Hasta que alguien murió

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Dos cuadras antes de caer, mientras corría el Maratón de Santiago, Claudio Agurto llamó a su madre y le avisó que se sentía mal. Fue ella quien consiguió la ambulancia porque la competencia tiene protocolos de emergencia pobres, muy por debajo de los estándares de las grandes maratones mundiales, incluso las medianas, con las que los organizadores del MDS pretenden compararse. Minutos más tarde, el sicólogo de 51 años fallecía en la Clínica Santa María. Su muerte puede atribuirse al destino y a sus propias condiciones físicas naturales.

Tres días después, los medios, bien alertados por la maquinaria de publicidad de la Corporación Maratón de Santiago, se estorbaron en aclarar que de haber tenido un desfibrilador a mano, Claudio Agurto igual hubiera fallecido. Con esto, se pretende desligar a la Corporación de su responsabilidad y su mezquina, para los ingresos que obtiene, organización. El Maratón de Santiago cuenta con apenas 25 desfibriladores para 33 mil corredores (uno cada 1.320 participantes). En comparación, el Maratón de Buenos Aires tiene 71 para 20 mil corredores (uno cada 281). Y hasta el modesto Maratón de Temuco, organizado y controlado por la Fedachi, tiene un desfibrilador cada 625 corredores, el doble que en Santiago.

Entonces, la noticia era: un desfibrilador no le hubiera salvado la vida a Claudio Agurto, pero de haber podido salvarlo, tampoco estaba a mano.

Perdonen, pero en esta historia del meganegocio del Maratón de Santiago tengo algún conocimiento y autoridad. Como lo señalé en columnas en La Tercera y as.com la competencia fue despojada de la Fedachi por los antiguos dirigentes que la transformaron en un cortijo personal, obteniendo millonarias ganancias. Pagando una inscripción carísima y sin control de estamento técnico alguno, miles de chilenos salen bienintencionadamente a correr por las calles, sin controles médicos acorde, sin horarios adecuados y sin la protección en la ruta que corresponde. Un maratón, aclaro, que en términos técnicos apenas se sindica como una corrida masiva, ya que carece del aval de la Fedachi, la Consudatle y la IAAF, no aparece en el calendario mundial y sus resultados no son válidos para los atletas federados.

Es llamativo que el que manda en la CMDS, el prestigioso abogado Fernando Jamarne, no haya dado una sola explicación pública por la fatalidad que hubo en la competencia que bien supo hacer propia como vicepresidente de la Fedachi. Él, que fue tan diligente y veloz para ir a pedir que me echaran de todos los medios donde trabajaba cuando denuncié el despojo sufrido por la Federación Atlética de Chile por parte de los antiguos dirigentes, no es capaz de decir cuatro palabras dando la cara o, al menos, un pésame a la familia del corredor que falleció en su "emprendimiento".

Y claro, del muerto no se habla, porque la Corporación no se detiene ante nimiedades: ladinamente, enviaron los resultados de los 21K a la Confederación Sudamericana de Atletismo para que los validara ante la IAAF. Como los 42K perdieron el aval de la IAAF, trataron de meter la cuchufleta de los 21K haciendo como si no supieran que esa prueba tampoco está dentro del reglamento y control del atletismo internacional.

¿Cómo les fue a los señores de la corporación? Reproduzco textual el email enviado por Alessio Punzi, el encargado de las pruebas de ruta de la IAAF:

"Consudatle me informa que IAAF ha incorporado erróneamente los registros de tiempos de la carrera 21K de la Maratón de Santiago, algo que es un error, porque esta carrera no fue patrocinada, autorizada ni controlada por los jueces de Fedachi. Le pido que corrija el error, ya que el motivo de la confusión es no solo en los países de América del Sur, sino que también pasa por alto los reglamentos de la IAAF". Más claro imposible.

Llegó el momento de que el Estado chileno, a través del Mindep, exija a la Corporación Maratón de Santiago que regularice todos sus protocolos y que, además, tenga una fiscalización de un organismo técnico competente como la Fedachi. Claro, primero tienen que pagarle todo lo que le deben al atletismo chileno por dejarlo sin su principal activo.

PD: Para más información, sugiero leer mis columnas "El Maratón de la farsa" publicada en as.com el 16 de diciembre de 2016 y "¿Qué hacemos con el Maratón?" publicada en La Tercera el 10 de abril de 2018.

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