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Inma Pelegrín, escritora española: “He querido contar que las personas somos capaces de lo mejor y lo peor”

Ganadora del Premio Lumen de Novela, es la autora del volumen Fosca, que ya se encuentra en Chile. En sus páginas narra la historia de un niño sensible que de repente busca resolver un crimen. En charla con Culto, Pelegrín habla del libro, de las masculinidades tóxicas, las novelas sobre lo agreste y el campo, y lo que significa ganar el premio.

Inma Pelegrín, escritora española: “He querido contar que las personas somos capaces de lo mejor y lo peor” (c) Inés Martínez

Gabi es un muchacho algo sensible. Vive en el campo, es el menor de tres hermanos que gozan haciéndole la vida imposible dado su carácter reservado y tiene las manos cubiertas de verruga, lo que lo obliga a usar guantes. No es el macho que se espera que sea, en un entorno agreste. Pero su vida da un vuelco cuando sin querer es testigo de un asesinato: ¿el problema? no fue capaz de retener el rostro del criminal debido a que padece prosopagnosia, un trastorno que hace dificultoso retener los rostros. A pesar de ella, inicia sus propias pesquisas para aclarar el crimen.

Esa es la historia que cuenta Fosca (Lumen), la nueva novela de la escritora española Inma Pelegrín (55), ganadora del Premio Lumen de Novela, distinción que se entrega fundamentalmente a la literatura escrita por mujeres.

Fundamentalmente poeta, Pelegrín es autora de seis poemarios editados en España, incluyendo publicaciones con la importante casa Hiperión. Esta es su primera incursión en la narrativa. En charla con Culto, comenta que la idea de este libro que persiguió mucho tiempo.

Inma Pellegrín

“Creo que la historia que narra la novela me estaba buscando desde hace mucho. Me ha perseguido durante mi vida, a través de grandes coincidencias: El lugar al que me vine a vivir hace unos 30 años (yo antes no vivía en el campo de Lorca), que mi familia fuese originaria de ese lugar, la persona con la que me casé (el hecho de estar en contacto con sus amigos y sus anécdotas de infancia), mi propia infancia que, aunque no fue en el campo, sí fue en un pueblo casi campo, entonces muy pequeño, llamado Vélez Rubio, donde la luz se cortaba, donde no siempre había agua en el grifo, donde hacía un frío que pelaba, donde veía otras realidades de otras familias, además de mi amor por los perros y conocer, en propia carne, la relación tan estrecha que se pude tener con ellos, los conceptos de masculino y femenino con los que crecimos todos los de mi generación”.

“También están las pequeñas coincidencias, sucesos que podrían haber sido insignificantes como que a una amiga le gusten las pizzas de pinchitos morunos que hacen muy cerca del sitio donde está ambientada la novela, que ese lugar se encuentre en el camino que recorro desde mi casa para ir a la playa, los nombres tan sonoros de los caminos que al encontrarse hacen un cruce del camino con un stop o que yo misma tenga dificultad para reconocer las caras como le ocurre a Gabi o que, cuando era niña, era muy frecuente que los niños tuvieran infecciones en la piel por verrugas para las que no había cura y que se intentaban paliar con métodos caseros y rezos. Son muchas las casualidades que me han traído hasta aquí. Podemos llamarlo casualidades o también podemos llamarlo obsesiones. En cualquier caso Joan Margarit decía que la Literatura (la Poesía) se hace con la vida”.

- ¿Cómo fue el proceso de escritura?

- Han sido tres años de pensar mucho, de dejarme llevar y cambiar de rumbo, de perderme y tener que volver a lugar en el que me había perdido. He tirado muchos folios. He vuelto a empezar muchas veces. Escribía un capítulo y luego, cuando lo leía, no me resonaba dentro, entonces tenía que despedirme de él. Creo que eso es lo que más me costaba y que todavía me cuesta cuando escribo; el pequeño duelo que siento al despedirme de una página. Siempre son más cosas las que no pueden ser que las que acaban siendo y eso, a veces, me pone triste. En la escritura me han ayudado mucho el Club renacimiento de Murcia. Uno de sus profesores Ginés Sánchez me hacía de lazarillo cuando no veía hacia dónde debía caminar. Ha sido inestimable su ayuda. Para mí estos cursos han sido vitales, aunque luego, frente a la página en blanco, el escritor siempre está solo. Te pueden decir hacia dónde creen que deberías dirigirte pero el paso debes darlo tú o no darlo con tu propio convencimiento.

- Entiendo que este es su debut en la ficción, usted ha sido preferentemente poeta. ¿Cómo fue para usted incursionar en el género narrativo?

- Me gustaría decir que la Poesía quizás sea también un género de ficción. Al menos, a mí me lo parece. Que la Poesía esté hecha de verdades (quizás, mejor dicho, que esté hecha con la Verdad) no quiere decir que no sea ficción. En cuanto a lo narrativo mis poemas, a veces, han sido criticados por serlo. No sé si esta novela podría verse como un poema largo. Si sé que la historia que cuenta no la podría haber expresado con poemas. De alguna manera ella eligió la manera en que quería ser contada. Debido a mis libros anteriores, me sentía muy segura escribiendo Poesía y me ha encantado esta nueva aventura, la sensación, a ratos, de no saber muy bien lo que estaba haciendo o hacia dónde me llevaba la historia.

- El País calificó esta novela como una “fábula oscura”, ¿está de acuerdo?

