El auge de la tecnología para el cuidado de los niños

Desde monitores de guaguas, relojes con GPS, clips inteligentes para el asiento del automóvil, hasta aparatos clínicos para el monitoreo del menor prematuro son parte de la oferta en el mercado.


Celulares, tablets o consolas de videojuego son parte de la tecnología que los padres hoy en día están poniendo en mano de su hijos. E incluso la ficción ha tenido una visión futura al respecto. En el episodio “Arkangel”, de la serie de Netflix “Black Mirror”, una padre opta por implantarle un chip a su hija para así poder controlar lo que ve y siente. La realidad, el mercado actual está lejos de eso, pero crece cada vez más y de forma progresiva. Mucho más impulsado por la pandemia y la alternativas disponibles para los usuarios tratan de cubrir las distintas necesidades sin caer lo abusivo.

Monitores de bebé, alarmas para saber si se quedó al interior del auto, sensores de signos vitales, de movimiento o incluso de sonido para saber, por ejemplo, si uno de los más pequeños está despierto o se está quejando, forman parte del catálogo y que ha cobrado mayor interés por parte de la población. Uno de los ejemplos locales más relevantes es el de SoyMomo, una startup iniciada en 2016 y que se ha expandido con creces en estos años. Desde Chile, ya están en Perú, España y Alemania. Y el próximo año aterrizarán en Colombia y México, y tienen a Francia en el horizonte, dependiendo de cómo progresen las conversaciones con los inversionistas.

En su lista de productos cuentan con tablets especialmente fabricadas para los niños, con control parental, listado de aplicaciones seguras y todo lo necesario para prevenir el cyberbullying o acoso. E incluso evitar el consumo de contenido inapropiado. Lo mismo con sus relojes inteligentes, que permiten a los padres comunicarse con sus hijos y, a través de pantallas táctiles y una cámara incorporada, pueden realizar videollamadas.

Ambos canales, comenta su director ejecutivo, tuvieron un comportamiento distinto durante la pandemia. El primero, creció mucho debido al inicio de la teleeducación y el modelo híbrido que adoptaron los colegios, y los papás se aseguraron con aparatos que se preocuparan por la ciberseguridad de niñas y niños. Pero el segundo decreció, debido a que los menores pasaban más tiempo en casa y en espacios de menor riesgo. Pero la categoría que creció más fuerte en la historia de la empresa en el primer año fue el monitor de bebé e incluso es el más vendido en el país.

Lanzado a fines de 2019, y motivado porque uno de los miembros del equipo tuvo un bebé y era muy frustrante para él comprar lo que había en el mercado, se decidieron a crear su Baby Monitor. “Por lo general eran pantallas de dos pulgadas o muy chicas, que ni siquiera puedes ver si tu hijo está respirando, además de caros y mala calidad, por eso creímos que los padres se merecían algo mejor”, dice Madrid.

Lo ideal, afirma el ejecutivo, es que los monitores deben entregar tranquilidad y no deben ser equipos que pierdan la colección, no se pueda supervisar bien los estados del menor y resguardar si respira correctamente. “Son criaturas muy débiles y por eso es importante, para nuestra paz mental, poder ver que están bien y, si algo malo está pasando, poder actuar lo más rápido posible”, añade.

El crecimiento del segmento, plantea, se da por el aumento de los “niños o bebés Covid”. Antes los padres, plantea, podían tener a alguien que se hiciera cargo de los menores y podían trabajar, cocinar o hacer su vida social sin necesidad de estar pendiente en todo momento de las guaguas. “Pero ahora con la pandemia es complicado meter a alguien externo a tu casa, y debes seguir tu vida con tu bebé ahí y, bajo esa línea, los monitores son útiles, porque no suponen riesgos ni peligro de contagio para ellos y, definitivamente, se ha impulsado la adopción de la tecnología porque no puedes meter a gente de afuera a tu casa”, desarrolla.

Y la oferta de monitores, en general, crece constantemente. No solo en el país, que ya cuenta con un amplio catálogo desitios e-commerce y tiendas que suplen las necesidades de los padres con respecto al cuidado de sus hijos, sino también en el extranjero y en la red. Por ejemplo, en los portales de crowdfunding Indiegogo y Kickstarter se pueden encontrar múltiples alternativas de proyectos que, cada vez con más tecnología, pretenden entregar más seguridad dentro del hogar y que demuestran el mayor interés por parte de los usuarios.

En el caso de Bella, es un monitor de bebé que recaudó en menos de tres horas más de cinco mil libras para su desarrollo y, actualmente, lleva cerca de veintiún mil y sigue concitando interés. Lo mismo con el Baby Mood de Chillaxbaby, el monitor ADA -esta vez sin pantalla, pero que envía notificaciones a los celulares de los padres en caso de sonido, movimiento y cuando el bebé despierte-, entre otros tantos.

