Christopher Cross a fondo: “Mi amigo Frank Zappa era un genio”
Autor de clásicos del soft rock como Sailing, Ride Like The Wind y Never Be The Same, Cristopher Cross proviene de la tradición guitarrera de su natal Texas. A días de presentarse junto a Toto en el Claro Arena, conversa con Culto sobre su amistad con Zappa, Billy Gibbons y el arte perdido de ser un músico de sesión.

Christopher Cross (74) conversa con Culto vía Zoom desde Nueva York con una calma que parece emanar de alguno de sus hits radiales de comienzos de los años 80.
Vive entre la Gran Manzana y Texas, donde nació y vivió gran parte de su vida. Repasa su existencia como una interminable carretera desértica, llena de momentos improbables, cual road movie ambientada en su tierra natal. Esta semana regresará al país para saldar una deuda de décadas con los fans que lo siguieron desde su debut homónimo de 1979, ese que le arrebató de las manos el Grammy a Pink Floyd con su monumental The Wall.
Si bien Cross ya se había presentado en Chile en el Sun Monticello en formato íntimo y fue alguna vez invitado selecto en Martes 13 esta será su primera vez en un gran recinto y –además- compartiendo escenario con Toto, banda cuyos integrantes pertenecen a la misma escuela que la suya, la de los músicos de sesión, preparados para todo. ¿La fecha? Este jueves 11 en el estadio Claro Arena.

“Los fans llevan años preguntando cuándo iba a volver a Chile. Me alegra muchísimo poder hacerlo por fin”, dice con tono cálido.
En la era del streaming, esta vez su música se reencontrará con un público diverso, mezcla de nostálgicos y jóvenes que lo descubrieron gracias al revival del denominado yacht rock. Christopher Cross cuenta que su propia hija estuvo detrás del título que reavivó el interés por el género: “Mi hija Madison en realidad produjo el documental. Lo llevó a HBO y lo produjo ella misma”. Aún así, reconoce que su relación con la etiqueta es ambivalente: “Es una cosa de amor-odio. No me gusta esa asociación con los yates, los oligarcas, o la riqueza”.
Por las barbas de Billy Gibbons
Aunque Cross sea sinónimo de soft rock, en Texas el blues es una religión y la guitarra es un instrumento de supervivencia. Allí crecieron músicos que definieron su carrera, como Billy Gibbons de ZZ Top, con quien mantiene amistad permanente; Eric Johnson y el mismísimo Stevie Ray Vaughan, quien dejó una marca emocional y estética en todo ese circuito.
“Sigo muy cercano a Billy, hablamos todo el tiempo”, comenta. Habla de cómo el fantasma de Robert Johnson sique latiendo; de Jimi Hendrix, y recuerda que en Austin abundan los guitarristas jóvenes que intentan replicar a Stevie Ray. Él mismo les dice que no lo hagan. “Nunca serán Stevie”, ríe.
Y en ese espacio aparece una anécdota que ronda el mito: la idea de que la Stratocaster de Stevie Ray originalmente fue propiedad de Cross, quien fue a empeñarla en una tienda y al día siguiente la compró Ray Vaughan, para transformarla en su icónica “number one”. Cross se ríe. Ni siquiera el hermano de Stevie puede confirmar aquella leyenda. Pero a Cross le gusta creerlo. A veces, en el blues, las historias importan más que las certezas.
Reemplazando a Ritchie Blackmore
Otra de aquellas historias grandiosas incluye el momento en que un joven Christopher Cross reemplazó a Ritchie Blackmore en un concierto de Deep Purple. Ocurrió cuando Cross era un desconocido guitarrista local y Blackmore cayó enfermo. Algo que en la era de los reels y stories parece imperdonable, pero, por supuesto, nadie tomó fotos ni videos de tamaño acontecimiento. Eric Johnson, quien abrió el show con su banda Mariani, fue testigo directo.
Décadas después, Blackmore llamó a Cross para que relatara aquella noche en un documental. Quería dejar constancia de una rareza: muchos músicos legendarios se sentaron alguna vez con Deep Purple, pero nadie lo había reemplazado en vivo excepto por Christopher Cross. Una de esas credenciales que no se lucen, pero que dicen todo. La habilidad con la guitarra de Cross es evidente en su hit Ride like the wind, donde el texano anota un solo de antología.
Fue ese mismo solo el que le hizo recibir un telefonazo clave: Donald Fagen quería que grabara para Steely Dan. Para cualquier músico, este era un honor supremo. Steely Dan tenía un estándar quirúrgico y, desde su álbum Katy Lied en adelante, Larry Carlton se había vuelto casi un guitarrista residente, esculpiendo solos complejos e infranqueables.
El track asignado era Third World Man, cuyo solo terminó siendo, justamente, uno de los momentos cumbre de Carlton. “El mundo tuvo suerte de que yo no tocara ahí”, dice Cross, reconociendo que nadie podía superar esa interpretación. No quiso acudir al llamado de The Dan, y hasta el día de hoy se ríe al recordarlo. Jeff Porcaro de Toto también pasó por las filas de Steely Dan; al igual que Steve Gadd, Hugh McCracken, Denny Dias, Tom Scott, Wayne Shorter, Phil Woods, Bernard Purdie, Jeff Baxter, y obviamente Michael McDonald, el rey del yacht rock.
Prácticamente el adjetivo yacht rock no es más que una gran bolsa de gatos para burlarse de músicos que, con la sensibilidad en el jazz y el alma en el rock, podían, con precisión, tomar cualquier carta de acordes y hacerse cargo de una canción para cualquiera. Una responsabilidad y un deber que no muchos pueden asumir y que hoy, es prácticamente un oficio extinto. En el hit Arthur’s theme de Cross, co-escrito junto a Burt Bacharach para el filme Arthur, tocan nada menos que tres miembros de Toto: Steve Lukather, Jeff Porcaro y David Hungate.
Zappa lo aprueba
Entre las anécdotas sorprendentes de Cross está su amistad con el irrepetible Frank Zappa. El vínculo nació gracias a Arthur Barrow, bajista de Zappa y amigo de la infancia de Cross. Barrow le hizo escuchar Ride like the wind a Zappa, quien quiso versionarla en vivo y para lo cual invitó a Cross –quien no pudo asistir-.
Semanas más tarde, el cantautor recibió por correo un cassette con la etiqueta que decía “Zappa Wind”, donde Frank interpretaba la canción junto a Al Di Meola. Todo un honor.
“Lo tengo guardado. Es uno de los regalos más grandes de mi vida, él fue una influencia para mí”, dice con orgullo y agradecimiento. Zappa incluso compuso en cinco minutos una respuesta irónica a Ride like the wind, titulada Teenage wind, registrada en el álbum en vivo Ahoy There! Nada más maravilloso en el mundo que tener una de tus canciones recibiendo el “tratamiento Frank”.
Cuando finalmente Cross y Zappa lograron conocerse en persona, Frank lo puso a prueba: quería saber si realmente era tan cierto que el texano le tenía como influencia, o si estaba solamente inflando una historia.
En respuesta, el hombre de Sailing respondió citando versos de Only in It for the Money. Zappa le sonrió, satisfecho. Cross recuerda un detalle que mucha gente no conoce: Frank Zappa no consumía drogas ni alcohol. No necesitaba nada externo para echar a andar su creatividad. “Era un genio”, suelta Cross.
LSD Soundsystem
El hit Ride like the wind, fue escrito en un viaje desde Houston a Austin, con Cross bajo los efectos del LSD, e inspirado luego de que el músico había tocado en vivo una versión de Nineteen hundred and eighty five de McCartney.
La carretera inagotable, el sol y la emoción de cruzar a México —una frontera que, según dice, era sinónimo de libertad y caos— reverberaron en su mente y todo cuajó. Hoy, en cambio, los adolescentes son diferentes. Cross se ríe, asegurando de que, al enterarse de los orígenes psicodélicos de la canción, hay fans jóvenes que se escandalizan y le comentan que “no volverán a escuchar su música influenciada por las drogas”.

