Rey del porno, ícono de la libertad de expresión y enemigo de Trump: las múltiples batallas del fallecido Larry Flynt
El creador de la revista Hustler, uno de los personajes más singulares y polémicos de la cultura popular estadounidense, fue un campeón del mal gusto y pionero en el negocio del sexo explícito, pero también un férreo defensor de la Primera Enmienda, activista de la sátira y enemigo de la clase política de su país, sobre todo de los republicanos. En 1996 Milos Forman llevó al cine la contradictoria biografía del empresario, que murió ayer en Los Angeles a los 78 años.

Larry Flynt nació en la miseria del condado de Magoffin durante los años posteriores a la Gran Depresión, para terminar sus días en una mansión con decoración digna de Versalles en la llamada “milla dorada” de Beverly Hills. Pero reducir su historia de vida a un simple tránsito desde la pobreza rural de Kentucky a un imperio empresarial con sede en Hollywood no sólo sería reduccionista, sino también injusto con una biografía contradictoria y fascinante.
En el camino, Flynt abandonó su hogar siendo un quinceañero, se enlistó en el ejército usando un certificado de nacimiento falso y luego en la marina -donde llegó a ser el operador a cargo del radar del USS Enterprise y participó en la misión en la que el portaaviones recuperó la cápsula especial de John Glenn-, desarrolló habilidades para el poker, fue por un tiempo contrabandista de alcohol y usando algunos ahorros fue abriendo diversos bares en Ohio, uno de ellos con oferta de bailarinas desnudas y bautizado como club Hustler, convertido luego en una franquicia que expandió a diversos estados. Le fue tan bien con el negocio que incluso compró un pequeño diario local de Dayton (Ohio).
Esos primeros retazos de su prehistoria terminaron moldeando al personaje multidimensional en que se convertiría. Un tipo con buen radar para los negocios, siempre al límite de las leyes y las buenas costumbres y con aspiración de influir en la opinión pública de su país. Algo que terminó logrando de la mano de Hustler (1974), la primera revista de porno duro y explícito en Norteamérica -en contraposición a sus rivales Penthouse y Playboy, más “artísticas” en cierto modo- así como el eje de su imperio financiero y el brazo editorial que le permitió participar, durante casi medio siglo, en el debate público y como activista de la libertad de expresión, la abolición de la pena de muerte y la defensa del matrimonio homosexual, entre otras causas.

Diversas batallas que Flynt, postrado en una silla de ruedas desde 1978 tras los disparos que recibió del asesino serial Joseph Paul Franklin, no abandonó hasta su muerte, oficializada anoche por su representante. Una aparente falla cardíaca habría terminado con la vida del empresario a sus 78 años, quien falleció mientras dormía en el hospital Cedars-Sinai de Los Angeles rodeado por familiares y Elizabeth Berrios, su quinta esposa desde 1998 y antes de eso su enfermera personal.
Pese a sus dificultades para desplazarse y para hablar, los últimos años fueron especialmente activos para Flynt sobre todo con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, uno de sus enemigos acérrimos. Si bien en 1984 amagó con una candidatura presidencial por el partido republicano, en los años posteriores siempre se mostró más cercano a los demócratas, aunque les dio a todos por igual, ofreciendo dinero a cambio de pistas sobre los escándalos sexuales de políticos de lado y lado. “George Washington no era capaz de mentir, Richard Nixon no era capaz de decir la verdad y Trump no es capaz de distinguir una cosa de la otra”, dijo al diario El País en 2017, en una de sus últimas entrevistas.
En octubre de ese año, meses después de la asunción del republicano, ofreció una recompensa de $10 millones de dólares por cualquier evidencia que pudiera sustentar un impeachment contra el ahora expresidente. Dos años después, diversos congresistas republicanos recibieron en sus casas y oficinas una tarjeta de Navidad remitida desde LFP Inc (Larry Flynt Publications), que incluía una caricatura de Trump siendo asesinado a balazos en la Quinta Avenida de Nueva York.
Que Flynt haya decidido enviar esas cartas no sólo fue por su histórica distancia con el magnate y con todo el partido conservador estadounidense (“No digo que todos los republicanos sean racistas. Digo que si eres racista, tu partido es el republicano”, sentenció alguna vez); también porque la ley lo facultaba para mandar esas cartas sin sufrir consecuencias. Un derecho que él mismo se ganó en tribunales tres décadas antes.
En el que debe haber sido su juicio más conocido, en 1983 fue demandado por Jerry Falwell, uno de los más populares televangelistas de la era Reagan, luego que Hustler publicara una entrevista falsa donde el pastor supuestamente revelaba que su primer encuentro sexual había sido con su propia madre. El reverendo pidió una indemnización por 45 millones de dólares pero el Tribunal Supremo, en una sentencia histórica, dictaminó que la sátira es una forma de libertad de expresión protegida por la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense.
El caso sentó jurisprudencia - otras demandas a caricaturistas no prosperaron al no poder probarse daño- y la entrevista ficticia se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos civiles.

