El drama de las parejas binacionales separadas por la pandemia
En Chile, según los registros, hay más de 3.000 familias y parejas binacionales que han sido separadas por la pandemia y que a casi siete meses del cierre de la frontera aun no reciben una resolución por parte de las autoridades. Muchas tienen hijos, varias están casadas y otras en unión libre. No saben cuándo se van a volver a ver y a lo único que pueden apuntar es a casarse –para eventualmente iniciar la tramitación de residencia– o esperar a que pase la crisis sanitaria.

Mayra Melgar (26) viajó a México a fines de febrero junto a su hija para ver a su familia. Su pareja Jonathan, originalmente de Chile, se quedó acá trabajando. Hace ya dos años que ambos decidieron hacer de Chile su sede oficial y aquí, en febrero del año pasado, tuvieron a su primera hija Shadia, que nació prematura con 27 semanas. La idea, siguiendo las recomendaciones de los médicos, era quedarse en México durante no más de un mes para que Shadia no tuviese ningún retraso en sus controles clínicos.
Mayra no había podido ir a su país natal el año pasado cuando murieron, con muy poco tiempo de diferencia, su hermano y luego su padre. Porque en ese entonces estaba enfrentando las complicaciones del embarazo y los diagnósticos posteriores de su hija. Pero este año, teniendo a sus abuelos enfermos –y aprovechando que su hija de 1 año y siete meses (cuya edad corregida es de un año y cuatro meses) se encontraba un poco más estable en términos de salud– no quería dejar pasar la oportunidad de acompañarlos. Justo en enero, además, había comenzado a regularizar su situación migratoria y su visa para ser residente en Chile había entrado en trámite. Decidió entonces ir a México por un mes y volver en abril a más tardar.
Pero desde que Chile cerró sus fronteras a mediados de marzo, ni Mayra ni su hija chilena han podido volver al país. Llevan más de siete meses separadas de Jonathan, no saben cuándo van a poder entrar y se han perdido los controles médicos a los que Shadia debía asistir, debido a su condición, cada dos semanas. En estos meses Mayra se ha visto obligada a tener que encontrar la asistencia médica que requiere para que su estadía en México no implique un retroceso en el desarrollo de Shadia. Y ha sido, según cuenta, como partir de cero.
“Mi hija nació y tuvo muchas complicaciones, su diagnóstico es complejo y por eso es de suma importancia que cada cierto tiempo la revisen los médicos que la han seguido desde que nació, los que conocen su historial. La operaron de los ojos de muy chica, además tuvo convulsiones en sus primeros meses y requiere de controles y sesiones de kinesiología y terapia ocupacional cada 15 días. Todo eso lo teníamos coordinado en Chile, con la intención de que no se retrasara su desarrollo. Pero estamos acá hace más de ocho meses y ella necesita su cuidado”, explica. “A eso se le suma el costo de hacer todo a través de la medicina particular que es muy cara acá. Es prudente que se cierren las fronteras, pero empieza a ser desesperante que un caso como el nuestro –y sé que no somos los únicos– no pueda ser tomado en consideración. Más aun teniendo como antecedente que Shadia nació en Chile”.
Cecilia Ibarra (37) está en sus últimas semanas de embarazo. A finales de marzo tuvo que viajar a Chile desde Estados Unidos para realizar unos trámites y su pareja, a quien conoció en Nebraska en 2016 cuando trabajaron juntos en un proyecto, se quedó allá. Con el cierre de las fronteras, pensaron que estarían separados de manera temporal por uno o dos meses. Estaban acostumbrados a pasar algunas semanas al mes a la distancia, ya que por temas laborales siempre han tenido que viajar. Pero nunca imaginaron que pasarían siete meses distanciados y que ella viviría el embarazo sola. “Cuando vimos que no había indicio de que se abrieran las fronteras y que lo único que se podía hacer era salir del país, mi doctor ya me había recomendado no viajar, por ser parte de la población que está en riesgo. Acordamos que el que tenía que venir era mi pareja”, cuenta. Justo se habían casado a principios de febrero, pero al minuto de postular a la visa de residencia temporal por matrimonio, los consulados ya habían dejado de atender. Y la solicitud aun no ha sido acogida.
