Margarita Pinargote, especialista en trabajos verticales: “A pesar de que tengo la firme convicción de que las mujeres somos capaces de todo, no todo el mundo piensa lo mismo”

El primer trabajo que hizo Margarita Pinargote (29) en Chile, como técnico vertical, fue en el Congreso, cuando el presidente Sebastián Piñera haría la primera cuenta pública de su segundo mandato. “Me llamaron porque había que cambiar unas luminarias que no se habían cambiado nunca. De electricidad yo no sabía nada, pero quienes me contrataron me dijeron que era algo sencillo. Lo realmente complejo era llegar hasta las luces, que estaban a varios metros de altura. Así que con el equipo montamos todo y comenzamos a subir. Cuando estaba colgada en esos techos, en un momento sentí que abajo, a ras de suelo, se había reunido mucha gente y me asusté, porque me pasé el rollo de que se me había caído algo encima de alguien. Pero no era eso, solo se trataba de niñas, niños y algunas personas que observaban perplejos nuestro trabajo. Y fue tanta su admiración, que cuando bajé se me abalanzaron encima y tuvieron que sacarme con Carabineros”, recuerda.
Anécdotas como ésta, tiene muchas más. Margarita es ecuatoriana y llegó a Chile hace tres años con la idea de estudiar sismología. Hasta entonces, nunca se habría imaginado que haría parte de su vida en las alturas. “Como la mayoría de los migrantes, llegué y tuve que trabajar en lo primero que encontré, así que partí cuidando niños. Estuve un año en eso y fue la mamá de esos niños la que me incentivó a buscar otra cosa, porque veía que no me sentía realizada. Así que comencé la búsqueda de un nuevo trabajo y cuando estaba en eso, encontré un aviso en Facebook donde pedían personal para trabajar en altura. Decían también que no era necesaria la experiencia. Así que postulé”, cuenta.
Antes de eso, sus únicas experiencias en altura habían sido una vez que se lanzó en bungee y otra en paracaídas. Y es que es una amante de la adrenalina, “necesito sentirla para sentirme viva”, reconoce. En la entrevista le mostraron videos de hombres limpiando vidrios en altura y le pareció increíble, sobre todo porque imaginó la cantidad de cosas que podría hacer suspendida de una cuerda. Y fueron sus ganas y su entusiasmo por aprender los que convencieron a los encargados del proceso, en el que quedó seleccionada.
Desde ahí, todo ha sido un aprendizaje: Tomó un curso internacional para obtener la certificación más importante que existe, después hizo otro curso de rescate y otros tantos que hoy le han permitido ser una de las pocas profesionales reconocidas en el campo vertical. Pero a pesar de lo lejos que ha llegado, nada fue muy sencillo. “Meterme en este rubro fue difícil, primero porque soy migrante y segundo porque soy mujer. A pesar de que tengo la firme convicción de que las mujeres somos capaces de todo, no todo el mundo piensa lo mismo”, dice.
¿Te sentiste discriminada?
Muchas veces. Lo que pasa es que existe la idea de que este es un rubro masculino y entonces las mujeres no se atreven a meterse en él. Históricamente ha sido dominado por los hombres y no todas las mujeres nos atrevemos a dar ese paso y a tratar de sobrellevar eso; no todas tenemos el carácter para trabajar con hombres, o más que el carácter, no todas estamos dispuestas a tomar ese riesgo porque no sabemos con lo que nos vamos a encontrar. Al principio me dio mucho recelo, porque una vez escuché la historia de una chica que hace acceso por cuerda y que trabajó en una cuadrilla donde solo había hombres. Yo no la conocía, pero es una historia conocida, que ellos la acosaban e incluso que uno de sus compañeros quiso abusar de ella. Y ese es el miedo de todas las mujeres cuando queremos entrar a espacios dominados por hombres. Muchas prefieren no tomar ese riesgo y mejor estar seguras en otro lugar. El problema es que es así como se nos va achicando el mundo y las posibilidades a nosotras.
