Nuestras lectoras preguntan: Me fui a vivir con una amiga y la convivencia ha sido fatal

A diferencia de antaño, hoy es muy común compartir el hogar con otras personas. ‘Compañeros de depa’ o roommates, resultan una solución para compartir los gastos y de paso, experiencias cotidianas. Y aunque de buenas a primeras lo más fácil e inmediato sería pensar en convivir con amigos, muchas veces resulta una decisión que puede trizar la amistad. ¿Es necesario establecer reglas de convivencia? ¿cómo entablar conversaciones incómodas? ¿se puede reparar una amistad que tiembla por compartir espacios?




LA PREGUNTA:

Me fui a vivir con una amiga porque ambas nos aventuramos en el extranjero y pensé que iba a ser bueno acompañarnos. Apenas llevamos un mes y la convivencia ha sido fatal. No tenemos nada que ver, nuestra visión de los espacios personales es distinta y la limpieza de la casa también, entre miles de otras cosas. Siento que metí la pata a fondo, la amistad ha sufrido y me atrevería a decir que nunca volverá a ser igual, pero no he tenido la valentía de enfrentarlo y eso hace que la cosa vaya cada vez peor. ¿Cómo lo gestiono?

María Isabel, 33 años

LA RESPUESTA:

Al igual que puede ocurrir con una pareja, al habitar un espacio en común salen a flote todos los aspectos que no están tan resueltos, así como se muestran totalmente las personalidades. “A veces sucede que en un espacio de convivencia afloran actitudes como la competencia, carencias emocionales que pueden activar celos, envidia, dependencia, demanda de atención, crítica, exigencia, etc. Todas cuestiones muy propias de los seres humanos, pero que surgen con más fuerza y presencia cuando se trata de vínculos afectivos más íntimos como en el caso de la amistad”, afirma la psicóloga transpersonal Claudia Pinto Rebello (www.claudiapintorebello.com)

Cuando la amistad se ve afectada por la convivencia, es necesario generar espacios de comunicación donde las personas involucradas puedan transparentar qué les está pasando y qué sienten. “Muchas veces lo que afecta e incluso daña la amistad son las expectativas que se tienen al vivir con una amiga. Básicamente, porque se tiende a idealizar lo que será esa experiencia y también porque en este cotidiano se evidencia el poco conocimiento real de quién es la otra persona y lo que se definía como amistad. Muchas veces queda al descubierto la falta de fuerza en el vínculo y las personas se dan cuenta de que las unía un lazo probablemente constante en la interacción y que eso se asumía como amistad”, plantea Claudia.

Abrir un espacio de comunicación

Cualquier relación se va a ver favorecida cuando la comunicación es directa, clara y abierta. No siempre es fácil, puede resultar incómodo e intimidante, pero es necesario, sobre todo ante un conflicto. “Esta lectora no se atreve a decirle a su amiga lo que no le gusta o incomoda. Un consejo que puedo darle es primero escribir aquello que quisiera decirle y que por temor a dañar la amistad no se anima a hablarlo. Luego leerlo y ver si es necesario cambiar algo. Esto puede servir tanto para aclarar las ideas como si decide entregarle lo escrito para que ella lo lea con calma y pueda procesarlo”, recomienda la especialista.

Es importante y necesario transparentar el sentir. “Esto puede ocurrir en una conversación donde comience contándole lo que le pasa y cómo se sientes respecto de las situaciones de la casa y de las acciones de ella que le están incomodando. Si el valor de la amistad es fuerte, también se puede evaluar la posibilidad de dejar de vivir juntas para no dañar más el vínculo. Ciertamente, es posible repararlo siempre y cuando ambas estén dispuestas a priorizar la amistad por sobre lo que haya sucedido en la convivencia. Por último, es necesario aterrizar las expectativas respecto de cómo debería ser mi amiga en la convivencia y soltar esas ideas. Así evito demandarle que cumpla y satisfaga lo que yo creo que es correcto y evito caer en la desilusión”, agrega la psicóloga.

La especialista recomienda ciertas medidas a la hora de compartir casa con otra persona:

- Definir reglas respecto al uso de espacios comunes, aunque parezcan muy obvias. Por ejemplo: dejar ordenado el living después de ocuparlo, retirar y limpiar lo que se usó en el comedor o la cocina, no entrar al dormitorio de la otra cuando ella no está, etc.

- Tener en cuenta que ambas personas vienen de experiencias y crianzas distintas. Por mucho que puedan conocerse de años es necesario, establecer parámetros que a ambas les resulte cómodo.

- Reevaluar estas reglas después de un tiempo, para ver si es necesario modificarlas.

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