El drama que el SAE no puede resolver

SEÑOR DIRECTOR:
El 19 de noviembre finalizó el período complementario de postulación del SAE, una etapa especialmente sensible para miles de familias que aún no logran asegurar un cupo en un colegio de su preferencia. Las cifras muestran dos cosas ocurriendo en simultáneo: por un lado, uno de cada dos estudiantes no queda en su primera opción, pero al mismo tiempo, uno de cada cuatro niños estudia en escuelas de calidad deficiente.
Detrás de cada número hay una familia que enfrenta decisiones difíciles. Muchas deberán aceptar vacantes en colegios de desempeño medio bajo o insuficiente, lejos de sus hogares o en proyectos educativos que, por diversas razones, no los convocan.
Nos escandaliza, con razón, el que familias se vean obligadas a meter a su hijo en colegios de mala calidad, y cargamos contra el SAE. La verdad es que podemos hacer miles de cambios al proceso para reemplazar la famosa tómbola, pero eso no va a cambiar la oferta existente. El foco debe estar en tener mejores escuelas y cómo lograr que las deficientes sean reemplazadas por las de buen desempeño.
Hoy existen alternativas simples que podrían mejorar la situación, pero la normativa vigente las bloquea. En distintos territorios, colegios de alta calidad están disponibles para asumir la administración de establecimientos con dificultades, crecer o desarrollar nuevos proyectos educativos.
Por eso, más urgente que reformar el mecanismo de selección es habilitar instrumentos flexibles que permitan mejorar con rapidez la oferta educativa, facilitando que proyectos sólidos apoyen o reemplacen a los que hoy no cumplen con estándares mínimos y no satisfacen a las familias. Mientras esto no ocurra, el SAE seguirá cumpliendo una función ingrata: entregar buenas oportunidades educativas solo a algunos privilegiados.
José Manuel Astorga
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