Por Pablo Retamal N.Mátate, Amor: tras los rastros de la intensa novela de Ariana Harwicz llevada al cine por Lynne Ramsay
La novela de 2012, escrita desde la "antiescritura" y con "ánimo de venganza" en pleno puerperio, explora la maternidad salvaje y sin filtros. Ahora, el crudo y poético universo de Harwicz salta a la pantalla grande de la mano de la directora Lynne Ramsay y protagonizada por Jennifer Lawrence. Una adaptación que ha dividido a la crítica por intentar capturar la densidad inusual de una obra nacida del dolor y la pura vivencia.

Algo que la escritora argentina Ariana Harwicz (47) siempre ha reconocido, es que su escritura se inicia (y habita) desde el centro mismo de sus entrañas. Lo suyo es escribir desde lo visceral, lo apasionado, aquello que no se piensa mucho, sino solo se vive.
Mátate, amor es fruto de esa lógica. Hoy, la novela ha vuelto al primer plano debido a la adaptación cinematográfica dirgida por la escocesa Lynne Ramsay y protagonizada por Jennifer Lawrence y Robert Pattinson.
Original de 2012, Harwicz pretendía ajustar cuentas. De hecho, en el prólogo de Trilogía de la pasión (una edición de Anagrama que recopiló sus tres primeras novelas), señaló que la escribió “con ánimo de venganza“.
“No recuerdo nada salvo eso, que una tarde del final de un verano de tormentas eléctricas de 2011 en mi casa en el campo francés, me tiré al pasto, es decir, ‘me recliné sobre la hierba entre árboles caídos y tuve la impresión de llevar un cuchillo con el que iba a desangrarme de un corte ágil en la yugular’. Recuerdo que me levanté del pasto con el cuello ensangrentado, caminé directo a mi cuarto, entré por la ventana y me senté a escribir la primera frase de lo que sería Mátate, amor. Pero eso no fue escribir. Eso que llaman escribir es mentira, es algo de lo que hay que dudar, eso que llaman escribir es otra cosa siempre, una guerra, caminar sonámbula, ver enemigos en todos lados, es algo de otra dimensión".

En Mátate, amor, leemos la historia de una madre joven y su esposo que se mudan al campo para escapar de la ciudad. Acaban de ser padres, están gestionando como pueden la experiencia, pero para ella ha sido algo muy lejos del habitual discurso de la maternidad. La vemos incómoda, indómita, salvaje. Todo con la habitual prosa densa y espesa característica de Harwicz, escrita como si la narradora estuviese contando su historia con una cerveza en mano a quien quiera oírla. Descansa más en la oralidad que en un constructo literario clásico.
Básicamente, la novela es una exploración de la maternidad, el sexo y la violencia, y se caracteriza por un estilo lírico y poético que contrasta con la cruda realidad de los personajes. La madre, por ejemplo, se siente incómoda en su rol y lo demuestra con intensidad.
“Quería escribir sobre el cuerpo de la mujer, pero no de una manera objetificada o sexualizada. Quería explorar la sensualidad y el deseo desde la perspectiva de una mujer que está lidiando con las demandas de la maternidad y la vida familiar”, dijo Harwicz en una entrevista con el periódico The Guardian en 2018.
Además, la misma Harwicz estaba pasando por un proceso similar que el de su personaje al momento de escribir la novela. También estaba viviendo la maternidad como una experiencia nueva. “Escribí Matate, amor durmiendo con el enloquecedor llanto del bebé encima, mirando a los gatos bajo la escarcha, con roedores desfilando por la casa, con el AJJJAJJJ de una lechuza que escupía los cerebros que no podía deglutir y sin saber que estaba escribiendo una novela, sin ser nada, mucho menos escritora. Qué asco hablar, dice ella, qué asco escribir. Escribir sin saber que se está escribiendo, escribir la antiescritura, el sueño alto de todo escritor".

En términos concretos, la novela trataría sobre la depresión postparto, pero Harwicz siempre ha evitado encajonar su libro de esa manera. En verdad, es todo más sencillo: es cómo vive una mujer su experiencia del puerperio. “No soy médica, simplemente quise retratar mi día a día con un bebé en el campo. Todo lo que está ahí escrito no lo viví, pero lo imaginé. Es una forma de haberlo vivido”, comentó en charla con el medio argentino La Voz.
“Yo hice un estudio sobre qué le pasa a una mujer puérpera en el campo. Nunca pensé que estaba loca. Cuando ponen que ella es bipolar, psicótica o trastornada no es verdad. Para mí es una mujer, bajo los efectos de haber tenido un bebé, aislada, sin su familia e inmigrante”, remarcó.
Asimismo, también ha recalcado que la novela tiene más que ver con las vivencias que con lecturas previas: “Cuando escribí Matate, amor, no estaba leyendo sobre la lucha marxista feminista de Rosa Luxemburgo, Judith Butler o El segundo sexo. Eso lo leí antes, pero no inspiró la obra. Estaba en el campo viendo cómo le sacaban el hígado a los patos para hacer foie gras, las moscas en los ojos de los caballos, los gitanos que duermen en caravanas en los bosques o los ranchos quemados por ataques en la Liberación. La operación de la escritura es obligarse a ver lo que no se ve", dijo a La Nación, en 2023.

Esa misma densidad y locura ha sido uno de los temas que más se ha comentado del filme. Acaso la escritura compleja de Harwicz y la voz tan particular de la protagonista, hicieron que el trabajo de Lynne Ramsay para adaptarla al cine haya sido difícil.
Página 12, por ejemplo, escribió: “Tal vez el principal problema de Matate, amor tenga que ver con eso, con la eterna dificultad de las adaptaciones de darle a la poética literaria una nueva identidad poética puramente cinematográfica, sin caer en la trasposición directa, literal y explícita. Algunas figuras pueden ser profundas y repletas de sentidos cuando se utilizan las palabras adecuadas para crearlas, pero resultan superficiales si se las intenta encasillar en una imagen. Porque no siempre una imagen vale más que mil palabras y el cine, lejos de atarse a las construcciones del lenguaje escrito, lo que necesita es encontrar un vehículo adecuado en su propio lenguaje y bajo sus propias reglas".
El País, de España, en tanto: “Ramsay hace cine a borbotones. Nunca fluye. Su fragmentado modo de narrar le suele venir bien a unas películas que no admiten la lógica de los comportamientos de sus criaturas. El objetivo es crear desasosiego y, al momento, explosiones de júbilo. Casi hasta confundirse unos con otros. El tema de Die My Love,siendo directos y francos, es la depresión posparto, pero a Ramsay nada le interesan la psicología ni la sociedad. Ni siquiera su personaje, al que maltrata de principio a fin".
El New York Times la reseñó de manera más positiva: “El resultado, al final, es el tipo de película que polariza. Es difícil imaginar que te parezca mediocre, y a algunos les parecerá exasperante. Pero a mí me encantó la primera vez que la vi, y me encantó aún más la segunda. No solo porque da un gran giro y conecta, sino porque es el papel en el que quería ver a Lawrence desde que la vi por primera vez en Invierno profundo hace tantos años. Ver a alguien jugársela por completo y conseguirlo es estimulante. Y cuando una película me hace sentir como si acabara de cruzar a nado un río tormentoso y apenas logré salir con vida, bueno, por eso voy al cine".

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