Tres recomendables cervezas hechas por mujeres

El equipo de Cervecería Hathor está compuesto principalmente por mujeres. Foto: https://mangomerken.com/

Esta semana, nuestra cronista gastronómica propone conocer tres exitosos proyectos cerveceros liderados por equipos femeninos, premiados en el extranjero, innovadores y con muy especiales métodos de producción: ¿se imaginan tomar una birra que ha fermentado al son de una pieza de música clásica?


En Santiago, Curacaví y Concón, tres mujeres lideran exitosos proyectos cerveceros. Tras cada barril, caminos de perseverancia y creatividad demuestran por qué, desde sus inicios en Mesopotamia, la cerveza siempre ha sido labor de mujeres.

Verónica Carrasco, Marcela Jiménez y Daniela Germain, creadoras de Vericcio, Hathor y Mauco, respectivamente, forman parte de la Comunidad de Mujeres Cerveceras, organización que desde 2019 reúne y promueve la colaboración entre todas quienes dedican su vida a fabricar, vender o promover la cerveza en Chile. Aquí, sus –refrescantes– historias:

La birra del gatito

Fue en los Oktoberfest de Malloco y en las fiestas de Kunstmann en Valdivia donde la ingeniera en alimentos santiaguina Verónica Carrasco descubrió su amor por la cerveza. “En este tiempo ya se estaba viendo un movimiento latinoamericano en torno a la cerveza”, cuenta. Sin duda, su formación profesional la ayudó cuando, al salir de la universidad, se compró un equipo de cerveza casera de 30 litros y se lanzó a la producción.

A pesar de su limitado presupuesto de recién recibida, invirtió en ir a catas de cerveza para aprender de estilos y calidades; “Ahí me empecé a familiarizar con el rubro”, recuerda. Pronto pudo comenzar a producir 50 litros, y en 2015 comenzó a vender y a enviar muestras de sus cervezas a copas y concursos para tener feedback y mejorar. “Ahí empezaron a salir bien ponderadas; siempre había cosas que mejorar, pero les iba bastante bien a varias de ellas”, dice Verónica, quien encontró en esos buenos comentarios una motivación para seguir, aunque la cervecería fuera solo una actividad paralela a su trabajo como ingeniera.

El salto lo dio cuando fue mamá, ese mismo 2015: durante su postnatal hizo mucha cerveza y cuando volvió a trabajar, solamente a medio tiempo, dedicó la jornada restante a hacer cerveza. “Después de seis meses estaba agotadísima, y ahí dije: ‘Ya, o me dedico a esto o agarro una oportunidad de trabajo’”, cuenta.

Hoy Verónica Carrasco está probando estilos más novedosos, como una blonde ale con jengibre y cardamomo, que se sumarán a su premiada producción.

Fueron años duros, donde “la única manera de crecer era reinvertir todo lo poco que ganaba”. Recién este año, cuenta, se ganó un fondo de Sercotec.

El esfuerzo dio frutos: en 2019, su Oatmeal Stout fue elegida como la mejor del mundo en su estilo en el World Beer Awards (Inglaterra). En 2021 pudo ampliar su producción a 500 litros, divididos entre un taller en el barrio Matta y otro espacio que comparte en Cerrillos. Optimista, espera que se mantenga el crecimiento que hoy experimenta. Hoy, por ejemplo, se da el lujo de probar con estilos más novedosos, como una rubia ahumada ideal para el asado, una refrescante sour con pomelo –muy baja en alcohol– y una blonde ale sorprendente, cuya receta incluye jengibre y cardamomo. ¿Sed?

Su cerveza, también conocida como “la birra del gatito” por sus etiquetas gatunas, se puede probar en Barra Experimental, Bar Viejo Simón, Honesto Mike, Pulento Joe y Katako Vegan. También se puede comprar directo a través de su Instagram @cervezavericcio

Una producción con conciencia

Marcela Jiménez es química de profesión y, tras un largo camino de emprendimiento, hoy está dedicada en un cien por ciento a Hathor, su cervecería en Curacaví. Hace más de diez años, tras quedar cesante, comenzó a producir partidas de 20 litros de cerveza en su casa, que vendía a amigos y a amigos de amigos.

Tras repartir por un buen tiempo en Santiago –con un carrito de feria y viajando en bus–, sus padres la instaron a dar el salto. La apoyaron con un préstamo para comprarse un furgón y con el apoyo moral que necesitaba para creerse el cuento. En ese momento, Marcela se dio cuenta de que esto bien podría ser un negocio, y junto a su entonces socia decidió crear una marca y profesionalizar la producción. En un principio Marcela invirtió todos sus ahorros y, con el tiempo, fue postulando y ganando varios fondos del Estado que fueron de gran ayuda para el crecimiento de Hathor.