Inevitablemente el recuerdo apunta a aquél gran monólogo de Bill Hicks sampleado por Tool en su más alto tótem Third Eye, donde el comediante recomienda tirar a la basura todos los discos legendarios, ya que todos fueron creados bajo estados alterados: The Doors, The Beatles, Bowie, Pink Floyd, escoge el clásico que quieras.
En Texas, en el año 2019, Cross fue inducido en Hall of Fame del Texas Heritage Songwriters Association, junto a su amigo Billy Gibbons y Steve Earle. Un reconocimiento que unió su trayectoria con la de dos figuras fundamentales del rock estadounidense, coterráneos suyos. Para Cross, fue un homenaje a un camino que siempre combinó virtuosismo, melodía y una ética de trabajo rigurosa.
“Me alegra mucho haber tenido mi carrera cuando la tuve, porque había un ciclo vital. La compañía discográfica te daba el dinero para hacer el álbum, lo lanzabas, ibas a la radio, ibas a la tienda de discos, promoción, lo hacías de nuevo y salías de gira. Hoy en día, los chicos pueden sentarse en su living con Pro Tools y hacer un álbum por nada. Pero el problema es: ¿cómo logran que ese álbum sea escuchado? Van a Spotify, van a YouTube, pero está tan saturado. Así que es bastante difícil. Pero también diré que ese proceso los mantiene un poco en una burbuja. No creo que estén expuestos a aprender a leer música y escribir música. A un tipo como Luke –de Toto- su padre le dijo: ‘Mira, si vas a tocar guitarra, vas a aprender a hacerlo bien’. E hizo que Luke tomara clases con un gran maestro, y Luke sabe leer y es un músico realmente capacitado”.
Cross lo remata con firmeza pero entendimiento a la vez: “Este es, de algún modo, un arte perdido. Alguien como Keith Carlock, -que toca con Steely Dan- tiene un estilo muy único porque es un baterista de jazz, pero tiene un feel de rock y pop. Muchos bateristas de ahora, los chicos más jóvenes, tienen una técnica increíble, pero es pura técnica, ¿sabes?, no pueden tocar un ‘pocket’. Y luego tienes a los jazzistas que tampoco tienen suficiente feel para tocar pop. Tipos como Keith y Steve Gadd están empezando a desaparecer”. Ante esa realización, Cross apunta la dura realidad: “En aquella era de la música en la que estábamos todos juntos, todo se basaba en tener cierta formación clásica o una formación real”, explica.
Por ello, su regreso a Chile en el Claro Arena es más que un repaso por los éxitos. La rigurosidad de sus músicos comparte aquella ética. Con ellos, dice Cross, no necesita ensayar.
“En la banda muchos músicos son de Francia, y todos tienen formación: fueron a conservatorios, aprendieron jazz, pero pueden tocar pop. Para mí eso funciona increíble, porque, si contrato a un bajista nuevo —como cuando contraté a Travis Carlton, que es el hijo de Larry Carlton- o sucede que lo conozco desde que nació, o tengo sus referencias porque me lo recomendó un músico que yo respeto. Todo eso es suficiente para mí. Los músicos simplemente leen la música y listo. Ni siquiera tienes que ensayar con ellos, porque sabes que son grandes músicos si su pedigrí es haber tocado con la gente adecuada”. Imposible zozobrar de esa forma.
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