Raphael Bergoeing: "Reducción de jornada debe acompañarse de flexibilidad para aumentar la productividad"

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Presidente de la comisión nacional de productividad sostiene que aplicar estas variables por separado puede terminar satisfaciendo un anhelo político en la discusión, pero no resuelve el problema de fondo.


Revertir las continuas caídas en los niveles de productividad en Chile ha sido una de las constantes preocupaciones en la discusión de los últimos tiempos. Y es que mucho se ha hablado de lo afectada que se vería la productividad con una rebaja de horas, tal como se plantea hoy día. Frente a esto, el economista y presidente de la Comisión Nacional de Productividad (CNP), Raphael Bergoeing, entró al debate para defender el rol clave que juega en términos de aumentar la productividad, el acompañamiento de la reducción horaria y flexibilidad.

Ahora el gobierno y la oposición están enfrentados en un proyecto que reduce la jornada laboral, ¿cuál es su visión al respecto?

-La reducción de la jornada laboral por sí sola no tiene efectos positivos en la productividad agregada. Para que la tenga, debe acompañarse de flexibilidad. Y es que aplicar la reducción de la jornada por separado solo satisface un anhelo que tiene cada lado en la discusión, pero no resuelve el problema. Lo que se debe hacer es dar un ejemplo para otras reformas y avanzar en paralelo en dos cambios que en conjunto nos dejen mejor, con más flexibilidad, y con un buen efecto en productividad permitiendo simultáneamente menos horas trabajadas. Creo que el foco debe ser ese: una política con la que trabajadores y empresarios obtienen lo que quieren, al mismo tiempo que están dispuestos a ceder. Sería una importante señal.

¿Chile está preparado para una reducción de jornada tal como se plantea hoy día?

-Espero que terminemos con una jornada menos extensa y al mismo tiempo más flexible. Desde la preocupación por el crecimiento, llevamos mucho tiempo esperando poder avanzar en esta materia, porque el mercado global hoy es más exigente y requiere tener una estructura laboral, para que se ajuste a los ciclos productivos internacionales y ser competitivos. Si tenemos la oportunidad de avanzar en esta dirección deberíamos hacerlo. Aún cuando esto signifique asumir un costo mayor de producción que resulte de la imposición de 41 horas. Sí considero relevante que se haga con gradualidad y se vaya estudiando su impacto durante el proceso.

Entonces, ¿una reducción de jornada tiene un impacto en la productividad?

-Lo que tiene un impacto en la productividad a nivel agregado no es la reducción de horas, sino la flexibilidad, que a su vez genera mayor productividad. Pero lo clave es que esta mayor eficiencia no se traduzca solo en mayores utilidades para las empresas, sino igualmente en mejores condiciones para los trabajadores. De hecho, creo que ello permitiría no solo reducir las horas trabajadas, sino que debiera aumentar los salarios.

Luego de la indicación del Ejecutivo, el empresariado ha manifestado su incertidumbre por los costos laborales ¿Qué opina?

-Esta indicación impone un costo mayor por las menores horas a todo evento, pero amplía la flexibilidad a promedios definidos trimestralmente. Ahí está entrampado el debate hoy. Pero la verdad es que no sabemos exactamente cuánto subirán esos costos y beneficios. Sí sabemos que hay empresas que van estar mejor que con la primera versión del proyecto y hay otras que pueden aprovechar la mayor flexibilidad y terminarán mejor. Por eso es importante avanzar con gradualidad y evaluar durante el camino los impactos.

Desde hace una década o más Chile viene teniendo problemas en productividad y por ello siempre está dentro de los discursos de los presidentes. ¿Se habla mucho, pero se hace poco desde las políticas públicas?

-Efectivamente. Los datos muestran que Chile ha ido desacelerando su capacidad de mejorar su eficiencia agregada. Es decir, ha perdido su capacidad de producir más con los mismos recursos. Y esto va más allá de un gobierno, porque aplicar medidas pro productividad es muy difícil: en el corto plazo tienen costos, porque exigen cambiar la manera como hacemos las cosas, y políticamente son complicados de asumir. Además, los beneficios que generan esas políticas van a ocurrir en el futuro, probablemente más allá del gobierno actual. Ello dificulta que las autoridades, con tantos desafíos pendientes, quieran avanzar en esta dirección.

Según el último The Conference Board, la productividad de los trabajadores chilenos por hora subió 2,6% en 2018 y en 2019 subiría 2,8%, ¿cómo lo interpreta?

-Eso nos refleja que luego de un período de cuatro años en el que crecimos al 1,8%, en el 2018 logramos crecer al 4%. Y ello, en parte tiene que ver con que fuimos capaces de producir más por trabajador. Pero para analizar la productividad debemos hacerlo a largo plazo. Solo el tiempo dirá cuando hayamos mejorado estructuralmente nuestra productividad agregada. Desde la CNP esperamos que las recomendaciones que estamos realizando ayuden a que el país retome un mayor crecimiento de su eficiencia y pueda seguir avanzando con mayor rapidez en la dirección correcta. De todos modos, ello exigirá que, una vez que acordamos políticamente las reformas, estas sean bien evaluadas y su diseño se base en evidencia técnica.

¿La población migrante que ha llegado debería impactar en una mayor productividad?

-Sin ninguna duda. La evidencia lo muestra, y por varias razones: son más resilientes, más dispuestos a emprender, más tolerantes al fracaso, todas razones relevantes para contribuir al crecimiento de la productividad.

¿Qué informes o áreas específicas están realizando como CNP?

-Estamos realizando en paralelo tres informes. El primero consiste en un análisis regulatorio en cinco sectores claves para la inversión, el segundo, estudia la eficiencia hospitalaria en intervenciones quirúrgicas, y por último, también estamos trabajando en el informe anual de productividad que la Comisión publica cada enero.

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