Desde el principio la idea fue trabajar con mujeres. “Venimos del mundo feminista y nos hacía mucho sentido tener ese enfoque”, comenta Marcela, quien continúa trabajando con su ex socia –que la ayuda algunos días de la semana en producción–; también con Paula, a cargo de ventas y marketing, y con Josselyn, quien desde hace poco también trabaja en producción. “Nos interesa trabajar con mujeres de la zona: Josselyn es de acá y no sabía nada de cerveza; hoy se maneja bastante”, dice.

“Antes iba a los bares a vender; ahora los bares nos llaman a nosotras porque quieren tener nuestra cerveza", cuenta Marcela Jiménez.

Aparte de varios premios internacionales por su ya famosa Extra Foreign Stout y su fresca Belgian Pale Ale –éxito de ventas–, Hathor ha tenido muy buena recepción en la escena cervecera nacional. “Antes iba a los bares a vender; ahora los bares nos llaman a nosotras porque quieren tener nuestra cerveza… eso es bonito y es producto de un buen trabajo, hecho con amor, con buena energía y convicciones”, cuenta emocionada.

Hoy Hathor produce 3.500 litros mensuales, con miras a ampliarse a 5.000 litros. Pero Marcela no pretende crecer indefinidamente: “Abarcar tanto tiene impactos en los demás. Vivo en una zona rural y no me imaginaría una monstruosidad de cervecería; el agua es de todos y hay que tener respeto. Con una mayor producción tu huella de carbono aumenta y eso no es bueno”, dice. Eso sí que es cerveza buena.

Compras en la web de Hathor; por Instagram, en @cervezahathor o vía Whatsapp al +569 7667 9887. También se puede probar en 236 Beer Garden, Truff, Chueca Bar, Santa Cebada, Sácate Una Cosita, El Mesón, La Maestranza y en otros lugares que Marcela va comunicando en sus redes sociales.

Levaduras al son de la música

Daniela Germain es una viñamarina ingeniera en alimentos, ingeniera civil industrial y, además, pianista clásica. Sin embargo, siempre supo que ser emprendedora sería su norte; por eso decidió renunciar a su trabajo y junto a su pareja –argentino y emprendedor cervecero desde 2005– “orquestar un proyecto familiar” en torno a la cerveza de categoría premium. Durante tres años diseñaron una planta, consiguieron los equipos y los permisos necesarios, y también sumaron a Andrea, cineasta bonaerense, hoy una de las maestras cerveceras y clave en la parte visual de la marca.

Sin embargo, lo que más llama la atención de Mauco –además de la alta calidad de la cerveza– es su elaboración: “Tengo un piano en la fábrica donde les toco a las cervezas durante parte de su proceso. Creo que cada molécula de cualquier ser vivo tiene la capacidad de vibrar a distintas frecuencias, y que eso puede generar mejoras en los procesos biológicos de cada ser”, explica Daniela, para quien la música es parte de la esencia de su creación. “En el caso de las levaduras, pienso que estando en un ambiente donde además de tiempo, temperatura y nutrientes se agrega música, debiese resultar una fermentación mucho más eficaz y feliz, y así es”.

"Tengo un piano en la fábrica donde les toco a las cervezas durante parte de su proceso", cuenta Natalia Germain, quien estimula su producción con distintas piezas musicales.

También es diferenciador su equipo de trabajo: “Hay un químico, un ingeniero en bioprocesos, un informático, un médico, una ilustradora, una cineasta, y cada uno, desde su mirada única, entrega una visión que se traduce finalmente en las cervezas que hacemos”.

Mauco –cuyo nombre viene del cerro que abraza la desembocadura del río Aconcagua en Concón– ofrece cervezas como la Misa Negra y la Misa Roja, una barley wine de 14,6% y una imperial stout de 13% respectivamente Ambas son añejadas por un año en barricas previamente utilizadas por viñateros de la zona, fermentadas cada una con piezas musicales diferentes. Aparte, cada una viene con un playlist de música clásica para escuchar en casa mientras se bebe, que incluye, entre otras piezas, las variaciones Goldberg de Bach.

Respecto de los planes para el futuro, Daniela cuenta que les gustaría generar un espacio “donde la cerveza cree un entrelazamiento cuántico con el mundo del arte, porque hay arte en nuestra cerveza y qué mejor que haya cerveza también en el arte”. Sin duda, un universo por explorar.

En Santiago, Mauco se puede encontrar en los bares Pepperland y Cantina Montt. También se puede comprar directo en su web o en el Instagram @cervezamauco.

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