
Francisco Ortega: “La Historia es la gran épica de nuestros pueblos, nuestra novela de aventuras”
Por estos días, el reconocido escritor nacional publica dos libros. El primero, Tesoros chilenos (Planeta), hace un rescate de aquellas leyendas originadas en la tradición oral popular que dan cuenta de fabulosos tesoros escondidos en Chile a lo largo de los siglos. El segundo, Aventuras en la historia de Chile (Planeta Junior), es una novela infantil donde los niños aparecen participando en las gestas históricas de la nación. Acá Ortega habla de su gusto por la Historia, su admiración por Oreste Plath y cómo contar el pasado a los pequeños.

Amén de su habitual interés por los misterios de la Historia, el escritor Francisco Ortega (50) tenía pensado cerrar la trilogía que inició con Dioses Chilenos (2017) y continuó con Alienígenas chilenos (2020), libros donde abordó la mitología popular nacional -sobre todo rural- a través del formato periodístico. Un poco recuperando aquellas historias que han pasado de generación en generación a través de la oralidad. Esas que se cuentan compartiendo un caldillo o en la intimidad de una fogata.
La idea de un tercer volumen surgió, según cuenta a Culto, después de una iniciativa frustrada de la que le sobró documentación. “Hubo una idea de hacer algo con hazañas chilenas, incluso con la historia de grandes obras y máquinas chilenas (el puente de Calicanto, el acorazado Latorre, etc). Pero en 2020, participé en el desarrollo de una serie de ficción sobre el tesoro de Juan Fernández junto a Julio Rojas y Catalina Calcagni para Amazon Prime, donde aparte de guionizar, estuve a cargo de la Biblia de investigación histórica. La serie se desarrolló pero por costos y el riesgo de rodar en Juan Fernández con adolescentes (era muy Stranger Things) no pasó a green light”.
“Entonces me quedé con mucho material y que antes de esa investigación desconocía: se supone que el tesoro de Juan Fernández es el mayor de occidente, con el triple de oro y plata que la encontrada en la Tumba de Tutankamón, que sus redes llegan al imperio británico, que además hay objetos con un poder místico sacado de una película de Indiana Jones, como la Llave del Muro de las Lamentaciones -que se supone abre los cofres dentro de los cuales estarían el Santo Grial (en algún lugar de Francia) y el Arca de la Alianza (en algún lugar de África)-. Ese fue el gatillante que me llevó a empezar a buscar primero historias de piratas, porque un primer manuscrito era eso, ‘Piratas Chilenos’. Pero luego aparecieron más historias, vinculadas al oro inca, a ciudades perdidas, a reliquias de la guerra del pacífico, entierros y así se armó la idea final de Tesoros Chilenos, como un recorrido de Arica a Punta Arenas tras 88 tesoros repartidos por esta geografía mágica. No son todos, hay bastantes más, pero escogí a 88 que tenían buenas historias”.

Así surgió Tesoros chilenos (Planeta), un volumen donde Ortega repasa todos aquellos mitos que hablan de tesoros enterrados y ciudades fabulosas hechas de oro (algo así como El Dorado local). Desde el tesoro de La Quintrala, el botín que trajo José de San Martín en el cruce de Los Andes, el oro inca enterrado en Vitacura hasta la cuantiosa fortuna del pirata Bartolomé Sharp, todo narrado en clave thriller y teoría conspirativa. Algo así como una actualización siglo XXI del trabajo de Oreste Plath, el célebre recopilador de las tradiciones nacionales.
En general, estas son historias que se pierden en el tiempo o que tienen un componente más legendario, ¿cómo manejaste la línea entre el rigor histórico y la narrativa atractiva?
No dejando que la verdad arruinara una buena historia. Yo no sé si lo que me contó la señora Ema de Collupilli acerca de que siendo niña acompañó a su papá a buscar un entierro es cierto. O si es verdad que el papá de la señora Irene Contreras de Temuco vio un pulpo gigantesco cuando trató de ir por el oro del barco John Elder naufragado frente a Constitución. Tampoco me importa, son sus verdades, sus historias, a ellos se los contaron o lo vivieron, yo no soy quién para juzgar desde mi racionalidad citadina y universitaria si eso ocurrió, lo que me interesan son sus historias, recuperar la oralidad del mito chileno para el siglo XXI por encima del rigor histórico. Este no es un libro de historia, es un libro de historias.
Varios de estos tesoros tienen que ver con ciudades fantásticas hechas de oro, como la leyenda de El Dorado, ¿por qué crees que se repite tanto ese patrón?
La ciudad perdida es un gran arquetipo de este continente. Los relatos de urbes perdidas son anteriores incluso a la llegada de los españoles, estaban en los relatos de los originarios. De hecho Teotihuacan era una ciudad perdida para los mexicas de Tenochtitlan. Entonces esos relatos se mezclaron con la búsqueda de oro y fortuna de los conquistadores. Hubo unos que partieron a Norteamérica buscando Cíbola o la Fuente de la Juventud. Otros rastrearon América del Sur tras El Dorado, Akator o Paititi, entre otras 7 ciudades de oro que se supone se ocultan en nuestro continente. Y en Chile y Argentina aparecen en el norte Tolopampa, Pacha Pulai y hacia el centro sur La Ciudad de las Infantas o Cofralandes o la más famosa de todas que es La Ciudad de los Cesares. Son arquetipos míticos, como lo son la Atlántida o Shangri-La, representan la eterna búsqueda. De hecho La Ciudad de los Cesares es el gran Tesoro Chileno y su búsqueda la gran cacería del oro local. Si Indiana Jones fuera chileno habría un Indiana Jones en la Ciudad de los Césares, no me cabe duda.

