Hablemos de amor: ‘Lo amé tanto que decidí dejarlo’
Después de una infidelidad que derrumbó su matrimonio, Cristina decidió volver a creer en sí misma. En el proceso, conoció a un hombre que le mostró una forma de amar que jamás había vivido. Pero elegirlo significaba desafiar todo lo que le habían enseñado sobre el deber, la maternidad y el matrimonio.

Mi marido me fue infiel con una compañera de trabajo. Estuve más de un año destrozada, porque esa infidelidad no solo rompió veinte años de matrimonio, también quebró mi autoestima y mi confianza. Aun así, me faltó convicción y fuerza para separarme.
En medio de ese proceso, un día decidí que quería recuperarme. Entré a un sitio de citas, más que nada para saber si todavía era atractiva. Necesitaba comprobarlo, entender si algo de lo que había vivido era culpa mía. Desde el primer minuto, me sentí un poco mejor.
Entre el mar de personas con las que hable, conocí a Jaime. Él estaba recién separado y no tenía hijos. Agendamos un café para conocernos. Ese día llegué al café muy nerviosa. Su seguridad me recordaba demasiado a mi marido y eso me generó de inmediato inseguridad. En mi cabeza rápidamente se posicionó la idea de que estaba postulando entre otras para poder tenerlo.
Ese mismo día empezamos a hablar por mil horas, era un tipo tan real, tan fuera de los estereotipos que el resto de hombres vendía en la página, que la primera inseguridad que sentí se transformó en paz. A la semana ya nos habíamos hecho inseparables y rompimos nuestros propios esquemas para poder vernos en los lugares más inimaginables.
Sin darnos cuenta, comenzamos una relación. Al mes de estar saliendo, ya no podía imaginarme sin él. Nunca me había sentido así. No era perfecto, pero era real. Y fue justamente eso lo que me enamoró.
Mi cabeza planteaba constantemente que mi situación hacía inviable el estar juntos. Yo tenía hijos, una relación eterna, una familia y un entorno muy conservador que nunca me permitiría poder vivir este amor con libertad. Nadie de mi familia jamás se había separado y me enseñaron de chica que el matrimonio era para siempre, que nada de lo que tú o tu marido hicieran, era una posibilidad para el divorcio.
Con todos esos argumentos en la mano, intenté dejarlo. Pero el dolor de separarnos era desconocido y demasiado profundo. Nunca había sentido algo así. Nunca me había sentido tan libre amando a alguien, aun cuando lo nuestro estaba lejos de ser una historia libre. Estar con él se sentía correcto para mi corazón. Y era completamente correspondido, lo que lo hacía aún más intenso.
Dejar a Jaime fue la decisión más difícil que me ha tocado tomar en la vida. Socialmente estamos acostumbradas a apuntar con el dedo a la mujer que se prefiere por sobre los hijos, y decidir amar a Jaime era priorizar a mi corazón por sobre mis hijos, más aún cuando todos estaban en la adolescencia.
Para la mayoría de los hombres separarse es un trámite, pero para las mujeres es replantearse con anticipación toda su vida. Desde si tu trabajo es suficiente para mantener a tus hijos frente al riesgo latente de que el padre no quiera hacerse cargo, hasta si realmente mereces que un hombre tan completo te ame aún sabiendo que separarte significa ponerlo en un lugar muy abajo de los hijos.
Él nunca me exigió ni presiono, muy por el contrario, me decía diariamente que me esperaría lo necesario. Pero mi amor por él era tan grande que consideraba injusto que él, que ya había ordenado su vida, siguiera a la espera de ser amado. Jaime se merecía ser amado con integridad, a tiempo completo y con la libertad del amor que él, muy maduramente, ofrecía.
Así que decidí dejarlo. Me pidió que lo pensará, me recordó que estaba dispuesto a esperar con la misma intensidad con la que me declaraba su amor, pero no fui capaz y le pedí que fuera respetuoso de mi determinación.
No tengo palabras para explicar el dolor que esto me provocó. Una parte de mí se fue con él y nunca volví a estar completa. A diario me pregunto qué hubiese pasado si mi decisión hubiese sido elegirlo.
Aún lo amo, lo sueño y lloro al recordarlo. Junto a él conocí el significado del verdadero amor, de ese que está dispuesto a esperar, de ese amor que no solo está envuelto en deseo, si no que en certezas. Han pasado ya unos meses y tengo fresco el recuerdo de su cara y su voz. Y aunque sentí que me moría de amor, no me arrepiento de nada, porque él será siempre el amor de mi vida.
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