El aesthetic de la Generación Z

Basta con abrir Tik Tok un par de segundos para darse cuenta que hoy el contenido sobre moda y tendencias abunda en el mundo digital. Ya sea en formato de hauls, o videos tipo OOTD -outfit of the day- o GRWM -get ready with me-; la Generación Z está hambrienta por interactuar con todo aquello que se considera ‘aesthetic’: esa sensibilidad visual tan en boga, que es tanto un estilo personal, como colectivo, y que engloba -en colores, objetos y prácticas-, una infinidad de identidades.
En su definición académica, aesthetic -o estética, traducida al español- es una rama filosófica que busca estudiar la percepción de la belleza, y el arte. Pero en Internet, eso que antes pertenecía a las esferas académicas, tomó nuevas formas. Tuvo una metamorfosis para aparecer en el lenguaje cotidiano y digital. Hoy, todos quieren ser aesthetic en Tik Tok o Instagram, demostrando con contenido orgánico, pero lo suficientemente curado, que tienen buen gusto. Y que lo que hacen, sigue una línea editorial coherente.
Este impulso de crear una imagen de nosotros mismos responde a una necesidad humana muy básica: querer encontrar una identidad. Un deseo de dar con un sello personal, diferenciador, casi intransferible; que convive al mismo tiempo con las ganas de encontrar una comunidad de pares donde vernos reflejados. Y eso no es un fenómeno nuevo. Así como en los 60-70 estaban los hippies, en la década del 2010 aparecieron los hípsters y las VSCO girls.
La moda es sinónimo de cambio y cristaliza, en la visualidad, la sensibilidad propia de una época. Para María Pilar Uribe, editora de Franca Magazine -una plataforma online de moda y vida slow-; lo que diferencia a la generación Z respecto a las anteriores es que, en este caso, las redes sociales amplifican esa intención de buscar una imagen que los represente. “Ir a la universidad, salir a fiestas o asistir a eventos implica llevar un aesthetic. Así lo han mostrado las personas en las redes. Es como lo que pasaba en la Blondie en los 80 y 90, cuando las personas se producían para ir a bailar. Se generaba un encuentro presencial entre comunidades: metaleros, punk, dark. Con Tik Tok o Instagram, ese encuentro de comunidad es más fácil: está en el teléfono. Al verse reflejados se sienten parte y en eso, el vestuario es clave”.
Desde ahí que el consumo de prendas de ropa no ha bajado. Ya en 2019 el informe State of Fashion, publicado por la consultora McKinsey & Company, proyectaba que para 2020 la generación Z representaría el 40% de los consumidores en todo el mundo. Sin embargo, se puntualizaba en algo que antes no parecía tener demasiado peso: la consciencia al momento de la compra. Ese acto de alinear las creencias con los hábitos de compra, de coordinar las políticas de marca con la visión y valores personales. De acuerdo a dicho estudio, 9 de cada 10 consumidores de la Generación Z sostenían que las empresas tenían la responsabilidad de abordar los problemas ambientales y sociales. “Hoy día pesan temas que anteriormente no eran tan relevantes a nivel masivo, como es el respeto al medioambiente. Esa consciencia significa que las personas, en especial las más jóvenes, se fijen en detalles como los materiales de fabricación o la composición de la tela. Hay más apertura a comprar ropa de segunda mano, porque es una manera de darle una segunda vida a prendas que, de otra manera, terminarían en vertederos. Por más superficial que le pueda parecer a alguien, la ropa es una de las maneras más visibles de representar a una persona, pero también una causa”, dice la diseñadora Tatiana Campos, fundadora de la marca Palosanto.
Sin embargo, María Pilar Uribe es más crítica: “Ahí hay un grupo al que sí le importan muchísimo las causas sociales y que está dispuesto a apoyar diseños locales, pero también hay otro que compra muchísimo en el fast fashion. Eso se ve harto en Tik Tok, con los hauls de Shein u otras marcas. Si bien hay una intención de buscar identidad a través del vestir, ese consumo al retail no baja”, sostiene.
Javiera Fernández, periodista enfocada en temas de género y moda-indumentaria; coincide con ese diagnóstico y añade que, aunque aún existe una alta penetración de este tipo de negocios, hoy las personas jóvenes son más conscientes de las externalidades y malas prácticas que hay en dichas industrias. El cambio -dice- va de la mano con otros elementos. “La generación Z se está expresando más allá del género en términos de moda, rompiendo con binarismos que aprendimos históricamente. De ahí surgen las tendencias no gender que vienen desde un deseo y demanda por modificar la manera en que se nos impone cómo tenemos que vernos. La idea es llegar a una moda que no imponga estereotipos de género”.
El informe Futureproof: How Gen Z’s Empathy, Awareness And Fluidity Are Transforming Business As Usual, realizado por la empresa estadounidense Bain & Company, también indica que la generación Z está deconstruyendo las normas de género al momento de vestir, a raíz de la apertura en temáticas LGBTIQ+. Es por eso -dicen- que las marcas deben escuchar el nuevo pensamiento no binario de los consumidores, que busca estilos más fluidos. “Las personas de la generación Z en las redes sociales tienden a sobresalir, en comparación con sus contrapartes millennials, por ser más auténticos y espontáneos y tener contenido menos filtrado y curado. Del mismo modo, la moda Gen Z es distintivamente experimental e híbrida”.
En ese aspecto, el reporte sostiene que los y las jóvenes se ven en sus pares al momento de escoger un estilo, entendiendo que las tendencias de moda vienen desde las personas y no desde las grandes organizaciones. “Aunque todavía buscan a las marcas para tendencias e inspiración, se eligen entre ellos para ver estilos. Tienden a definir y refinar su individualidad a través conversaciones con otros. Dentro de esta mentalidad, la comunidad no los completa, pero sí amplifica la autoexpresión en un espacio abierto”, se manifiesta. Javiera Fernández explica que esto es un punto clave al momento de entender las inspiraciones y referencias de esta generación. “Ellos han demostrado que las tendencias no nacen de un sistema de arriba hacia abajo, sino que pueden venir de la misma calle o demandas de individuo. El mercado se ha tenido que adaptar a eso. El hecho de que las marcas del retail, por ejemplo, hablen de ciertos temas, más allá de si están generando un cambio o no; da cuenta que hay un requerimiento de la sociedad”.
Es por eso que en el universo aesthetic conviven decenas de tendencias al unísono, creadas y replicadas justamente por ellos: los usuarios de las redes sociales. Así, no existe una representación visual única. Los y las jóvenes saben que el mundo es abierto y, sin prejuicios, se atreven a probar diferentes alternativas y sensaciones. No se encasillan. “Ahora se puede ver que combinan estilos que antes ni por si acaso conversaban. Antes se iba directo a comprar la tenida indie, mientras que actualmente las personas agarran las piezas que les llaman la atención sin discriminar y las mezclan. Creo que Internet, que es como una enciclopedia abierta que te permite viajar en el tiempo en segundos, también está trayendo al presente elementos del pasado y los jóvenes juegan a mezclarlos para crear sus propios personajes”, sostiene Tatiana Campos.
Aunque estas estéticas -que aportan frescura- corren de manera veloz, la industria de la moda no se ha adaptado de la misma manera, dice Javiera Fernández. Ahí está el gran desafío. “Falta por mucho por hacer. Aún, por ejemplo, no se puede decir que la moda es diversa, porque sigue respondiendo ideales hegemónicos. Lo positivo es que la generación Z está visibilizando eso y diciendo, mediante un discurso más grande, que es necesario cambiar”, finaliza.
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