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Otro llamado de atención para Asia

Por segunda vez en tres años, la recuperación económica global está en riesgo. En 2008 el problema fue la crisis de las hipotecas subprime originada en EEUU Hoy el problema es la deuda soberana que ha fabricado Europa. Todos los países de Asia deberían prestar atención a las señales de alarma, ya que la región depende de las exportaciones y no puede darse el lujo de ignorar turbulencias que afectan a sus dos fuentes principales de demanda externa.

De hecho, las consecuencias de ambas crisis serán duraderas. Los consumidores estadounidenses (cuya demanda todavía representa 71% del PIB de EEUU) aún se debaten en las garras de una recesión de balance, similar a la ocurrida en Japón. En los 15 trimestres desde el inicio en 2008, el gasto real de los consumidores aumentó a un anémico ritmo de 0,4% anual.

Es la primera vez que EEUU, el principal consumidor mundial, muestra semejante debilidad durante tanto tiempo. Hasta que los hogares estadounidenses avancen en reducir el endeudamiento excesivo y reconstruyan el ahorro personal, el lastre de los balances negativos tendrá a la economía de EEUU a ritmo de tortuga.

Es probable que suceda algo similar en Europa. Incluso partiendo del supuesto (que hoy parece sumamente arriesgado) de que la eurozona sobreviva, las perspectivas de la economía europea son desoladoras. Las economías periféricas desarticuladas por la crisis (Grecia, Irlanda, Portugal, Italia e incluso España) ya están en recesión. Al mismo tiempo, en el núcleo antes sólido formado por Alemania y Francia, el crecimiento también está bajo amenaza: los principales indicadores (en especial, la caída de cifras de pedidos en Alemania) muestran signos ominosos de debilidad.

Por si fuera poco, es probable que en los años venideros la austeridad fiscal limite la demanda agregada y que la insuficiente capitalización de los bancos reduzca el crédito (lo cual es un problema grave en el sistema europeo de intermediación crediticia, centrado en la banca), de modo que una recesión paneuropea parece inevitable.

Es difícil imaginar cómo se las arreglará Asia para seguir siendo un oasis de prosperidad. Pero el poder de la negación es grande y confiar en exceso en el propio impulso es tentador. Después de todo, la región lleva varios años avanzando a tanta velocidad que es natural pensar que puede hacer frente sin dificultad a cualquier desafío. Ojalá fuera tan fácil, pero no lo es: la vulnerabilidad de Asia a las perturbaciones externas es mayor que antes. Al principio de la Gran Recesión 2008-2009, las exportaciones se habían disparado hasta alcanzar un histórico 44% del PIB combinado de los mercados emergentes asiáticos, es decir, diez puntos porcentuales por sobre el valor registrado durante la crisis asiática de 1997 y 1998.

Si bien a partir de 2000 y superada la crisis, Asia se concentró en corregir las vulnerabilidades financieras que habían provocado el desastre (mediante el expediente de amasar enormes reservas de divisas, convertir los déficit de cuenta corriente en superávit y reducir su exposición excesiva al ingreso de capitales volátiles), no pudo poner otra vez en equilibrio la macroestructura de su economía. De hecho, el crecimiento económico de Asia se volvió más dependiente de las exportaciones y de la demanda externa. Por eso, cuando llegó la crisis de 2008-2009, todas las economías experimentaron una marcada desaceleración o directamente cayeron en recesión. No se puede descartar que se produzca algo similar en los meses que vendrán. Superada la pronunciada caída del bienio 2008-2009, en los países emergentes de Asia la participación de las exportaciones dentro del PIB ha vuelto a subir hasta el máximo anterior: alrededor de 44%. La región está otra vez tan expuesta a perturbaciones de la demanda externa como lo estaba antes de declararse la crisis de hipotecas subprime.

Los últimos datos no dejan lugar a dudas: Asia ya está sintiendo el impacto de la nueva crisis global. Igual que hace tres años, China lleva la delantera: el crecimiento anual de sus exportaciones se hundió desde el 31% en octubre de 2010 hasta el 16% en octubre de 2011. Es probable que en los próximos meses la desaceleración se acentúe. Muchos esperan que Asia pueda "desacoplarse", que la región, lanzada a toda máquina, se muestre inmune ante las perturbaciones globales. Pero con la desaceleración actual del crecimiento en toda Asia, esa esperanza parece ser sólo expresión de deseos. La buena noticia es que tal vez el impulso necesario para compensar en parte la caída de las exportaciones y suavizar el aterrizaje de Asia pueda salir de las inversiones. Pero la situación sería totalmente distinta si la eurozona colapsa y se desintegra.

Es el segundo llamado de atención que recibe Asia en tres años. Mientras EEUU (y ahora también Europa) tienen por delante un largo camino hacia su recuperación, las economías emergentes de Asia ya no pueden darse el lujo de sostener su desarrollo en un crecimiento firme de la demanda externa de los países avanzados. A menos que esté dispuesta a aceptar un crecimiento más lento, con absorción más lenta de la mano de obra y mayor riesgo de inestabilidad social, Asia debe tomar la iniciativa y volcarse a los 3 mil 500 millones de consumidores locales. Asia necesita un nuevo equilibrio basado en el consumo.

* El autor es profesor en la Universidad de Yale.

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