Así mismo los monitores de signos vitales. Esta vez sin pantalla, mantienen a los padres atentos a cualquier cambio o alteración que tenga el bebé y envían alertas a los dispositivos móviles y generan una base de datos. En las plataformas de recaudacion, MonBaby y Mary son un ejemplo de ello. Y ya comercializándose están los productos de la española Liip, la argentina Biotrend Koala, o calcetín inteligente de Owlet, entre otras tantas alternativas y que siguen masificándose. Y que, a pesar de no contar con pantallas, no solamente permiten escuchen a los bebés, sino también medir sus pulsaciones y demás signos vitales.

Al alcance de la mano

Con el paso de los años, ha ido ganando terreno en el sector. Cada vez son más las marcas que lanzan al mercado relojes inteligentes especialmente orientados a los niños. Xiaomi, por ejemplo, este año lanzó al menos dos modelos para los más pequeños y que funcionan como plataformas educativas. Eso sí, cada vez pareciera más necesario el recurrir a dispositivos que tengan geolocalización y servicio de mensajería o llamado directo a la muñeca de los niños. Evidentemente los padres, preocupados quizás por el trayecto al colegio de sus hijos, o incluso para tener conocimiento sobre su ubicación, recurren a estos aparatos.

Más allá de las marcas, existen también compañías de telefonía, como Claro, que disponen de distintos servicios. Por ejemplo, existe Safe Kids, que es un reloj inteligente con el cual los más pequeños pueden comunicarse con personas predefinidas, mientras que los tutores tienen una aplicación para geolocalizar a su niño y contactarse por un chat de voz. También suman un servicio SOS, con el que se pueden mandar señales de alerta y contienen un monitoreo en tiempo real de la ubicación.

“Las innovaciones tecnológicas son una gran ventaja para el cuidado de los niños”, dice Francisco Guzmán, director de Claro empresas. Hoy, añade el ejecutivo, “existen sensores que permiten avisar a los padres si hay cambios de temperatura al interior del auto o en un modelo de silla, y los monitores de vigilancia se han ido perfeccionando con el tiempo, incluso cuentan con sensores de signos vitales. En ese sentido podemos ver cómo tecnología como el IoT son un aliado para la calidad de vida de las personas”En la salud y desde el mundo académico”.

Cuidado de canguro

En 2011 Camilo Anabalón estaba cursando su magíster en Stuttgart, Alemania. Para terminar con el proceso, tenía que hacer su tesis y, en ese momento, tenía los contactos de un instituto de investigación que trabajaba con los hospitales de la ciudad. Una vez, cuando tuvo que visitar una sala de neonatología en un hospital de la zona por un proyecto de innovación, se dio cuenta que habían necesidades sumamente relevantes para los pacientes y sus familias.

Según describe, en esas visitas veía a las guaguas en máquinas incubadoras, aislados de sus madres, y los doctores tenían todas las pantallas y monitores afuera de las habitaciones para hacer seguimiento a los menores. Y el contacto con los bebés era mínimo. “Pero lo que más sorprendió fue que , al salir, estaban los padres esperando a poder entrar y tocar a su hijo y, en la investigación posterior, surgió que los niños que tienen contacto de piel con sus madres se mejoran hasta un 50% más rápido y, para los prematuros, es fundamental que así sea”, recuerda. Y ahí surgió el desafío de pensar cómo reconectar a los bebés y a las madres para ayudarlos a mejorar más rápido.

La respuesta a esa duda, dice, fue replicar las técnicas de cuidado de canguro que realizan las madres. No querían replicarlas, pero se planteó el poder entregarlo al bebé, aunque esté aislado, algo que tendría solo con el contacto físico. Comenzó entonces a desarrollar un colchón activo y que le permite, a través de un módulo de sensores con forma de tortuga y que las madres deben abrazar, tomar los latidos y movimientos de respiración de estas, y replicarlos en el colchón. Cuando la mamá respira, este se infla. Y cuando exhala, se desinfla. “Y eso permite, entonces, tener un poco esa experiencia que tendría el menor solo sobre su pecho”, plantea.

El sistema, llamado BabyBe, está compuesto por tres partes. El primero es la tortuga, el colchón y el módulo de control, que conecta las dos primeras y controla la inflación y deflación. “Usa entonces la señal de la tortuga para inflar y desinflar según la madre respire y, por otra parte, permite traducir los latidos del corazón a sonido, que se le entrega al bebé en el colchón con un sistema de audio y eso genera una grabación de respiración y latidos”, explica. Con ese registro, luego se le puede mantener durante todo el día al bebé, para que así pueda mejorar más rápido y fortalezca el vínculo con la mamá.

BabyBe consta de tres partes. La tortuga, como contenedor de sensores; el intermediario, que es el módulo de control que envía las señales; y el colchón, que traduce los datos a sonidos, inflación y deflación.

Su creador dice que es en un producto que se enmarca en una nueva manera de entender el tratamiento con los pacientes. “Antiguamente se les veía como aparatos que hay que reparar, pero hoy se considera más relevante verlo como una persona y que es parte de una familia. Y la interacción con su familia, su madre, genera beneficios fisiológicos”, explica. Además, dice que la forma de la tortuga no es porque sea “un animal simpático”, sino porque puede tomarse como si un bebé fuera y tiene un peso similar, que también ayuda a la madre.

