Olvidarlo todo, siempre: ¿Qué es el baby brain y por qué le pasa a tantas madres?




Cuando llega el embarazo, y luego la maternidad, muchas mujeres comienzan a darse cuenta que de pronto pierden el hilo de las conversaciones, no recuerdan lo que iban a decir o no pueden entender instrucciones médicas, esto como un ejemplo de aquellos pequeños olvidos que, en conjunto, comienzan a ser molestos e incluso deprimentes, cuando se llega a pensar que ‘ya no eres la misma’ y que a causa de esto, eres mala madre.

Pero la realidad es que a muchas les pasa y no se trata de ser negligente o descuidada. Se llama baby brain (o cerebro de bebé) y según un estudio publicado en The Medical Journal of Australia, puede llegar a afectar a un 80% de las madres. Esta situación se debe a cambios en el funcionamiento cognitivo y la memoria, que ocurren temprano en el embarazo, pero no se hacen aparentes sino hasta el tercer trimestre de éste. Según el mismo estudio, estos olvidos suelen ser menores, como olvidar una hora médica, más que dejar de poder hacer tu trabajo o estar inhabilitada para realizar tareas complejas.

La razón de esto, asegura la doctora Soledad Ramírez, psiquiatra perinatal y fundadora del Centro SerMujer, es que el cerebro cambia durante el embarazo. “Ocurren importates modificaciones a nivel de estructura cerebral en distintas zonas neuronales, donde se pierde materia gris –que no involucra necesariamente la pérdida de funciones– y se crean nuevas conexiones neuronales, que están destinadas a mejorar nuestra capacidad para cuidar a nuestros hijos e hijas, a descifrar y satisfacer de manera más óptima sus necesidades, sobre todo en una etapa en que son bebés y no tienen aún la capacidad de comunicarnos verbalmente lo que necesitan. Es un fenómeno que probablemente dura varios años, si es que no es permanente y es algo que está en activo estudio aún”, asegura.

Lo importante, dice, “es no quedarnos con que simplemente ‘se pierde materia gris’, porque eso puede inducir a ideas erróneas o incluso alimentar estereotipos culturales de que por ejemplo ‘las mujeres nos ponemos más torpes cuando nos convertimos en mamás’”. Y es que en realidad, estos cambios –que son propios del cerebro mamífero– se traducen en que las madres puedan proteger a sus crías ante eventuales amenazas, pero además le facilitan la transición a la conducta maternal tras el parto.

Puppel (37) ya se toma estos olvidos con humor, y es que es segunda vez, con su segundo hijo, que se encuentra en el peak del baby brain. “Hace unas semanas fui a la plaza con mi hijo de 5 años y mi guagua de meses. Me puse a responder WhatsApps de trabajo y me fui del lugar con mi hijo mayor y el celular en la mano. Cuando iba escuché a una mujer que, muerta de la risa, me apunta al coche de la guagua y me dice ‘oye, la guagua’. Y yo muy sorprendida, casi como ¿qué pasó? Yendo a recuperar a mi hijo. Lo mismo pasa con una serie de situaciones cotidianas, pero ridículas, como estar buscando los anteojos teniéndolos puestos o mecer inconscientemente lo que sea mientras estoy parada cuando ni siquiera está mi guagua cerca. Esto es algo que para mí ya no es un problema. Me mato de la risa porque, en el fondo, sé que se pasa, ya lo viví con mi primer hijo”, cuenta.

A Marcela (25) en cambio, esto la asustó. Cuando quedó embarazada de su primera y única hija, se dio cuenta de que olvidaba todo, incluso cosas antes obvias, como si tenía puestos sus lentes ópticos o no. La sorpresa fue tanta –porque ella se caracterizaba por ser de esas que se acuerdan de hasta el más mínimo detalle de la infancia–, que decidió consultarle a su ginecóloga si lo que le pasaba tenía que ver con su embarazo, en ese entonces, de siete meses. Y efectivamente, era baby brain. Hoy vive con el ‘cerebro de bebé’ de una manera estratégica, cosa de no olvidar instrucciones importantes, como al momento de ir al pediatra. De esos olvidos, recuerda uno de los más locos. “Un día fui al supermercado a comprar pañales junto a mi hija y su coche enorme. Para devolvernos a la casa, tomamos un taxi y puse su coche junto a los pañales en la maleta del auto. Durante todo el camino, con el taxista fuimos conversando sobre guaguas porque el había tenido una bebé también. Cuando llegamos a nuestro destino, me bajé del auto, le pagué al taxista, fui atrás a sacar los pañales que había comprado y por un breve segundo olvidé que andaba con mi hija, pero en lo que la fui a buscar al auto y tranquila por haber superado mi olvido, cerré la maleta y me entré a la casa. Pero detalle: se me habían quedado los pañales y el coche fuera. Al final mi pareja fue a recuperar ambas cosas, pero contándole, no podía recordar en qué momento del día había perdido esas dos cosas”, cuenta.

Pero esto le había ocurrido antes y ya sentía la frustración de olvidar todo y no entender nada, como las explicaciones de los doctores o las instrucciones del pediatra. “Por esto me llegué a sentir mala madre, pero luego comprendí que es algo que es normal”, dice.

Sentirse culpable por cada cosa que olvidamos o dejamos de hacer pueden sumar a este sentimiento de ‘mala madre’, que pareciera ser casi parte de la naturaleza de la maternidad. Pero al mismo tiempo, es importante recordar que estos cambios que parecieran ser inhabilitantes, no son perjudiciales ni para ti o tu hijo, sino que al contrario. “Los cambios cerebrales que ocurren en la maternidad son para protegernos, para hacernos más posible la tarea de cuidado y no nos perjudican. De hecho, está comprobado que no hay un deterioro cognitivo o intelectual real de nuestras capacidades cerebrales, sino que estas nuevas conexiones neuronales tienen un fin evolutivo destinado a que la madre infiera las necesidades de su bebé. Probablemente la sensación que muchas madres tenemos de no volver a ser lo eficientes que éramos antes tenga más que ver con expectativas y exigencias de una sociedad que valora el rendimiento de manera homogénea, lineal y continua”, asegura la psiquiatra.

Desde la ciencia estos cambios no son investigados como algo patológico o perjudicial, sino que se entienden como un fenómeno adaptativo, funcional y saludable. Sin embargo, en contextos estresantes, dice la especialista, “esto puede significar la aparición de síntomas emocionales que impliquen malestar, ya sea síntomas depresivos, ansiosos u obsesivos. También se ha visto que en mujeres que durante la etapa de crianza temprana están expuestas a trabajos muy demandantes y exigentes en lo cognitivo, les cueste mucho más desenvolverse y eso también pudiera generar un impacto anímico o emocional por el desgaste que significa estar permanentemente intentando estar a la altura de las exigencias. En algunos de estos casos pueden aparecer trastornos psiquiátricos que requieran apoyo psicoterapéutico o incluso farmacológico”, concluye.

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