Culto

Tres formas de conocer y celebrar el legado de Sly and the Family Stone

El cantante, uno de los íconos del funk, murió este lunes 9 a los 82 años, según confirmó su familia. Aquí, un repaso por tres puntos que marcaron su destino artístico, desde un festival hasta un documental.

Tres formas de conocer y celebrar el legado de Sly and the Family Stone TIMOTHY A. CLARY

*El suceso de Stand!

Aunque ya contaba con un camino explorando diversos lenguajes de la música negra, en un trazo de ensayo y error habitual para la prolífica escena afroamericana de esos años, no fue hasta 1969 que Sly Stone y su conjunto (The Family Stone) recién pudieron abrazar la victoria.

Tras lanzar tres álbumes, sólo el cuatro les tenía reservado un casillero en el Olimpo: Stand!, editado en mayo de 1969, era una gema donde se cruzaban rock, soul, psicodelia, R&B, guitarras, estética espacial y voces que vociferaban activismo y protesta. No era un rompecabezas muy común para esos años, aunque coincidía con las grandes alamedas para la música negra que también estaban abriendo Stevie Wonder y Marvin Gaye, amplificándola desde lo lírico, sofisticándola desde lo creativo.

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Sly Stone encajó perfecto en ese punto de inflexión y no retorno.

A finales de 1968, el año del asesinato de Martin Luther King, lanzó un himno para los nuevos tiempos, la emotiva Everyday People, canto a la igualdad que, al grito de “¡tenemos que vivir juntos!”, llamaba a la unión de hippies blancos y negros, hombres y mujeres. Una suerte de nuevo evangelio abierto en días convulsos.

El álbum vendió 500 mil copias sólo ese año y se convirtió en la encarnación más clásica de su huella dactilar artística hasta hoy, incluyendo singles como Sing a simple song, I want to take you higher, la propia Stand! y la misma Everyday people.

Fue no sólo el boleto directo a la inmortalidad, sino que algo mucho más inmediato y terrenal: el festival de Woodstock, la gran fiesta hippie que estaba a la vuelta de la esquina -se hacía al año siguiente- y que los consagraría como una de sus performance más vibrantes.

*Un show irrepetible en Woodstock

El suceso de Stand! les valió la invitación a Woodstock, un evento que se atrevió a experimentar con nuevos nombres y apostar por el futuro, con créditos que no estaban en el radar masivo de la industria de esos años. Carlos Santana fue otro ejemplo de una cría que iba a estallar hacia el infinito en el evento a realizarse en las afueras de Nueva York.

Con Sly and the Family Stone fue aún más: hasta hoy las reseñas de la época y los especialistas apuntan su show como el mejo de la cita. O al menos el que más agitó a los presentes.

La revista Life, en el especial que editó en 2019 para festejar los 50 años del hito, fue el último medio en repetirlo: el show del colectivo de funk, soul y rock calificó por lejos entre lo más memorable de Woodstock. Con su maridaje de rítmicas negras, psicodelia y estética espacial, fueron los propietarios indiscutidos de la juerga.

Pero enfrentaron el derrotero de casi todos los invitados al festín de paz y amor: una presentación con retraso que se abrió paso entre el caos y el desenfreno.

“Partimos siete horas después de lo agendado”, cifra Gregg Errico, baterista de la banda, desde su residencia en EE.UU y en conversación con Culto.

Luego sigue: “Se suponía que íbamos a empezar a las ocho de la noche del sábado, que era el segundo día, pero terminamos apareciendo a las tres de la mañana del domingo. Una locura. Todos los organizadores estaban demasiado abrumados ante lo que se había convertido Woodstock. Lo que partió como un evento relativamente modesto de arte y música terminó siendo algo único en la vida. Cuando salimos a tocar, estaba lloviendo, la gente ya estaba cansada, venía de muchas horas de música. Entonces, ¿qué hicimos? Les pusimos más energía y fiesta para que no se durmieran. Tocamos con todo. Definitivamente te sentías partes de algo especial en la historia, pero nadie calculó el impacto que hasta hoy iba a tener este festival”.

*El documental que descascara una brutal realidad

Hacia 1969, el panorama estaba claro: Sly Stone tenía todo para devorarse el planeta. Los vientos de la música jugaban a su favor y su sonido se acomodaba a cómo finalmente sonarían los años 70 en los rankings y las radioemisoras. Y la calle: su sensibilidad hacia el mundo negro y los derechos civiles servían de soundtrack perfecto para los reclamos de una juventud que se apartaba de la ensoñación hippie para abrazar otra clase de ideales. Era parte de un cambio de paradigma.

Después de Elvis Presley, Bob Dylan, John Lennon y Paul McCartney, la portada de una revista estadounidense de finales de los 60 se atrevía a augurar que Sylvester Stewart, su verdadero nombre, sería el “nuevo líder” generacional.

Pero algo falló. Sly Stone naufragó en las adicciones, sus shows se volvieron extensos y patéticos, y nunca más pudo volver a hacer música como antes.

Se arrimó a su marca y su legado, los músicos de rap y hip hop lo reverenciaron en los 90, pero sus performance y su figura eran un opaco recuerdo de lo que fue.

Ese trance entre precisamente lo que fue y lo que pudo ser está presente en el documental El legado de Sly & the Family Stone, que llegó a la plataforma Disney+ este año. El registro pormenoriza su legado, pero también sus tropezones y sus fisuras. En definitiva, la estela de una leyenda inconclusa y errática.

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