Manuel García: “Mis canciones nunca han sido sobre contingencias”

Sólo la voz y la guitarra dan vida a Compañera de este viaje, el flamante séptimo álbum de Manuel García, su primer trabajo tras cumplir 50 años. Los recelos a la canción social, sus favoritos en las seis cuerdas, las expectativas sobre el proceso constituyente y qué piensa cuando lo tildan de aburrido, el artista de Arica responde.


50 y contando:

“Trabajé mucho con el concepto y el sentido de los 50 años, la sensación de haber vivido más de la mitad de la vida, y que de cierta manera ya se tuvo oportunidades de hacer ciertas cosas. Escuchas campanas como plazos finales, y se abren expectativas pensando que ojalá lo acumulado y la experiencia den cuenta de nuevos resultados estéticos y artísticos, tanto a nivel de los contactos que puedas tener con otras personas, el aprendizaje mismo de los errores. O sea, hacer virtud de la carencia. Me planteé los 50 años desde la visión del caminante. Si algo se ha hecho, bien o mal, se ha hecho caminando, recorriendo, buscando el mundo. Las canciones son un pequeño muestrario de lo que va en tu maleta cuando vas y vienes de un lugar a otro, que mostraran esta realidad de compartir, tener amigos en otros lugares, de hacer tangible lo intangible, que es el aroma de una comida, la cultura que uno descubre en otros sitios. Funcioné más en torno a mis propios 50 años en este tiempo tan distinto y curioso entre estallidos y pandemias, que hacia el exterior. Lo de la crónica social desde la canción escrita como una tarea a propósito o como una construcción altruista de pie forzado es algo que esquivo”.

El estallido social no cabe en el disco:

“Me parece que sobra entusiasmo cuando los movimientos sociales tan quemantes generan mucho material artístico, como si fuera la única temática de qué preocuparse. Aunque se me vincula desde una óptica de cantor social, mis canciones nunca han sido sobre contingencias. Si tomas apuntes de lo que pasa y llevas tu bitácora artística de manera honesta, seguro se cuelan cosas que te pasan a ti y al vecino. Pero esa crónica que anota el día a día noticioso, para mí son palabras de un arte mayor. Lo hicieron Violeta Parra, John Lennon, Silvio Rodríguez. No estoy contra esa canción pero les salen mejor a los sabios, como a veces les resultan a los jóvenes por su impulso y ganas de decir, porque es la realidad que viven y no han visto otras para ponderar. En cambio, con la reflexión de la guitarra, que tiene un arte de más rebusque en el buen sentido, por ahí es raro cuando alguien te cuenta a través de una canción las mismas cosas que uno piensa, reflexiona, siente. Esa autoridad que se enfrenta a ti no tiene una sorpresa o un ingrediente más humilde de por medio, más pegado a las preguntas que a las respuestas”.

Proceso constituyente:

“Una de las patas que afirme la mesa tiene que ser la política, que algunos la quieren dejar fuera como herramienta de trabajo de este nuevo proceso, porque se supone que está muy deslegitimada, etcétera, pero es una forma de articular realidades mientras no tengamos otros paradigmas. Lo otro es lo social fuera de la política en todos sus estamentos. Me gustaría que eso tuviera una relevancia en el sentido de que lo social no solo se construye con la nueva Constitución, sino como una especie de conciencia entre nosotros como sociedad. La política no va a resolver todo. Hay que replantearse, pero no desde la energía desatada que en un momento puede ser legítima, pero luego se puede volver un asunto de inestabilidad grave para el país, volver a salir a la calle a incendiarlo todo porque no estamos contentos con un proceso”.

Otra cosa es con guitarra:

“He tratado de que el disco no sea biográfico. Esa es una problemática cuando uno escribe canciones. Prefiero que la experiencia y la imaginación estén al servicio de lo literario. Compañera de este viaje es una canción que me la gatilló gente conocida mayor, y conmovido por El agente topo, donde hice una versión de Te quiero, de José Luis Perales. En el título de este disco hay una metáfora de la guitarra como compañera. Siempre pongo atención al misterio de la guitarra de Atahualpa Yupanqui. Sigo mucho al uruguayo Osiris Rodríguez Castillos, guitarra magistral, ojo a La Galponera. Silvio Rodríguez en Al final de este viaje (1978), un disco de una belleza inalcanzable. O Camarón de la Isla con Paco de Lucía, que nos dan una noción de hasta qué punto una voz y una guitarra pueden tener una orquestación”.

Esos discos con mi nombre:

“Cuando alguien los pone en una situación equis, y me pregunta si me molesta, no hay problema, porque a veces no los he escuchado en 10 años, o uno no los quiere escuchar por miedo a encontrarse con más defectos que virtudes. Me he sorprendido bastante de lo que está hecho, canciones que me gustan más de lo que creí. Algunos discos me parece que tienen canciones de más, otros con líneas pretenciosas sobre todo de estilo, cosas de la época de Mecánica Popular. Hay material súper bonito para una banda garage, pero toda esa parte que pretendía ser como Radiohead no tiene sentido, porque no están los ambientes ni los espacios ni la ingeniería para sonar así, no estamos en Inglaterra tampoco. Hay una cosa un poco infantil y pretenciosa”.

Dicen que soy aburrido:

“Me da risa que se cansen tanto en ponerle una emoción a algo que no les gusta. Si lo que a uno no le gusta, no le gusta. No le emociona de mala manera, no le perturba. Y si te perturba, es un segundo. Es lo mismo con la gente y Arjona, como si las bases de su música fueran a destruir la filosofía de la literatura universal. No les gusta y punto, y más tarde, suele pasar, capaz que les guste por lo freak. Tomo nota cuando me dicen que algo está muy aburrido o muy lento, o muy enrevesado con mucha metáfora, o la voz de estos personajes de bigote y barba cantando como niños chicos porque tienen la voz alta. Yo mismo podría dar una amplia lista de todo lo que no me gusta de mi propia música”.

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