
Pilar Quintana, escritora colombiana: “Las historias de mujeres y sobre mujeres también representan a la humanidad”
Noche Negra se llama la nueva novela de Pilar Quintana, donde a propósito de una vivencia personal narra la historia de una mujer que queda sola en la selva. Enfrenta una situación peligrosa y debe superar sus miedos. "Es un retrato de lo que vivimos las mujeres en todos lados, en la ciudad y en el campo", dijo a Culto.

Durante un tiempo, la escritora Pilar Quintana vivió en la tupida selva del Pacífico colombiano. Sus días pasaban en el calor húmedo de lluvias intensas, bosques tropicales con árboles gigantes como ceibo y palmas, además de orquídeas y bromelias. Unas vivencias en ese hábitat le dispararon la idea de una novela.
“Me fui con mi exesposo a vivir a la selva del Pacífico colombiano con la idea de llevar una vida sencilla en la naturaleza y construir nuestra propia casa con nuestras manos”, comenta a Culto. ¿Qué pasó? “Durante tres meses él se tuvo que ir y yo me quedé sola en la casa, que estaba sin terminar”.
Esos días sola en la selva le dieron el material para escribir una novela. Noche negra, se llama, y acaba de llegar a los escaparates nacionales vía Alfaguara. Cuenta la historia de una mujer, Rosa, que un día se queda viviendo sola en la selva, en una casa a medio terminar y empieza a ser acosada no solo por los vecinos y los animales, sino también por sus miedos. “Noche negra es una novela de ficción que bebe de esa experiencia personal", señala la autora.
Quintana es uno de los nombres literarios más destacados de Colombia en los últimos años y que le han valido reconocimientos como el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana por su novela La perra, en 2017; y el Premio Alfaguara de Novela con Los abismos, en 2021.

-¿Cómo fue el proceso de escritura?
La novela transcurre en 1980, cuando yo tenía ocho años, y la personaje principal, Rosa, es de 1941, cuando faltaba mucho para que yo naciera. Ella creció y vivió en una Colombia de la que no fui testigo. Primero, durante dos años, hice una larga investigación sobre la historia del país de 1940 a 1980, esto es, sobre la historia de la Violencia para poder entender su forma de pensar, su vida universitaria y su relación con Fermín, un personaje secundario muy importante para ella. Al mismo tiempo trabajaba en la configuración de la historia, las acciones y el universo narrativo. Cuando todo eso estuvo claro, me senté a trabajar en el computador. Un año después tenía el primer borrador. Ese primer borrador era mucho más largo y cuando lo releí entendí que debía reducir los días que pasaban y las revelaciones que hacía. Entonces hice un segundo borrador y luego un tercero, que ya empecé a trabajar con mis lectores de confianza y mis editores.
-En La Perra ya habías retratado la selva colombiana. ¿Consideras que con Noche negra exploraste otro lado de la selva que no habías considerado?
Me parece que sí y no, je, je. Las dos novelas transcurren en el mismo universo narrativo. La perra transcurre en a finales de la primera década del 2000. Damaris, la protagonista, es la cuidandera de una casa que pertenece a unas personas que viven en Bogotá y también cuida y limpia la casa de unos vecinos llamados Rosa y Gene que ya no están en su propiedad. Esta Rosa es la protagonista de Noche negra y Gene es su esposo. La historia de Noche negra ocurre muchos años antes que la de La perra. Yo no diría que es una precuela, porque no tienen mucha relación, sino que es un spin off: una historia en el mismo universo sobre otros personajes y con otra historia. Son historias distintas, pero en últimas estoy explorando otras caras de los mismos temas: la soledad, la violencia y nuestra animalidad.
-¿Consideras que de alguna manera la selva es un espejo o un símil de lo que viven las mujeres en las ciudades?
Yo no diría que es un símil sino más bien un retrato de lo que vivimos las mujeres en todos lados, en la ciudad y en el campo, dentro de nuestras casas y los lugares donde trabajamos, en el transporte público, en la calle, cuando estamos de vacaciones y alejadas de los centros urbanos.