¿Crees que este es otro de los tantos trabajos de los que nos han privado a las mujeres?
Si, porque somos muy pocas y estoy segura de que hay muchas más que les gustaría estar, pero que no se atreven porque quizás ni siquiera saben que hay un espacio para nosotras. Todas las mujeres que conozco tienen una historia similar, son mujeres fuertes que han luchado por estar ahí. Y todas son excelentes compañeras. Las veces que nos hemos visto, todas nos ofrecemos ayuda o apoyo en las cosas que a la otra se le hacen más difíciles. Siempre que he requerido algo de ellas, han estado dispuestas a ayudarme.
De mujer araña a astronauta
Esa vez que Margarita arregló las luces del Congreso en Valparaíso, no solo se abalanzó la gente a conocerla, también llegó la televisión a entrevistarla. La ‘mujer araña’, como le pusieron, tuvo su momento de fama. Y así llegaron también las ofertas de trabajo. Varias bien interesantes, pero las rechazó porque quiso que su carrera fuese en ascenso, igual que cuando sube por un edificio en altura: un ascenso lento y planificado. Y decidió partir por lo que ella considera el principio, limpiando vidrios. “La mayoría parte así y no es que se trate de algo sencillo, tiene su complejidad también, porque uno tiene que manejar varias cosas”, dice.
Cuando dominó a la perfección la limpieza, comenzó a ampliar su horizonte y así llegó a una publicación de Cerro Dominador, el primer proyecto termosolar de Latinoamérica con más de 220 metros de altura (cercana a la altura del Costanera Center). “Me gustó porque en el aviso pedían mujeres verticales para trabajar en el proyecto”, cuenta. Una iniciativa que es parte de la política de equidad de la empresa en la que un 47% de las y los trabajadores, son mujeres. “Y así fue como llegué a Marte, porque estar en el cerro es como estar en Marte”, reconoce.
Dice también que es, sin duda, el lugar más importante donde le ha tocado trabajar. “Siento que estoy haciendo un aporte importante en la generación de energía limpia para el país. El trabajo es muy técnico y requiere de muchísima concentración. Una vez cuando comenzaba en esto, alguien me dijo que en esta pega uno nunca puede perder ni el miedo ni la concentración, porque cuando pierdes eso, cometes un error y aquí no se permiten”, cuenta. Y confiesa que todo eso le ha permitido crecer y sentirse muy cómoda en esto, al punto que hoy es casi una líder dentro de su grupo.
¿Aquí no existe el “sexo débil”?
No, para nada, ese es uno de los mitos que rompimos trabajando en cerro. Me pasa que tengo una fuerza que no conocía y que muchos de mis compañeros no tienen. Hay cosas muy pesadas que puedo levantar y que ellos no, no sé bien por qué pasa, pero es algo que desconocía. Y quizás son muchas mujeres las que la tienen, pero no han tenido la posibilidad de descubrirla. Históricamente a nosotras no se nos ha dado la oportunidad de trabajar hombro a hombro con los hombres, por eso las mujeres desconocemos muchas cosas que somos capaces de hacer, igual que ellos e incluso mejor que ellos.
¿Crees que por eso es importante mostrar más tu trabajo?
Es importante y para eso voy a contar algo. Los niños que cuidaba cuando recién llegué a Chile, eran una niña y un niño y hasta hoy tengo una muy buena comunicación con ellos. Hace poco, les mandé una foto mía en Cerro y la niña, Isabel, me dijo: “Margarita, pareces la Mujer Maravilla o como si Spiderman se hubiese convertido en mujer”. Me encantó, porque me di cuenta de que esto que yo hago las niñas y niños lo ven como si fuese un súperpoder y eso siempre se ha relacionado a los hombres. Ese día, Isabel me dijo también que cuando grande quería hacer lo mismo y que si yo podía, ella también podía. Pienso que si niñas como Isabel o como las que me miraban ese día cuando colgaba del Congreso vieran a más mujeres hacer cosas distintas, su mundo se abriría, tendrían más posibilidades. Porque si yo pude, todas podemos.




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