Nombras mucho a Oreste Plath y su trabajo. ¿De alguna forma también te propusiste un rescate de las historias tradicionales del país?
Cuando yo era niño quería ser Themo Lobos u Oreste Plath. Eran mis modelos. No aspiraba de grande a ser un Stan Lee o un Stephen King, sino Themo y Oreste, mis ídolos. Mocha Dick está dedicada a Themo Lobos porque esa novela gráfica es mi Mampato, en realidad todo lo que he hecho con Gonzalo Martínez es mi Mampato. Y esta serie que empezó con Dioses Chilenos y termina con Tesoros es mi homenaje a Oreste. Está dedicado a su obra y le hice entrega de ejemplares a Karen Muller, su hija y albacea, en un gesto tan necesario como simbólico.
Hay también elementos conspirativos y hasta de suspenso en varias de las historias. Ese modo de narrarlos, ¿es una especie de actualización de estos relatos?
Sí. Es usar las herramientas del thriller contemporáneo en función de historias en las que estas técnicas aplican. Por ejemplo, todo lo del robo y tráfico de reliquias de la Guerra del Pacífico en el norte mezcla lenguaje de novela de suspenso policial con horror sobrenatural. Mientras los capítulos del Tesoro de los Jesuitas o del oro del Führer en la zona de Osorno corren más en la línea de un relato a lo Dan Brown. Ahí la mitología y el folklore hibridan con el misterio conspiranoico.

¿Cuál de los tesoros narrados en el libro tiene un significado más personal para ti y por qué?
Por todo lo que implica y lo que descubrí en esta investigación, tengo dos capítulos favoritos. El del tesoro de la Catrala/Quintrala, por lo rara de esa historia y por la naturalidad con la que me lo contaron los protagonistas, como si que se te aparezca un fantasma fuera lo más natural del mundo. Y el de la fragata Wager, dada la obsesión de mi entrevistado por encontrarlo. Creo que ese capítulo más que el relato de un tesoro perdido, es el de un chileno extraordinario como es Cristian Donoso, una mezcla entre explorador decimonónico y deportista de alto rendimiento, que para variar es más reconocido fuera de Chile que acá.
¿Crees que en Chile sabemos sobre nuestros tesoros?
Sí, todos hemos escuchado de estas historias, como por ejemplo el tesoro de los Jesuitas que al menos en Santiago es una leyenda urbana. O que decir de Francis Drake en Copiapó o Antofagasta. Lo que si ignoramos es la historia completa tras estos tesoros y las vidas de personajes que se han obsesionado en buscarlos y es eso lo que aportan estás páginas: historias de la historia.
¿Crees que Tesoros Chilenos puede inspirar a nuevas generaciones a interesarse por la historia y el patrimonio del país?
Me gustaría pensarlo. También que nuevos aventureros se lancen a buscar estos tesoros, por eso el libro lleva un mapa. Esta es una guía de 88 lugares para hacerse muy rico en Chile si no le tienen miedo a la aventura y a posibles maldiciones.

“Una clase de historia como relato de espionaje”
Por estos días, Ortega también está en librerías con otro volumen, pero dirigido al público más pequeño de la casa. Se trata de Aventuras en la historia de Chile (Planeta Junior), un libro de literatura infantil hecho en coautoría con Gonzalo Martínez, donde ofrecen una serie de relatos ambientados en diversos momentos de la Historia de Chile donde los protagonistas son los niños.
“Es un libro conarrado con Gonzalo Martínez, es mitad comic e ilustración y mitad narración -explica Ortega-. Por un lado, está llevar la idea de la novela histórica al formato del cuento para niños, donde a través de la aventura de personajes de 12 o 13 años se cuentan episodios de nuestra historia que van desde miles de años en el pasado con un chico que adopta un cachorro de Tigre Dientes de Sable a episodios más contemporáneos. La idea es que no entren a la historia patria a través de la díada hecho y fecha, sino del relato de un personaje como ellos, que le tocó estar en un episodio particular de nuestra historia. Las herramientas de la ficción LIJ y del cómic al servicio de la historia”.

¿Crees que los niños debieran conocer más de la historia, más allá del dato y la fecha?
Esa es precisamente nuestra motivación autoral. Sacar a los niños y a los lectores en general, de esa aburrida dicotomía de la fecha y el dato y reemplazarla por la aventura, la acción. Llevar lo que hacen autores como Ken Follett, por ejemplo, al formato del cuento infanto juvenil moderno. Una clase de historia como relato de espionaje, como pasa en el cuento acerca de la red de espías de Javiera Carrera en 1810.
La historia está presente en otros de tus libros, ¿por qué te gusta la historia?
Porque es la gran épica de nuestros pueblos, nuestra novela de aventuras, porque en el fondo es una gran construcción de ficción basada en hechos reales. Da lo mismo si hay pruebas de que los hechos fueron como nos los contaron o como no nos lo contaron, es un constructo narrativo donde cabe todo. Y en lo personal para recuperar ese sentido de aventura que creo se ha perdido. En este libro, con Gonzalo descubrimos cosas que ignorábamos, como que en el cruce de los Andes efectivamente participo un guía que tenía 12 años o que Gabriela Mistral fue muy activa contra el fascismo italiano antes de la Segunda Guerra Mundial. Este libro es una declaración de principios para alumnos y profesores. Un mira, las clases de historia pueden ser tan emocionantes como una película Marvel, o incluso más.

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