Paula

Aurora Huenchuñir y su canto

En la Expo Osaka 2025, el pabellón de Chile se estructura en torno a un manto de 242 metros cuadrados tejido por 200 tejedoras mapuche, entre ellas las de la agrupación Witraltu Mapu. Las historias de estas mujeres muestran que, más que una técnica artesanal compleja y laboriosa, el textil mapuche es un lenguaje. Aquí una de ellas.

Fotografía: Sergio Piña

Sentada en un neumático montado sobre 4 ruedas, con un cojín en el centro y orlado de grecas blancas, Aurora Huenchuñir Millaqueo, casada, tres hijas, se desplaza por su temperado taller. El asiento móvil es un ingenio que ideó Jorge, el marido de su hija menor, y se lo trajo de regalo hace un tiempo. “Es muy habiloso, mi yerno. Tiene arte”, cuenta, orgullosa. Y agrega: “Es complicada la posición en que se trabaja el tejido. Antes me daba lumbago todo el tiempo, y dolor de hombros, pero esta sillita con ruedas ha sido una bendición. Me facilita mucho el trabajo”.

Fotografía: Sergio Piña

Aurora es dueña de un espacioso y acogedor taller, de piso brillante, ubicado a un costado de su casa, donde teje y teje a sus anchas. Lo construyó a su pinta, con el fruto de su trabajo artesanal. Hace varios años que tiene “el nido vacío”. Vacío de hijos humanos –sus hijas ya tienen sus propias familias–, pero lleno de toda suerte de hijos adoptados. Sobre la salamandra que mantiene el ambiente calentito, hay una mamadera llena. Suponemos que será de algún nieto, pero, de repente, cuando se escuchan el alboroto y los balidos de un piño de ovejas que llega desde el campo guiado por su marido, ella se para, corre y se asoma, mamadera en mano. Ahí descubrimos que su niño es un cordero oscuro de dos meses. “Al pobrecito su mamá no lo langüeteó, no le hizo la impronta, como a su hermano mellizo. Quedó aislado, sin alimento ni cariño”. Así es que ella se hizo cargo, y él se ha dejado querer. Aunque no le ha puesto nombre, lo llama “mi niño”, “mi guagua de cuatro patas” y lo tiene gordito y regalón.

Esa calidez eficiente es el sello de esta eximia tejedora, que accede a traducirnos al mapudungun los diálogos que tiene con la lana. Varias de sus colegas artesanas, nos habían comentado que cantan cuando tejen, pero ninguna quiso hacerlo frente a nosotros. Es un canto que no está escrito en ninguna parte, pero que surge cuando logran conectarse profundo con “la escritura en lana”, que es como entienden ellas su quehacer. Es una suerte de trance que las vincula con ellas mismas, con sus problemas cotidianos, pero al mismo tiempo con esta técnica ancestral que ha pasado de generación en generación.

“Le digo: ́Pórtate bien, mi lanita. No te enredes, no me friegues, tejamos juntas y avancemos ́. Hablo con ella, le digo lo que estoy sintiendo”.

–¿Me puedes decir esa frase en mapudungun?

Llana, simpática, lo hace: “küme azkunüngefugü. Gachülkaukinge llazkülkaleli. Trür k ̈megürekaiayu amuleayu”. Y el sonido de su voz nos conecta con tejedoras de palabras antiguas, como las autoras de las mantas y los trariwe que inspiran su trabajo actual. “Yo nací tejiendo, mirando tejer a mi abuela, que era seca. Carmela Colín, se llamaba y sabía hacer todo y todo le quedaba maravilloso. Lamento no haber aprendido más de ella, que sabía tejer la manta amarrada que hacen en Cholchol. Ahí tengo una yayita, porque debí aprovechar su técnica, su conocimiento. Uno ve los trabajos antiguos y uno sabe que podrá hacer algo parecido, pero nunca logrará lo que hacían las antepasadas. Lo antiguo es mucho mejor; el hilado es más fino. Eso tiene que ver con el grosor de la lana, que hilaban ellas mismas, con otro tiempo, con otra calma. Con ese nivel de finura que conseguían, es el doble, el triple, de trabajo, por eso ya no se hacen esas finezas”.

Fotografía: Sergio Piña

Aurora cuenta que todas sus hermanas tejen y se ganan la vida con la artesanía, pero ella es la única que participa de organizaciones de artesanas. Dice que “entre estar y no estar, es mejor estar”. Ella misma inició un grupo en su sector, Collahue. Formó parte de la directiva y así ha participado de ferias, cursos y todo tipo de iniciativas.

Aunque solo llegó hasta quinto básico, es una mujer ansiosa por aprender. “Me gustaría saber leer las mantas, pero he tenido pocas posibilidades de averiguar los significados de las figuras. Sé teñir, hilar, tejer, pero me falta esa parte”. Eso, sin embargo, no le impide interpretar con certeza qué tipo de persona debería usar la manta con ñimin que ahora está tejiendo. Sentencia: “Esta es para un hombre de respeto, con mucha creencia en su cultura. El negro da cuenta de alguien que pisa la tierra con firmeza. Es para un hombre de honor”.

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  • Este testimonio es parte del libro Herederas de Llalliñ (2019) editado por Fundación Artesanías de Chile, que recopila 17 relatos de artesanas mapuche de las comunas de Chol Chol y Padre Las Casas en su camino por rescatar y reproducir antiguas piezas textiles resguardadas por el Museo Nacional de Historia Natural, que forman parte del lenguaje y la tradición de su pueblo. Por el valor de estas historias, estos testimonios son rescatados por Paula.cl, profundizando en la relación que ocho duwekafe sostienen con su witral (telar tradicional mapuche), cuya trayectoria las llevó a participar de “Makün: El Manto de Chile”: la gran obra textil que protagoniza el pabellón de Chile en la Exposición Universal Osaka 2025, que se desarrolla entre el 13 de abril y el 13 de octubre de 2025.

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