La semana pasada pidieron un salvoconducto para que al menos pudiera estar presente para el parto, cuya fecha está fijada para el 15 de octubre. “Me he sentido totalmente desamparada. Es muy difícil ser madre primeriza y pasar por esto sola, recurriendo únicamente a las video llamadas que por suerte mi doctor ha permitido durante los controles. Nunca pensamos que pasaríamos el embarazo casi completo separados. Hay una mezcla de sentimientos, entre ellos rabia, desilusión y nervios. Pero al mismo tiempo hay que tratar de estar bien y canalizar esas energías de la mejor forma para no traspasárselas a la guagua”, cuenta Cecilia.
Como Cecilia y Mayra hay muchas personas cuyas parejas no han podido entrar a Chile en el contexto de pandemia. Muchas están en unión libre, otras están casadas y algunas tienen hijos. Se trata, según los registros, de más de 3.000 familias y parejas binacionales que han estado separadas desde marzo y que a casi siete meses del cierre de las fronteras aun no reciben una resolución por parte de las autoridades. No saben cuándo se van a volver a ver y a lo único que pueden apuntar es a casarse –para eventualmente iniciar la tramitación de residencia– o esperar que pase la crisis sanitaria. Pero, como explica Diego Godoy, estudiante de derecho con mención en Economía Política y Políticas Públicas, y que tampoco ha visto a su pareja desde marzo, el derecho universal a contraer nupcias es, tal como lo dice la terminología, un derecho, por lo tanto no puede ser una imposición y tampoco se lo puede negar. “Aunque el Estado no puede obligar a casarme, en esta situación en particular pareciera ser que es la única opción, porque de lo contrario no hay fecha estimada de cuándo nos vamos a poder juntar. Y en algunos casos, incluso están desconociendo el vínculo matrimonial, porque también sabemos de parejas casadas que no han podido reunirse. Se impone o niega algo que es un derecho”, explica.
Es por eso que a mediados de septiembre de este año, luego de dar con una página en Facebook que reunía los testimonios de las parejas binacionales que llevaban meses separadas por la pandemia, y siguiendo el ejemplo internacional, la diseñadora Valentina Marinovic (28) decidió fundar #LoveIsNotTourismChile, la versión local de la iniciativa internacional Love Is Not Tourism (loveisnottourism.org y #LoveIsNotTourism), fundada en julio por Felix Urbasik, un programador alemán que buscaba volver a juntarse con su polola inglesa. Así, mediante la página y el hashtag, millones se sumaron a la causa y empezaron a reclamar excepciones en las restricciones de viajes por el coronavirus para parejas que residen en países distintos con la intención de volver a verse, estén casados o no.
En Chile, la iniciativa reúne a la fecha a casi 400 parejas binacionales de las cuales un 81% no están casadas; un 9% tiene hijos y varias están esperando uno. “Hay más de cuatro que están embarazadas, varias madres que han dado a luz solas y muchos papás que salieron para terminar sus trámites de migración y se quedaron afuera, por lo que no han podido conocer a sus recién nacidos. También hay una pareja chileno-colombiana que trabaja en un crucero y están varados sin poder ir a ningún lado. Si se bajan, ella tendría que irse a Colombia y él a Chile, pero están casados desde el 2015”, explica Valentina Marinovic, quien volvió al país luego de años viviendo y trabajando en Nueva York, hace un mes y lleva nueve meses sin ver a su pololo.
“Él es español y justo le dieron la visa para poder residir en Nueva York una semana después de que Estados Unidos cerrara sus fronteras y que Trump bloqueara la entrada a todos los países de Europa. En algún minuto perdí mi trabajo y entonces decidí venirme a Chile. La idea era que nos juntáramos acá, pero empezamos a ver que no teníamos para cuándo y decidí investigar. Así fue que me encontré con una página que reunía a casi 300 parejas y firmé un petitorio. Eran muchos, y muchos de ellos en situaciones más graves que las mías, pero no estaban organizados. Así que decidí replicar la iniciativa mundial para dar cuenta de los testimonios de aquellas parejas binacionales que han estado separadas, algunas en condiciones muy adversas, y así generar ruido para que nos permitan volver a juntarnos, como ya lo pueden hacer en varios países de Europa”.
