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Roberto Farías: “Ojalá se acabe la cultura de la funa, que es algo tan irresponsable y no tiene misericordia”

El actor dirige a Gonzalo Valenzuela en El Performer, un monólogo que debuta este fin de semana en Teatro Mori y que homenajea tanto a familiares de Valenzuela como a Pedro Lemebel. Aquí habla con Culto de la colaboración con su amigo, de la funa que impidió su montaje en 2020, de la polémica ceremonia de los Premios Caleuche y de su experiencia en Narcóticos Anónimos. “No devuelvo la piedra que me tiraron con otra piedra”, dice.

Roberto Farías: “Ojalá se acabe la cultura de la funa, que es algo tan irresponsable y no tiene misericordia” MARIO TELLEZ

Roberto Farías recibió una llamada de Gonzalo Valenzuela en 2019. Ambos se conocían desde la época en que Farías hizo Acceso, un provocador monólogo en que interpretaba a un vendedor de micro que narraba episodios de su historia de vida y, mediante su relato, lanzaba dardos a los diferentes estamentos de la sociedad. Allí fue dirigido por Pablo Larraín, amigo de Valenzuela.

“Él estaba muy inquieto y con mucha hambre de hacer algo teatral”, dice a Culto sobre esa primera conversación, hace seis años. El actor de Machos le manifestó una intención clara: realizar un montaje en que se ocuparan como sustento las cartas que le había escrito a sus muertos, que incluyen a sus padres, sus abuelos, sus tíos, su hermano Nano y su hijo Ringo, fallecido durante el parto.

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Ese fue el inicio de una colaboración que duró varios meses, donde intercambiaron ideas y agregaron otros insumos creativos. A Farías se le ocurrió que el protagonista podía ser un performer, una figura contemporánea a las Yeguas del Apocalipsis, el colectivo de Pedro Lemebel y Francisco Casas. Ambos coincidieron en que la puesta en escena tendría que ser minimalista y que cualquier elemento visual o sonoro tendría que operar en sintonía con su protagonista, un hombre que realiza su última función.

Estrenada este sábado en una casa situada frente a Mori Bellavista, El Performer tiene a Roberto Farías como autor y director, y a Valenzuela subiendo a escena en solitario. Su debut es una suerte de revancha para ambos: originalmente se montaría en 2020, pero una funa liderada por actrices nacionales provocó la cancelación del proyecto.

De ese episodio y otros temas conversa en esta entrevista.

-Más allá de su conocimiento previo, ¿diría que la creación de este monólogo lo llevó a estudiar a Lemebel y a los artistas performáticos de esa época?

Esto parte de una admiración profunda que siento por Lemebel, por el colectivo que tenía en esa época, cuando los colectivos eran de verdad importantes, eran arriesgados y eran peligrosos. Era algo de vida o muerte. No es que fueras a ir a la cárcel o a una comisaría por el día. Para mí las Yeguas del Apocalipsis son un gran referente. (También lo son) muchos teatristas de la época, como Juan Edmundo González, mi primer maestro, que trabajó con Andrés Pérez y es el padre del teatro callejero. También tengo en la memoria a un amigo del barrio, el Pocho, un peluquero que me contaba toda la bohemia y el peligro de las únicas dos discos gay que había en la época, el Fausto y el Quásar.

“(En El Performer) hay un reciclaje de todo eso. Pero no son referentes tan literales. El teatro es magia. El teatro es creatividad, es ficción. Yo rescato ese espíritu y lo instalo en este personaje del Gonzalo, El Performer, que se está muriendo y decide hacer su última performance antes de morir. Creo que en estos tiempos no te puedes atribuir ser dueño de algo o que tengas que tener una bandera para poder generar arte. Basta con que uno tenga un poco de ganas de hacer algo y un poco de emotividad. Y yo la tengo con esos recuerdos que tengo de este amigo y con toda esa admiración que siento por todo el teatro de la resistencia y las acciones de la resistencia que hubo en dictadura”.