- A grandes rasgos, sí. He querido hablar sobre la fragilidad, sobre el miedo y la culpa, sobre el deseo de ser considerado por los demás, la soledad, sobre sentirse un bicho raro, la necesidad de amar que tenemos pese a todo. He querido contar que las personas somos capaces de lo mejor y lo peor. No he querido que tenga moraleja. Simplemente he intentado mostrar una realidad que ha existido y que sigue existiendo. Ya, cada cual, que piense lo que quiera cuando cierre el libro.

- Este chico, Gabi, tiene una sensibilidad especial y debe enfrentar un mundo rural bastante hostil. ¿Pensó en un símil con la gente que vive con capacidades diferentes?, ¿hay un deseo de reflexionar sobre la empatía?

- Sí, este libro trata también de la empatía y la compasión o la carencia de ambas cosas. Habla de ser diferente a los demás que, a fin de cuentas, es ser igual que todos, porque todos somos igual de distintos. No es una coincidencia que a los ojos de Gabi, todos sean iguales, que no pueda distinguir a unas personas de otras. También habla del mundo hostil al que se enfrentan las personas con capacidades diferentes. Denuncia esa hostilidad que, a veces, ejercemos por desconocimiento o por descuido.

- Gabi tiene una dificultad para reconocer los rostros, para reconocer a las personas de la cara, la prosopagnosia. ¿Ha tenido una experiencia cercana que le haya permitido acercarse a esa cualidad y lograr entrar en la subjetividad de Gabi?

- Sí, durante toda mi vida me ha costado muchísimo reconocer una cara; de hecho, sólo cuando he visto a una persona en muchas ocasiones puedo hacerlo y casi me apoyo más en lo que está haciendo o en el lugar en el que se encuentra que en sus rasgos, me dejo guiar para reconocerlo en cosas externas a la cara. Desde niña se me ha dicho que no prestaba atención, que era muy despistada que, básicamente, no me fijaba porque no me daba la gana. La primera vez que alguien me habló de la prosopagnosia ya era mayor (más de 40 años) y fue porque había pasado toda la mañana con esa persona y por la tarde se dio cuenta de que no la reconocía. (Siempre intento que no se me note, pero, en realidad, casi siempre estoy hablando con extraños). Esta persona me dijo: “Sé que no sabes quién soy y soy tal y tal y hemos pasado la mañana juntos. No me lo tomo a mal porque lo mismo que te pasa a ti le pasa a mi padre. Cuando llegues a casa busca prosopagnosia en internet”. Qué alivio saber que aquello tenía un nombre, aunque fuera un nombre tan extraño. Debo reconocer que no sólo he sido y soy despistada para el tema de las caras. Otras cosas, como por ejemplo, los manojos de llaves, los lugares que eligen para esconderse y cómo llegan a ellos, son un misterio para mí. Podemos decir que soy, en general, muy olvidadiza. Comparto ese rasgo con algunas personas de mi familia y hemos acabado por tomárnoslo con humor y decir que nos posee el punto López. Ellos, mis parientes, tienen un grupo de whatshapp que se llama los prosopagnósicos. No puedo describir el consuelo que sentí cuando me lo contó mi prima.

- ¿Hay en la novela algo de expiación de sus demonios internos?

- Claro, yo quería hablar de esta condición porque es una obsesión que me ha seguido desde niña. También quería hablar de lo crueles que podemos llegar a ser con los otros. De que somos capaces de lo mejor y de lo peor. Quería hablar de las contradicciones que nos habitan, de la soledad. Quería hablar de lo que me preocupa, de lo que me duele y de lo que me hace libre.

- ¿Considera que hay una reflexión sobre la masculinidad en esta novela? Los hermanos de Gabi tienden a ser expresión de lo que suele decirse habitualmente de la masculinidad.

- Sí, yo crecí en una sociedad patriarcal, lo sigue siendo. Estaban muy delimitados lo que podían y no podían hacer los hombre y las mujeres, cuál era su lugar y lo que se espera de ellos, es decir, de nosotros. Los roles estaban muy definidos y se castigaba muy severamente a quien no los cumpliese. De alguna manera, tristemente, continúa pasando. Las sociedades han evolucionado en parte, pero sólo en una pequeña parte. Nos queda, como sociedad, mucho por mejorar.

- Esta novela dialoga en parte con ese género de novelas donde está lo agreste, lo marginal, la crudeza del paisaje. ¿Estuvo eso presente mientras escribía?

- Sí, las novelas ocurren en el lugar que ocurren. Yo vivo actualmente en el campo de Lorca, soy testigo de la sequedad, la fosca de verano, la falta de agua para los cultivos, el granizo que machaca los árboles, los inviernos duros, los sabañones, las cosechas heladas. Todo eso ha estado pasando delante de mis ojos durante años. Tuve presente muchas novelas que hablaban de esto mismo que veo cada mañana por mi ventana, pero sobre todo tuve presente lo que estaba viendo cada día. Quiero decir que también hubo días felices y hermosos en los que los pájaros cantaron en los árboles pero estos, claro está, era menos literarios.

- Felicitaciones por el Premio Lumen. ¿Qué significa este reconocimiento para usted?

- Pues un milagro, un regalo, una maravilla. Publicar en la editorial Lumen, indescriptible. Toda mi vida viendo libros con L de Lumen en el lomo en las librerías y en mi casa. (Soy fans de Mafalda). Toda mi vida soñando con ser escritora y uffff, de pronto se hace realidad. No tengo palabras para describir lo que significa.

- ¿Qué viene en adelante?

- Espero que vengan más libros. Para empezar, por lo pronto, otra novela y un poemario. Por soñar que no quede. Ojalá.

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