las personas hubieran disminuido cada vez más sus traslados, el contagio habría sido más limitado. Pero las enfermedades infecciosas también se ven favorecidas la destrucción de la biodiversidad. Algunos animales, como los mosquitos, extienden sus territorios a causa del cambio climático y, por lo tanto, propagan infecciones más fácilmente", dice Matías Asun, director nacional de Greenpeace.

Desde la organización, han sido enfáticos en señalar que esta situación no debería ser vista como la 'cara amable' de la pandemia, sino que tomada como una oportunidad para reflexionar y darnos cuenta de lo necesario que son los recursos de la Tierra. "El coronavirus multiplica las desigualdades ambientales, en relación al aire limpio y el agua. En Chile, existen comunidades privadas de agua, recurso básico para controlar el virus. Y lo mismo en relación a la contaminación del aire. Es posible suponer que parte de estos cambios nos permiten ver con distintos ojos las precauciones sanitarias y cómo estas nos invitan a pensar sobre la equidad y la injusticia", explica Matías.

Sobre el impacto de nuestro aislamiento, el director de Greenpeace asegura que no parecen una respuesta duradera al desafío del cambio climático y que no hay nada que indique que se trate de algo que pudiese perdurar en el tiempo. Porque no implica una decisión por parte de la humanidad, sino más que un efecto secundario que jamás vimos venir. "No es que queramos no ser optimistas, pero creemos que el verdadero cambio va a surgir cuando las personas entiendan que la naturaleza es nuestra aliada. Que cuidarla, es cuidarnos a nosotros. Proteger a un glaciar, por ejemplo, asegura el agua para nuestro futuro. Las algas del mar, permiten que tengamos un océano limpio. Esta crisis pone sobre la mesa cómo hemos manipulado la Tierra y cuánto la necesitamos".