-¿Cree que en Chile a Gonzalo Valenzuela no se le ha sacado todo el partido que se le podría sacar?

Cuando alguien confía en ti y te pide ayuda, o te dice: hagamos algo, creemos algo… Ese ejercicio de confianza, venga de donde venga, para mí ya es un reto. Sobre todo si es un actor al que no se le ha sacado ese provecho. Yo puedo hacer actuar hasta a una piedra. Porque puedo sacarle a esa piedra lo que tiene; voy a usar la rigidez de esa piedra. Lo que pasa es que hay que darle confianza a la gente, darle oportunidades. Moverla un poco. Tratar de probar diferentes colores, diferentes registros. Dirigir. Hay directores que no han gastado ni un par de zapatos en un escenario. De pronto hay mucha teoría y poca práctica. Poca gente obrera que, a partir de lo que ha adquirido como experiencia laboral, pueda transmitirlo.

“Hay que ser respetuoso con el actor. Hay que cuidarlo, hay que guiarlo, hay que quererlo. Porque existe mucho espacio para la crítica. Ya con la palabra crítica a mí se me paran los pelos. Para mí todo lo que hacen está bien. Yo trabajo desde que todo lo que hacen está bien. Y desde ese lugar ir buscando. En el arte, y en este caso en la actuación, existe mucho el ‘está mal, está bien, no me gustó, me gustó’. Creo que hay que ir más allá y arriesgarse. Yo me estoy arriesgando. Gonzalo se está arriesgando con este proyecto. No espero nada. No tengo expectativas. Para mí es un experimento, en donde se metieron a la juguera muchas cosas. Una vez que se estrene, será lo que tenga que ser. Pero el impulso parte de una amistad. El impulso parte del amor. Y de querer sacar un producto artístico a partir de dos personas que se juntan”.

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-¿Hay alguna anécdota o historia que ilustre la dinámica que lograron establecer?

Es la libertad y el desparpajo que tiene él. Es muy valiente en el escenario. Yo tengo mucha experiencia con monólogos, y pararse solo en un escenario es algo muy difícil. Con Acceso estuve en los teatros más importantes de Europa, así como estuve en Conchalí, con mi gente, con 400, 500 personas. Y estás solo, nadie te puede ayudar, nadie te puede decir: yo te voy a salvar. Estás solo contra el mundo. El reto más grande para un actor es un monólogo. También requiere humildad, porque sabes lo frágil y precario que es. Está el público y puede pasar cualquier cosa. Uno sabe cómo parte, pero no sabe cómo va a terminar. Y él, en ese sentido, siempre me demostró esa valentía, ese coraje. Por eso confío en él. Todo lo demás está en el territorio de la subjetividad. No sé si a la gente le va a gustar o no le va a gustar la obra. No sé si le va a gustar o no le va a gustar su actuación. O mi dirección. O el texto. Yo no tengo idea. Yo confío en su amor por lo que está haciendo y en su arrojo. Sobre todo al hablar de algo personal; hay territorios bien personales en la obra, y eso también es difícil. Para mí no existen ni los buenos ni los malos actores. Sólo existen los actores valientes.

En el presente

El pasado 30 de enero, en el Teatro Oriente, Roberto Farías asistió a la ceremonia de los Premios Caleuche. Tras obtener el galardón a Mejor actor de soporte teleseries (por El señor de la Querencia, de Mega), aprovechó sus minutos en el escenario para hablar de que hace dos años pidió ayuda. “La adicción es una enfermedad”, expresó.

En los momentos finales del evento, de manera abrupta, Gonzalo Valenzuela pidió el micrófono para recordar la funa que sufrió El Performer en la época en que se montaría originalmente, en 2020. “Recibimos amenazas de parte de actrices de quemar el teatro. Nos hackearon, contrataron hackers para romper la señal por la cual íbamos a transmitir”, indicó, junto con emplazar a colegas que habrían participado en esa acción.

