La autoestima




Muchas veces, en el primer encuentro con una persona que consulta, sale a la luz que “no tiene buena autoestima”. Cuando replico y pregunto por qué, en general refieren que otros les han dicho que no se quieren lo suficiente, porque ven conductas que no les parecen “adecuadas” para alguien que tiene amor propio.

Para darme a entender, quisiera contarte algunos datos que pudieran ser interesante, como por ejemplo, que el primer libro de autoayuda se publicó en 1857 y se llamó Self-Help. Mucho antes, los griegos ya hablaban de algo así como la importancia de quererse. Cuando entré a estudiar Psicología, di por obvio que uno de sus objetivos principales era que teníamos que autoayudarnos, pero por sobre todo, querernos a nosotros mismos. Y nuestra disciplina ahí tuvo todo que ver. En 1890, William James, alguien así como el padre la de Psicología, definió la autoestima como “un fenómeno afectivo que se experimenta como una sensación o emoción”. Desde entonces se levantó como una verdad incuestionable que todos debemos alcanzar.

Como no soy una persona que se traga fácilmente las verdades y cuestiono “los deber ser” es que quiero reflexionar sobre este concepto. Porque damos por hecho que si tenemos autoestima, seremos felices. Damos por obvio que si tenemos autoestima, nuestra vida será más fácil y, por qué no decirlo, tendremos relaciones más sanas y un sinfín de otras bondades. Sólo por el hecho de amarnos a nosotros mismos.

Sostengo que la autoestima se ha cosificado. Que la hemos puesto en el primer lugar de nuestra lista de deber ser. Que debemos esforzarnos, cueste lo que cueste, para tener una buena estima. Si eso significa consumir libros de autoayuda, coaches de distinta índole, talleres grupales, terapias complementarias, terapias psicológicas, invertiremos en ello con tal de alcanzarla.

Me parece que al cosificarla, creemos que hay algo que debemos descubrir de nosotros mismos, como que hay algo escondido que no sabemos o, incluso que otros saben más que nosotros.

Volvemos a dar por obvio que sólo basta esforzarnos un poquito para saber qué hay en lo profundo de nosotros y, más encima, amarlo.

¿Y si pensamos que no somos de una determinada forma? Que no hay nada que develar, sino que eso que llamo autoestima va emergiendo en la convivencia con otros? ¿Qué pasaría si pensamos que no hay un concepto estático de autoestima, sino que se da en la interacción con otros y cambia todo el tiempo?

Pienso que no hay algo escondido que tengo que descubrir y por tanto amar. No hay una regla que debo cumplir para poder adaptarme al mundo, ser parte y pertenecer. Decir tengo una buena autoestima públicamente tiene buena prensa, habla de una persona resuelta, sobre todo si eres mujer. Es otro check más a nuestra lista eterna de deberes que, si no cumplimos, estamos en falta.

La autoestima seguirá siendo parte de lo que creemos que tenemos que cambiar y mejorar porque así nos lo han dicho y nos hemos tragado esa verdad, sin cuestionarla ¿Quién cuestionaría el amor? Mi invitación no es a que no quieras partes de ti como tus rasgos o características, mi invitación es a que consideres a que eres un ser multihistoriado que en el devenir vas siendo y configurándote como ser humano, proceso que sólo sabemos cuándo parte, pero no cuándo termina.

Interesante desafío ¿o no?

* Dominique es Psicoterapeuta -sistémica, centrada en narrativas- y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica. Se desempeña como docente universitaria y supervisora de estudiantes en práctica. Atiende a adultos, parejas y familias. Instagram: @psicologianarrativa.

Lee también en Paula

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.