En marzo de este año se promulgó en Chile el Decreto 102 que establece en su artículo primero que dada la emergencia sanitaria, a partir del 18 de marzo todas las fronteras del país debían permanecer cerradas. El egreso de personas se podía realizar de acuerdo a la normativa vigente y –según las excepciones que se fueron agregando después, entre ellas la letra F y la letra I– no resultarían afectados por este cierre temporal la entrada y salida de una serie de personas tales como niñas, niños y adolescentes de padre o madre chilenos o extranjeros residentes de manera regular, nacidos en el extranjero. Incluso si en el primer caso no habían solicitado la nacionalidad chilena. Como explica Isidora Queirolo, abogada e integrante de Love is Not Tourism Chile, “las dos disposiciones de excepción para ayudar el ingreso de personas al país, siempre que cumplan con ciertos requisitos, suenan bien, pero no han sido cumplidas por las autoridades, porque hemos documentado extensamente casos en los que no han podido entrar”.
Esto se vuelve más grave, según explica Diego Godoy, cuando se toma en consideración que entre mayo y junio, que fueron los meses de mayor contagio en Chile, existió un alza en los viajes de placer de chilenos a Miami, la segunda ciudad con más cantidad de contagios en Estados Unidos. Según las cifras recopiladas, hubo más de 4000 personas que viajaron a esa ciudad durante esos meses. Las parejas binacionales que solicitan reunirse en Chile no pasan, según Godoy, los 3.000 casos.
Y lo que buscan, según explica Valentina Marinovic, es que exista un protocolo para que puedan volver a reunirse. “No estamos pidiendo que entren así nomás, queremos que se elabore un protocolo de entrada, que exija un PCR antes de viajar y cuarentena correspondiente, tal como se elaboró para los futbolistas”. Y es que fue esa noticia, que se supo el 1 de septiembre, la que exacerbó la sensación de desamparo en estas parejas. “Los futbolistas cuentan con un protocolo especial de entrada, y cuando solicitamos la audiencia para dar cuenta de nuestra situación, la respuesta que obtuvimos fue que ‘el futbol es el futbol’. Pero no es justo que ellos tengan salvoconductos y familias tengan que estar separadas durante meses”, explica Marinovic.
En más de 14 países de la Unión Europea se ha elaborado, en estos últimos meses, un plan de acción que permite la reunificación de parejas no casadas con tal de que se acredite el vínculo existente. Dentro de estos países se encuentran Francia, Dinamarca, Italia, España, Austria, Alemania y República Checa. Como explica Diego Godoy: "Esto se puede acreditar mediante un contrato de arriendo, fotos, conversaciones de WhatsApp o el SII. No es tan abstracto. Por lo que es posible crear un mejor protocolo adaptado a la realidad moderna y mundial siguiendo las directrices de países desarrollados. El matrimonio es de libre disposición, el Estado no puede darte eso como única alternativa y pensar que todo lo demás es únicamente turismo. Acá hay parejas que llevan años, con hijos de por medio o convivientes. Son familia. Y si algunas personas no quieren casarse, están en su pleno derecho.
“Lo que queremos” –dice Marinovic– “es que Chile haga algo similar. Porque ahora la situación es que ninguna persona no chilena o residente puede entrar a Chile, inclusive si están casados. El matrimonio sirve para empezar a tramitar la visa temporaria, después hay otro proceso para solicitar la definitiva. El problema es que muchas de las parejas que están casadas no iniciaron el proceso de visado o si lo iniciaron fue aceptado el trámite, lo que no quiere decir que está aprobado. Y eso es arbitrario y puede tomar mucho tiempo. Entonces incluso parejas que están casadas por mandato, solicitaron la visa pero después no pudieron timbrarla en el Consulado. El proceso es irregular y se da cuenta de ciertas irregularidades migratorias también”. A lo que Diego Godoy suma: “El fundamento es que hay una unión con una persona chilena, entonces hay motivos de sobra para estar en el país”.
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