Reseña de libros: de María José Navia a Satoshi Yagisawa

La escritora María José Navia. Foto: Isabel Wagemann.

Todo lo que Aprendimos en las Películas, el premiado libro de cuentos de la escritora chilena; Mis Días en la Librería Morisaki, la delicada novela del autor japonés, y un álbum ilustrado que promueve el encuentro en torno a las diferencias, en las lecturas de la semana.


Todo lo que Aprendimos de las Películas, de María José Navia (Páginas de Espuma)

“Las películas siempre nos mienten”, dice la narradora de Mal de ojo, el cuento que abre esta notable colección de relatos. La vida no es como las películas, pero las escenas se quedan con nosotros y nos acompañan. Eventualmente, la literatura logra también ese efecto. Y es lo que ocurre con los cuentos de María José Navia: sus escenas, sus palabras y su voz resuenan en el lector. Finalista del premio Rivera del Duero, en España, el libro lo integran 10 cuentos que exploran en las relaciones, los afectos, las pérdidas, los sueños rotos; historias de padres e hijos, de madres e hijas, de parejas, de maternidades imposibles, todas ellas conectadas por hilos invisibles y abrazadas por una voz narrativa auténtica, íntima y cercana. El amor al cine atraviesa el conjunto, pero no es un libro cinéfilo, sino películas integran las vidas de sus personajes: “Imagino mi vida con un parche pirata. Como Joyce. O esa enfermera sexy y malvada de Kill Bill”, dice la narradora del primer relato, donde ella está perdiendo la vista y en la consulta conoce a un niño diabético cuyos ojos “sufren por otra razón y no por el azúcar”. Sofisticado, culto y conmovedor, el libro cierra con un cuento que refiere a Manchester by the Sea, “esa película triste que escondía en su centro otra película más triste, una revelación demoledora”.

Mis Días en la Librería Morisaki, de Satoshi Yagisawa (Letras de Plata)

De un día para otro, el mundo de Tatako se vino abajo: “Perdí el trabajo y a mi novio de un plumazo; me sentía como si me hubiesen arrojado al vacío”. A los 25 años, a Tatako le rompieron el corazón. Su vida en Tokio se limitaba al trabajo, y con su familia lejos, en la isla de Kyushu, perdió el interés en salir de casa. Pero entonces su excéntrico tío Satoru, dueño de una antigua librería en el barrio de Jinbocho, la invitó a quedarse con él. La librería Morisaki perteneció a su familia por generaciones y es una vieja tienda de dos pisos, en un sector tranquilo y aislado, un paraíso para los lectores: es el barrio de los libros y las editoriales. Y aunque Tatako no es lectora, encuentra calma y comienza a descubrir un mundo entre las páginas amarillas de los libros. “Un lugar importante, inolvidable: eso es para mí la librería Morisaki”, dice. Poco a poco los libros le descubrirán secretos, emociones, la conectarán con otras vidas y con otros lectores.  “Y, cuanto más leía, más quería leer... aquellos libros viejos escondían historias inimaginables para mí. Y no me refiero solo a lo que narraban. En cada uno encontraba rastros del pasado”, dice. Un libro intimista, bello y delicado: una declaración de amor a la lectura y desde luego a las librerías.

Encuentros Cercanos (del Tipo Silvestre), de Carla Infanta y Cristián Prado (Recrea)

La escritora Carla Infanta y el ilustrador Cristián Prado se reúnen y juntan talentos en este libro álbum que propone encuentro singulares en el reino animal: un elefante y una tortuga, como ilustra la portada o un mapache y una mariposa de alas azules. Todos ellos son distintos, pero algo los une: “Al avanzar en este camino,/ a muchos conocerás.../ Algunos grandes y/ otros pequeños serán... / Y eso no está bien, ni mal,/ las cosas simplementos son así/ aquí y en todo lugar”, dicen los autores. Editado en tapas duras, las imágenes y sus colores se despliegan a página completa, acompañadas en la cara enfrentada por lecturas precisas, concisas y evocadoras que resaltan el encuentro a través de la diferencia. “¡Un brillo de aurora boreal,/ veo en tu aleta dorsal!/ ¡Puedes nadar! ¡Puedes volar!”, es la lectura que acompaña a la ilustración de un pez naranjo que salta de un agujero a otro agujero en el hielo, ante la mirada asombrada de una pequeña foca blanca. “Somos distintos.../ Pero nos salva el mismo instinto,/ del destino escapamos con un solo brinco”, dice el texto que abraza el encuentro de un conejo y un saltamontes. El mundo está hecho de diferencias y eso está perfecto, dicen los autores, porque “enriquece nuestros encuentros”.

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