Paula

Fútbol femenino en cuarentena: “Las jugadoras siguen entrenando aunque los clubes no les manden ni las pelotas”

El 2020 iba a ser un buen año para el fútbol femenino nacional. Venía la Copa Libertadores y quedaba aún cierta efervescencia de lo que fue la Copa América 2018 y el Mundial del año pasado. Pero como con todo, el Covid-19 complicó aún más la situación de un gremio que, por lo general, está complicado.

Se alcanzó a jugar la primera fecha y varios equipos coqueteaban con la idea de mejorar las condiciones de sus jugadoras, pero la pandemia puso todo en pausa, una prolongada pausa que hasta el momento no entrega certezas para el futuro.

Tess Strellnauer, presidenta del Sindicato de jugadoras de fútbol femenino (ANJUFF), mantiene cierto positivismo en cuanto, asegura, “se ha hecho tan poco, que todo suma”. Y aunque sus palabras suenan dramáticas, la situación lo amerita: solo 50 jugadoras, en un universo de cerca de mil, mantiene contrato. Destacan en ese aspecto equipos como Colo Colo, Santiago Morning y Universidad de Chile, pero lo cierto es que la mayoría juega en condiciones que dejan mucho que desear.

“El fútbol femenino es parte de la orgánica de los clubes, pero no existe un flujo de información tan directo ni efectivo, y eso hace que en las instancias donde se toman decisiones importantes no se nos de mayor importancia”, explica, agregando que aunque varios clubes cuentan con su rama de mujeres, en la mayoría de los casos existe una tercerización, lo que hace que el club no se encargue ni de la dirección técnica ni de dónde juegan o entrenan: “Tienes un equipo femenino de Unión La Calera, por ejemplo, pero ellos no prestan su recinto ni el cuerpo técnico. En muchos casos juegan en el estadio municipal”.

Del pequeño universo de jugadoras contratadas, los sueldos no superan el millón de pesos, mientras que en el grueso de las deportistas el compromiso con el club es a través de acuerdos verbales, becas de apoyo o, en algunos casos, solo ayuda económica para la locomoción. Una realidad a la que en cuarentena se le sumó que por el hecho de no jugar, la mayoría de estas mujeres dejó de recibir los beneficios, pero manteniendo sus responsabilidades. “Siguen entrenando remotamente, el club exige asistencia y que envíen sus videos haciendo ejercicios, pero es una responsabilidad que toman sin ninguna obligación de por medio más allá del compromiso deportivo”, explica Strellnauer.

Es precisamente de esa garra y de ese empuje de lo que Tess quiere que se hable cuando se hable de fútbol femenino, pues, como explica, “si hablamos solo de precariedad, no incentivamos a hablar del proyecto. A pesar de la crisis y las malas condiciones, las jugadoras siguen ahí, siguen entrenando aunque el club no les mande ni siquiera un balón para hacerlo. Es por la pasión de jugar y compromiso con los clubes que representan, y por las próximas generaciones, porque sabemos que todos nuestros esfuerzos no van a dar frutos ahora, sino que después”.

Javiera Moreno, directora de ANJUFF, coincide y agrega: “No hay planes de desarrollo y nos vemos reducidas a las voluntades y a los momentos, pero las voluntades no se ven reflejadas en planes de desarrollo. Nos dan premios y nos dejan jugar en el estadio, pero no hay nada concreto, entonces cada vez que cambia el presidente o el director técnico, tenemos borrón y cuenta nueva”.

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