El proyecto tuvo un largo camino desde 2011 y ha formado parte de distintas iniciativas y participado en distintas aceleradoras -es parte de la séptima generación de Start-Up chile y postularon también a HAX, por ejemplo-. Y a mediados año pasado comenzaron conversaciones con Natus, una empresa de dispositivos médicos nortemaericana, y decidió vender BabyBe para darle al producto una plataforma más global y con un potencial de mercado mucho mayos. Ahora hospitales en Alemania, Holanda, Italia, Suecia, entre otros países, cuentan con su tecnología. Por ejemplo, en Londres hay un hospital haciendo investigaciones al respecto y tienen dos unidades. Lo mismo en Boston que, por el lanzamiento del equipo el próximo año en Estados Unidos tienen siete ejemplares.

BabyBe ha tenido distintos modelos, pero todos se centran en poder entregarle ciertas señales del cuerpo de la madre al niño.

Según comenta el actual Product Manager de BabyBe en Natus, lo que hacen es apoyar la interacción de varias maneras. Lo primero, es que las madres hagan cuidado de canguro y carguen al bebé. Eso, en general, no dura más de una hora por riesgos para el menor. Después de eso, se puede ocupar su sistema de forma continua. En general duran entre 30 minutos a 3 horas, pero lo mínimo que se usa la tortuga son 15 minutos. “Porque eso nos permite hacer una grabación y luego un loop de la grabación para el bebé. Y así se la puedes dejar todo el día”, asegura, sobre su tecnología que podría beneficiar a los bebés prematuros, que según distintas estimaciones son un 10% de la totalidad a nivel mundial y es una cifra que crece año a año.

En el caso de Sebastián Ríos, académico de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile y experto del área T.I., comenzó a trabajar el mismo año que Anabalón en un algoritmo que permitiera identificar apneas en pacientes pediátricos. Dos años después, fue a buscar datos al Hospital Exequiel González Cortes para poder disponer de ellos y probar lo que llevaban avanzado. Ahí fue cuando una doctora le dijo que tenían muchos problemas y que implementar tecnología para ellos era algo muy caro. Que ojalá él, que ya había trabajado con ellos en otro proyecto, los pudiese ayudar.

En el área de lactantes, se les ocurrió construir un sistema para monitorearlos desde las casas y conectarlos con el mismo hospital una vez que fueran dados de alta. Porque cuando se van, en mayoría de los casos, pierden contacto y, si bien el centro capacita a los padres, no son médicos y no pueden accionar de forma directa. Así construyeron un sistema de sensores que pudiera mandar esos datos a los especialistas. Saturación de oxígeno, tono de piel, ánimo, entre otras, se tomaron en cuenta. “Y nuestro desafío era buscar un modelo para poder predecir una crisis respiratoria”, asegura. Justo en ese entonces, comenzaba la tendencia de los wearables y postularon a un Fondef y se adjudicaron unos $120 millones. Compraron sensores y se dieron cuenta que el mejor ambiente para desarrollar su sistema de monitoreo era a nivel intrahospitalario.

Con el sistema creado por Sebastián Ríos, los especialistas pueden monitorear en tiempo real y desde sus casas, el estado de salud y riesgo de los lactantes en el hospital.

Lo primero que hicieron fue digitalizar los datos de los pacientes, que en su totalidad estaban en fichas de papel. Se consiguieron tablets a través de donaciones y cada una de estas comenzó a ser el nuevo método de registro para los menores. A los monitores a los lados de las camas, soldaron las tablet. Entonces, el equipo de enfermeras toma las pantallas, mide los signos vitales y los ingresa al sistema y pone los datos en tiempo real. El algoritmo toma la información y devuelve al personal médico los índices de riesgo del bebé, que le puede avisar, por ejemplo, si se puso mejor o peor que antes. Además, los mismos médicos pueden revisar la información desde sus casas y ordenar acciones al personal presente en el recinto.

“En el caso de los niños, no te pueden decir si están bien o peor. Los lactantes no hablan y no saben decir lo que sienten, entonces en ese ambiente es importante lo biomédico pero entender el patrón. La anomalía ayuda entender el riesgo. Y la observación es importante. Color de la piel, tono muscular, etc. Para los más chicos es relevante y ayuda así a mejorar la seguridad en la atención”, afirma. El sistema permite al personal presente, según el índice que calcule el algoritmo, adelantar un monitoreo, e incluso si está bien agendarlo para dos o tres horas más. Pero si está en rojo, recurrir de inmediato.

El próximo paso, pero que quedó en suspensión debido a la falta de madurez de los sensores presentes en el mercado, es la posibilidad de monitorear directamente a los pacientes una vez que regresen a sus casas. Además, otro impedimento puede ser el costo de implementación para los hospitales, que se acerca a los $30 millones según Ríos, quien afirma que es un valor menor en comparación a toda la investigación que hay detrás.

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