SEÑOR DIRECTOR:

Nuevamente el INBA y el Instituto Nacional vuelven a ocupar los titulares, pero no por la formación integral de sus estudiantes, sino por la vulneración más absoluta del principio de autoridad.

Resulta incomprensible que, pese a los esfuerzos del sostenedor por contener la violencia, el reinado de los llamados overoles blancos continúe sin contrapeso. El Estado, una vez más, parece ausente: su monopolio de la fuerza no ha logrado imponerse ante quienes, amparados en una larga tradición de rebeldía política, han encontrado el escenario perfecto para ejercer la violencia con impunidad, mientras la autoridad queda reducida a su mínima expresión.

La sociedad no puede permanecer indiferente. Lo que ocurre no es un hecho aislado, sino el síntoma de un mal mayor: la renuncia progresiva al principio de autoridad en los espacios educativos. Si la escuela -institución llamada a formar ciudadanos libres, críticos y responsables- se ve cooptada por grupos violentistas, entonces el futuro de la educación queda seriamente amenazado.

Es un deber del Estado velar por el orden y la seguridad, por lo que el Ministerio de Educación debe introducir modificaciones sustanciales a su proyecto de ley sobre convivencia escolar. Llegó el momento de reconocer como una urgencia en nuestro sistema educativo, la restauración del principio de autoridad.

Juan José Llorente

Fundación Jaime Guzmán