“Me he pasado la vida luchando por la Primera Enmienda y ningún dictador extranjero me va a quitar mi derecho a la libertad de expresión”, dijo años después, cuando unos hackers ligados a Corea del Norte atacaron Sony Pictures antes del estreno de la película La entrevista, una parodia al dictador norcoreano Kim Jong-un protagonizada por Seth Rogen, ante lo cual Flynt decidió hacer un remake porno de la cinta.
No fue este su único vínculo con la industria cinematográfica. Además de expandir su imperio al mundo de la pornografía audiovisual y por internet a través de Hustler TV, el empresario fue retratado en Larry Flynt: el nombre del escándalo, la película biográfica que dirigió Milos Forman en 1996 con Woody Harrelson en un protagónico que le valió nominación al Oscar y la cantante Courtney Love como Althea Flynt, su cuarta esposa y pieza clave en el éxito de Hustler. En la cinta, el propio Flynt tiene un cameo como uno de los jueces de Ohio que falló a su favor en el caso Falwell.
Si bien la película consigue perfilar al empresario como un héroe atípico y casi accidental de la lucha por la libre expresión, parte de la crítica consideró en su momento que omitía su compleja y algo ambigua relación con las mujeres y sus derechos.
En medio del éxito en salas del filme de Forman, la activista feminista Gloria Steinem escribió una columna de opinión en The New York Times donde sentenciaba que “un pornógrafo no es un héroe”. Allí, la periodista argumentó que “Hustler es descrita como de mal gusto en el peor de los casos, y tal vez incluso honesta, por mostrar desnudez total. Pero lo que queda fuera son las imágenes de la revista de mujeres golpeadas, torturadas y violadas, sometidas a degradaciones desde la bestialidad hasta la esclavitud sexual”.
Y de todo eso hubo en la revista desde su debut en kioskos en 1974. Flynt declaró alguna vez que Playboy y Penthouse “presentaban su pornografía como si fuera arte”, y que parte de su apuesta fue por lo explícito, porque “intuí que el sexo crudo era lo que los hombres querían, y tenía razón”. Así, durante años, la publicación incluyó páginas con genitales femeninos en primer plano, diversas parafilias y una famosa portada de 1978 que mostraba a una mujer desnuda pasando por una picadora de carne y convertida en hamburguesa. Si bien el propio Flynt argumentó que se trataba de una crítica a la industria del porno (“no aceptaremos más mujeres usadas como pedazo de carne”, señaló), la jugada le pesó para siempre.
Un episodio que ilustra las contradicciones y grises de uno de los personajes más singulares de la cultura popular estadounidense, quien al tiempo que conducía un imperio de pornografía que llegó a controlar 400 millones de dólares, era capaz de patrocinar ONGs contra el abuso infantil y la violencia juvenil, así como financiar investigaciones científicas sobre la médula espinal, tal vez esperando encontrar su propia cura.
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