¿Es malo comparar a nuestras nuevas parejas con los ex?




¿A quién no le ha pasado? Comparar es un acto común en los seres humanos, no sólo en términos de pareja. Se trata de una costumbre muy extendida que incluso vivimos desde la infancia. Nuestros padres muchas veces nos comparan con nuestros hermanos y con los demás niños o niñas. También en la edad adulta son comunes las comparaciones por parte de personas que, con buena o mala fe, destacan aquello que los demás hacen o tienen, y de lo que según ellos nosotros carecemos.

Pero, por más normal que parezca, comparar no es una buena práctica. Menos cuando se trata de relaciones humanas, ya sea familiares, amistosas o amorosas. Así lo explica Rosario García, psicóloga clínica especialista en terapia de parejas. “Las personas establecemos comparaciones por diversas razones. Por un lado y a nivel cognitivo, tiene que ver con la manera en que procesamos la información. Nuestro cerebro funciona con atajos mentales que nos permiten reformular un problema complejo en un concepto más sencillo de abordar; y también con esquemas mentales, una suerte de marco mental que nos ayuda a englobar patrones organizados de conducta o pensamiento que en definitiva nos permiten comparar datos de diferentes experiencias que tenemos almacenados”, dice.

En ese sentido, Rocío aclara que las comparaciones muchas veces no son un acto premeditado con la intención de causar daño a la otra persona, sino que pueden ser una pequeña traición de nuestros pensamientos a la hora de recolectar datos sobre experiencias pasadas y traerlos al presente por ser concebidos como útiles para la experiencia actual. “Sin embargo, cuando pensamos en el contenido emocional –y ya no solo cognitivo– que hay detrás de una comparación de pareja, por ejemplo, entran en juego ciertas necesidades implícitas que es importante revisar para que esa relación no se vuelva dañina o tóxica”, agrega.

Así, las comparaciones pueden aparecer por distintos motivos, como que en la relación actual falta algo que tenía la anterior o porque hay cuestiones en las que ahora me siento más cómoda que en la relación anterior. “Puede pasar que una comparación se vea como algo favorable para la pareja actual, porque siento que es mejor que la anterior y no la miro con nostalgia, pero no por ello el recuerdo de la experiencia pasada convierte la comparación en una acción beneficiosa y saludable”, aclara García y dice que suele ocurrir que las personas con problemas de autoestima e inseguras, son las que tienen mayor tendencia a sufrir con las comparaciones.

De todas maneras hay algunos patrones que se repiten y uno de ellos tiene que ver con el tiempo que dejamos pasar entre una relación y otra. “Si el proceso de duelo por el término de una relación no se ha vivido de la manera correcta, permitiéndonos el tiempo necesario para sufrir, soltar la experiencia anterior y acostumbrarnos a nuestro nuevo estado, y por el contrario buscamos evitar el sufrimiento y nos emparejamos rápidamente sin darle tiempo al duelo, es probable que caigamos en la comparación”, explica Rosario. Cada persona vive su duelo de manera diferente, pero se suele decir que en una relación larga, el tiempo de duelo fluctúa entre los seis meses y un año, por lo menos.

Otro patrón común tiene que ver con asociar el término de una relación a un fracaso. “Cuando no eres quien decide terminar, probablemente el proceso de duelo va a ser más lento porque es una decisión que quizás llega por sorpresa y no te has dado el tiempo de ‘masticar’ lo que se viene. En ese proceso pasamos por diversas emociones como la pena, la rabia, la frustración, y en ellas puede ocurrir que idealices a la otra persona y a la relación que se terminó. En ese sentido es importante, otra vez, darse el tiempo y revisar los motivos que llevaron a esa ruptura ya que seguramente esa idealización es una construcción propia y no es la realidad. Nadie termina una relación cuando está todo bien. En esos casos una buena idea es intentar recordar también aquello que no funcionaba y de cierta manera llegar a un equilibrio que permita sanar esa pérdida para que cuando llegue una nueva pareja, no surjan las comparaciones”.

Y en tercer lugar, el temor también se vuelve un sentimiento que nos lleva mucho a comparar. Rosario dice que las personas que han vivido relaciones tóxicas o experiencias de violencia suelen tener miedo de comenzar una nueva relación y es probable que si lo hacen, sobre todo al comienzo, comparen ciertas actitudes con el objetivo de detectar a tiempo algo que a futuro pueda hacerles daño. “Quizás en este caso comparar podría verse como algo positivo en el sentido de que es una alerta para no caer de nuevo en lo mismo. Pero debemos ser cautelosas y cautelosos para que esta mala experiencia no permee nuestra manera de relacionarnos en el futuro. Esto se debe trabajar en terapia, pero en general el consejo es confiar en uno y en las cosas que nos hacen sentir bien o mal más que estar comparando, lo que a la larga también puede dañar al otro u otra”, explica la psicóloga.

Y concluye que como todo en la pareja, tiene que ver con la comunicación. “Detectar las comparaciones es ver también aquello que no nos hace felices o que nos tiene incómodos. Se debe establecer una relación entre la queja y la demanda y desde ahí trabajar la comunicación de la pareja. Expresar lo que me gusta y no me gusta, lo que necesito y lo que me molesta es fundamental para tener una relación que me satisfaga y de este modo no caer en comparaciones. Y en esto la empatía también es clave, porque situarse en el lugar del otro permite entender que a nadie le gusta que lo comparen”.

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