Mi rincón verde: Carolina Salvo

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"A mí, las plantas me salvaron. Hace un par de años me perdí. No sabía bien quién era. Estaba desconectada de mi salud, autocuidado, amor propio, un montón de cosas. Tuve células cancerígenas en el útero y me operaron dos veces. Siento que en algún momento hubo una especie de explosión y mi cuerpo no daba más. Necesitaba conectarme conmigo misma y al hacerlo, me di cuenta que estaba negando mi origen: la naturaleza.

Desde chica me comuniqué con las plantas. Crecí en una casa rodeada de árboles. Me acuerdo que teníamos un rito de juntarnos todos los años con mis tíos y primos a sacar los higos de la higuera. Éramos como ocho familias y cada uno se llevaba bolsas enormes. Eso era parte de mi vida cotidiana, y lo heredé de mi abuela. Ella siempre ha tenido una locura con sus plantas. Cuando chica, andábamos en bicicleta en su jardín y lo único que le preocupaba era que no las rompiéramos. Siempre nos gritaba desde la ventana para que supiéramos que nos estaba vigilando.

En algún momento, gracias a la meditación, redescubrí esa sensación maravillosa que me entregaba la naturaleza y decidí traerla de vuelta a mi vida. Cambié todo de un día para otro. Dejé de fumar, de tomar alcohol, cambié mi alimentación. Fue súper violento, pero necesario. Las plantas me ayudaron en ese momento. Junto a mi mamá –que también tiene una conexión especial con ellas– armé mi primer 'rincón verde' en un departamento pequeño donde vivía antes. Ahí me empecé a sanar. Llevaba mi desayuno para allá, escribía y meditaba. Ahora, en este nuevo hogar, puedo tener muchas más.

Hay una necesidad que va mucho más allá de lo estético. Este rincón es el único lugar que tengo para estar en contacto con la tierra. Para mí las plantas son sinónimo de vida. Siento una energía increíble cuando las tengo cerca. Son mis compañeras. Yo siempre digo que mi familia está compuesta por mis plantas, mi gata Juanita y mi hijo Edgar.

En las mañanas las saludo a todas. Hay que estar pendiente para que no se ofendan. Le limpio cada una de sus hojas con un algodón y medito sentada al lado de ellas. También les hablo. Con la que más converso es con el ficus. Es mi cómplice de pega. Cuando arrendaba una oficina, lo llevé para que me cuidara. Le decía: "vas a ser mi compañero, y me vas a proteger a mí y a mis pacientes".

Me encanta cuidarlas. Quiero que se sientan en fiesta todos los días. No son un adorno. Cuando les toca riego, que es una vez por semana, hago turnos para llevármelas a la tina. Les doy una ducha y les pongo música. Después, las saco a la terraza a todas juntas para que tomen sol. La Juanita me acompaña en todo el ritual. A ella le fascina compartir con las plantas. Hay veces que incluso quedan llenas de pelos. Siento que también las necesita un montón. Edgar, mi hijo, se muere de la risa conmigo, pero una vez me comentó que gracias a las plantas el departamento pasó a ser un hogar".

Carolina Salvo tiene 41 años y se dedica al quiromasaje restaurativo. También da talleres de desintoxicación diaria y tiene su propia página web 'Porque te hace bien',  de salud y bienestar.

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