Esa acción, a su vez, estuvo motivada por la denuncia de abuso sexual en contra de Roberto Farías en 2018. Una causa que fue cerrada por falta de pruebas que permitieran acreditar la existencia del delito, y de la que el actor prefiere no hablar en detalle.

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-¿Cómo recibió el premio que obtuvo esa noche en los Caleuche?

Contento, feliz y agradecido. Con amor, iluminado y agradecido. También intentando dar un mensaje. También apelando al amor, al cariño, a la tolerancia, al sentido común, a que se abran los espacios, a que se abran los debates. A que mejore todo.

-¿En un inicio le agradó la intervención que Gonzalo Valenzuela realizó en la ceremonia?

No sé… Quedé en shock, en realidad. No podría profundizar ni quisiera profundizar en eso. Pero quedé en shock, me costó… Me costó entender.

-No fue algo que le hubiera avisado con anterioridad.

No, imagínate. No soy una persona tan oscura, ni tan calculadora, ni tan truculenta. De hecho, después de esa intervención yo me fui. Me sentí mal. No entendí mucho. Tiempo después lo pude entender.

-Durante esos días la prensa lo contactó para conocer su punto de vista.

Sí, pero no hablé con nadie, porque nunca lo he hecho. Yo siempre todas las cosas que me han pasado las he enfrentado solo. Lo que viví lo sé yo nomás. Y no me puedo hacer cargo de lo que diga la gente, de lo que opine la gente, de lo que piense gente que ni siquiera me conoce. Yo lo viví solo, yo sé por lo que pasé, yo sé lo que sufrí, yo sé lo que significa ser cancelado, yo sé lo que significa el miedo de la gente de hablar contigo, de apoyarte. Sé lo que significan esas hordas, sé lo que significa todo ese espacio de extremo fanatismo, sin ningún tipo de amor, de cariño, de empatía. Sé lo que significa eso. Lo viví, lo experimenté.

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Luego continúa: “Fue toda una ola que pasó, que obviamente tenía que ser así de fuerte y en muchos aspectos la respeto y la entiendo, pero que también arrastró mucha injusticia. Bueno, es lo que es nomás y con los años eso tendrá que cambiar. Más que nada por nuestros hijos. Que tengan un mejor futuro, que no sea todo tan expuesto, que no sea todo tan desde las redes sociales. Que no se pueda levantar el dedo frente a alguien y nadie se pueda defender, que cualquier persona se arroje el derecho de funar a alguien y que eso lo den por cierto. Que también se acabe esa cultura de la funa, que algo que no tiene ninguna misericordia y es tan irresponsable que puede destruir a cualquier persona. Solo con decir eso y con el ‘te creo, hermana’ y toda esa política bastante fascista, muy de la dictadura. En la dictadura bastaba con que dijeran ‘ahí vive un comunista’ para que desaparecieran a la familia completa. Eso no puede volver a pasar. Y gracias a Dios, ojalá esté cambiando un poco. No se puede seguir así. Para eso están los tribunales”.

-¿Cuándo retomaron los ensayos de El Performer con Gonzalo Vanzuela?

Después de todo esto que pasó en los Caleuche, el Gonzalo se contactó conmigo al poco tiempo. Yo estaba medio reticente al principio. Estaba con mucho ruido. Me había generado mucho ruido todo eso.

-No la obra en sí, sino que lo externo.

Claro, con todo. Era volver a abrir una cosa que ya había dado vuelta la página. Siempre para mí va a ser como remover algo. Pero de pronto él me dijo: terminémoslo. Dije: sí, tenemos todo el derecho a terminarlo, si fue un trabajo que ensayamos durante mucho tiempo, es un trabajo que merece ser visto, un trabajo honesto, no es pretencioso. Me parece un buen cierre de círculo, para mí también, con respecto a mi vida, con respecto a muchas cosas desagradables e injustas que pasaron, pero por algo las cosas pasan también y las acepto. Doy vuelta a la página, sigo caminando y sigo enfrentando la vida. Considero que he crecido mucho, que soy una mucho mejor persona, que he aprendido mucho.