-¿Cuál es tu vínculo personal con la selva? ¿Cuánto te influyó como escritora?
Como te contaba, viví en la selva. En total estuve nueve años en la selva del Pacífico colombiano. También he pasado temporadas en la Amazonía. Además de La perra y Noche negra tengo varios cuentos que transcurren en ese mismo escenario. Algunos como La rumba, son, palo muerdo y Huesos y pelo ya han sido publicados. Hay uno, que se llama Jardín secreto, que salió en inglés y en mandarín, pero aún no en español. Y tengo otros inéditos y otros más que están en proceso de escritura o que son meros planes escriturales. Mirá todo lo que me ha dado la selva. Para mí, ha sido una gran fuente de inspiración y un gran tema literario.
-¿Cuánto de ti tiene Rosa?
Rosa y yo tenemos algunas cosas en común: somos caleñas, en algún momento trabajé en una agencia de publicidad y las dos abandonamos la vida en la ciudad para irnos a la selva con un marido irlandés. Pero es esto nomás. Ella nació en 1941 y yo en 1972. Podría ser mi mamá o incluso mi abuela. Su familia no se parece en nada a la mía y nuestras historias también son muy distintas. Todos los personajes tienen algo de su autor. Rosa no es la excepción, pero ella es un personaje inventado y no una representación de mi vida ni un alter ego.
-En Latinoamérica hay una profunda tradición de literatura selvática, ¿cuánto de eso dialoga con Noche negra?
Noche negra es heredera de una larga tradición de literatura selvática de América Latina. Incluyo allí, por ejemplo, a María, de Jorge Isaacs, La vorágine, de José Eustasio Rivera, las obras de Horacio Quiroga y Álvaro Mutis, e incluso a Cien años de soledad, de García Márquez. Creo que también está en línea con la obra de ciertos escritores aventureros que dejaron la vida cómoda de la ciudad para irse a parajes hostiles y vivir en lucha con la naturaleza, como Hemingway, Conrad y Jack London. Para mí, Noche negra se emparenta con El viejo y el mar, Encender una hoguera y por supuesto El corazón de las tinieblas. Me gusta también pensar en un diálogo con autoras que exploran la psicología profunda de sus personajes y/o ponen a sus personajes en ambientes rurales o alejados de la civilización como Elisa Mújica en algunos de sus cuentos, Sara Gallardo en Eisejuaz y Los galgos, los galgos, Tomás González, Laura Restrepo en Delirio, William Ospina con su trilogía de la conquista del Nuevo Mundo, Mariana Travacio en Como si existiese el perdón, Selva Almada, Samanta Schweblin en Distancia de rescate y Esteban Duperly en Dos aguas.

-¿Crees que hay un vínculo entre la noche, la luna nueva y la soledad? Rosa de alguna manera se siente más sola con esa luna.
La oscuridad de la luna nueva agrava su sensación de peligro y también de soledad. La vista es nuestro sentido más desarrollado. En las noches oscuras la negrura parece infinita y Rosa se siente pequeña, que lo es, y desamparada, que lo está.
-¿Consideras a Noche negra una novela de misterio o, más bien, una exploración psicológica de sus personajes?
Yo diría que es una novela de exploración psicológica y al mismo tiempo que es una novela sino gótica del todo que incorpora elementos del gótico, para ser más exactos del gótico tropical que cultivaron Álvaro Mutis y Andrés Caicedo en la literatura y el Grupo de Cali en el cine.
En Los abismos y en La perra de alguna manera pusiste el foco en las mujeres y en lo que les pasa, mismo caso que en Noche negra. ¿Te consideras una escritora feminista?
Me considero una mujer feminista y una escritora, así, sin etiquetas. Las mujeres somos seres humanos completos como los hombres y no solo podemos representar temas “femeninos” (hago énfasis en las comillas) o cuestiones de género. Las historias de mujeres y sobre mujeres también representan a la humanidad.

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