Erradicando a la machista: Las niñas no se tocan

Tengo tres hijos. Dos niños y una niña, que es la menor de los tres. Por lo general, trato de ser muy justa, criarlos a la par, sin hacer diferencias. Pero la semana pasada, sin quererlo o más bien sin pensarlo, caí en una. Estábamos todos viendo una película cuando me di cuenta que mi hija tenía la mano metida dentro de su pantalón. Apenas la vi, le dije que se sacara la mano de ahí. Reconocí en mí una sensación de incomodidad, como que ella estuviese haciendo algo malo que tenía que corregir, pero al mismo tiempo me daba un poco de nervios y vergüenza enfrentarlo. Así que le dije que se sacara la mano y rápidamente esquivé la mirada y me puse a ordenar unas cosas en el velador, así no le daba espacio a la conversación.
Al rato vi que uno de los niños empezó a hacer lo mismo. Sin embargo, esta vez, no dije nada. Nunca antes había hecho esta reflexión, pero en ese momento pensé que mis dos hijos, como la mayoría de los niños, pasan mucho tiempo con su mano dentro del pantalón, tocándose. Es algo normal de la edad, porque además las niñas y niños no le dan la connotación sexual que le damos los adultos al acto de tocarse los genitales. Seguro tiene que ver con su etapa de descubrimiento y también con que en esa parte del cuerpo hay terminaciones nerviosas que hacen que tocarse sea placentero. El tema es que, así como ese día de la película a mi hijo no le dije nada, me di cuenta que eso es algo habitual. A ellos jamás les he pedido que se saquen la mano de ahí, ni menos los he retado por eso, salvo cuando los he pillado tocándose en un lugar público o cuando hay algún desconocido cerca, básicamente por un tema de privacidad y porque les he enseñado que esas son sus partes privadas. Pero todo el resto de las veces que los he visto en la casa acostados frente a la tele o jugando videojuegos tocándose el pene, jamás les he dicho algo.
¿Por qué reaccioné así con mi hija? Creo que tiene que ver con un tema cultural. Tenemos demasiado normalizado que son los hombres los que tienen esa costumbre de tocarse los genitales cuando están en momentos de ocio o relajados, incluso de grandes lo siguen haciendo. Pero en el caso de las niñas, es algo prohibido. Y de tanto que se lo impedimos, seguramente después las propias niñas se contienen porque entienden que tocarse es algo malo. El problema es que eso de todas maneras ha afectado en la manera en que las mujeres nos relacionamos con nuestro placer, con nuestro cuerpo y con nuestra sexualidad.
La masturbación, por ejemplo, es una cuestión que está totalmente normalizada en los adolescentes, es más, lo comentan, se comparten datos y hasta se hacen chistes y películas que hablan del tema. Pero para las adolescentes es un tabú. Yo al menos jamás le conté a alguna amiga las veces que a esa edad o incluso siendo una joven, me masturbé. Creo que recién ahora, con los movimientos feministas y la liberación sexual femenina, se toca más el tema. Pero para las más chicas, o al menos para muchas de ellas, sigue siendo un tabú.
Y es injusto, pero también complejo. Porque eso que parece una simple diferencia que hacemos las mamás, es finalmente el reflejo de una cultura en la que el placer femenino está oculto: desde cuando les prohibimos a las niñas que se toquen y descubran su cuerpo, hasta cuando de adultas no todas conocemos nuestros genitales ni somos capaces de identificar cómo, dónde y qué nos da placer. Muchas incluso nunca logran descubrirlo, porque la sexualidad femenina por mucho tiempo se trató solo de complacer al otro.
Y no culpo a las mujeres ni a las mamás, porque finalmente estos son aprendizajes adquiridos y tiene que ver con una cultura que nos enseñó que, sobre todo en lo sexual, hay diferencias entre hombres y mujeres. Pero es interesante hacer estos ejercicios y para eso debemos estar alerta. Luchar contra nuestros propios mandatos y estereotipos sobre lo que está bien o mal, sobre lo que es correcto o normal, no es fácil, pero tenemos que tener la lucidez para lograrlo. Como me pasó ese día, que reté a mi hija y luego me avergoncé por hacerlo y no supe cómo enfrentarlo. Ahora sé que si otra vez lo hace, tengo que dejarla, porque es normal que las niñas y niños se toquen y exploren su cuerpo. En esto, no puede seguir habiendo diferencias de género.
Antonia López tiene 36 años y es ingeniera.
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