-¿Está trabajando en otro tipo de proyectos?

Mi proyecto es mi escuelita (Escuelita de Actuación para Cine). Mi proyecto es el presente. Yo vivo el presente. No sé lo que va a pasar mañana, no sé qué va a pasar. Terminé la segunda teleserie (Amores de mercado), no me han vuelto a llamar, pero mientras espero hago mis clases. Y cuando hago las cosas bien, Diosito me va ayudando y empiezan a aparecer cosas, pero en este momento sólo vivo el presente. Y en este presente estoy contento de que la Quena Rencoret me haya llamado para las dos teleseries que hice. Estoy muy agradecido con Mega. Y agradecido de la gente que me ha llamado para cosas chicas. Hice algo por ahí con Fábula en lo de Matute (Johns). Por ahí voy picoteando. Hace poco hice una película, La fuente. Y ahí voy, ahí voy. Solo por hoy, solo por hoy.

-¿Siente que esas puertas que en algún momento se cerraron se han vuelto a abrir?

No lo diría así. Yo creo que los tiempos son los tiempos nomás. Y rezo por todos. Rezo por los que me cerraron las puertas, rezo por los que me apuntaron con el dedo, rezo para que todo esté mejor. Solo mando buenas vibraciones y mando comprensión y compasión. Nada más. Ese es el aprendizaje que he tenido. No devuelvo la piedra que me tiraron con otra piedra. No quiero que sea así ni quiero que funcione así para mí. Porque el único que se sigue destruyendo soy yo. El único que lo sigue pasando mal soy yo, y no quiero más. Ya tuve suficiente. Por eso doy vuelta a la página y voy para adelante nomás. Y espero que el mundo mejore.

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-Habla de Dios. ¿Cuál es su relación con él? ¿Cómo eso ha evolucionado con el paso del tiempo?

Yo no hablo de una religión. En el grupo al que pertenezco, la confraternidad a la que pertenezco, no hablamos de Dios como el Dios católico o el Dios religioso. Yo le llamo Dios, pero es un poder superior. Uno no puede solo en esta vida. Yo no creo que yo pueda solo. No pude solo con mi adicción, así como no puedo solo en la vida. Hay cosas que no puedo manejar y cuando no las puedo manejar ni controlar, se las tengo que dejar a alguien que está por sobre mí. A veces en la vida tú crees que las cosas te pasan por algo personal y te victimizas. Yo no me victimizo, porque tengo a alguien más arriba que sé que va a ver las cosas mejor.

-¿Qué puede contar sobre esta confraternidad a la que pertenece? ¿Cómo la descubrió?

Es una confraternidad que se llama Narcóticos Anónimos y que está en todo Chile y es gratis. No hay mejor terapia ni mejor ayuda que un adicto que ayuda a otro. Un adicto ayuda a otro adicto. El recién llegado es el más importante. No hay jerarquía, no hay jefes. No hay que pagar cuota. Sólo hay que ir a reuniones y buscar un padrino y trabajar los 12 pasos. Está en todo Chile, en todo Santiago. Basta con que la gente que necesite ayuda, que esté en un problema de adicción, o tenga un familiar, un amigo o lo que sea, se contacte con Narcóticos Anónimos. Con conocimiento te digo que no resultan los centros de rehabilitación, no resulta la iglesia, no resultan los psiquiatras, no resulta el hospital psiquiátrico. Si vas a esas reuniones, si te mantienes limpio en contacto con tus compañeros, te aseguro que vas a poder avanzar y mantenerte limpio al menos por hoy. Y vas juntando varios sólo por hoy. Yo cumplí dos años y cuatro meses limpio. Es así: sólo por hoy.

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