El Deportivo

Jorge Acuña: “Un día me tomé dos botellas de vino y tres litros de cerveza... desde esa vez, llevo nueve años sobrio”

El exvolante se sincera. Reconoce errores y cuenta cómo dejó atrás una controvertida personalidad. Lo relata, también, en el libro autobiográfico que acaba de lanzar. Reclama la gratitud de la UC y una invitación a la inauguración de su nuevo estadio.

Jorge Acuña repara en que su nueva faceta va de la mano, incluso, de un cambio de identidad. Kike, el apodo que marcó su vida y que lo transformó en un personaje controvertido por sus actuaciones fuera de la cancha, le cede protagonismo a una personalidad mucho más mesurada, a ratos hasta tímida y con tendencia a emocionarse con los recuerdos. “Me acostumbré a que ahora me digan Jorge, por mi esposa, que me empezó a decir así desde que nos conocimos. Antes no respondía a ese nombre. Siempre Kike. En el estadio, Kike; y después, en la casa, Jorge. Al final, para la gente, igual sigo siendo el Kike... Que ese Kike cambió ahora, sí; que es un hombre distinto, también, pero a mí me gusta. Obviamente, para mi familia y mi esposa, el Kike es el pelado, él de la cosita aquí (se indica la barba). Toda la familia me trata de Jorge. No me dicen Kike”, revela, en el inicio de esta entrevista con El Deportivo, en el que presenta Mi Historia, el libro autobiográfico que acaba de lanzar junto al periodista Paulo Inostroza.

¿Qué cuenta Mi Historia?

Todo.

¿Cómo se mezclan las historias de Jorge y las de Kike?

Es un libro súper bonito. Sale la pelota, que fue mi pasión durante muchos años. Fue mi vida, fue todo. Habla de los inicios en el fútbol, lo difícil que es. De lo que me cuesta venirme a Santiago, vivir solo, sin mi familia, mi paso por Universidad Católica, Unión Española, en cuanto a la parte futbolística, Y, después, obviamente, los excesos, el alcohol, la fiesta, la noche, la jarana. Y el haber quedado sin ningún peso producto de lo mismo, también. Al final, también aparece Jorge. Ya con la familia, casado, teniendo más tranquilidad. Cuando termina el libro, ya me estoy recuperando en todo sentido. En la parte económica, principalmente. Yo perdí todo. Es un libro súper bonito que, de alguna forma, puede ser de autoayuda para alguien que no lo está pasando bien, que está sumergido en una adicción, ya sea alcohol o droga. Es entretenido y fácil de leer.

El desahogo

¿Cómo nace la idea de transformarse, en alguna medida, en escritor?

Es contar la historia, por lo que a mí me sucedió. Doy charlas a empresas y a mineras. Entonces, me fui dando cuenta de que al contar mi historia, mi testimonio, caían lágrimas, sobre todo en las mineras. Después, al terminar, se acercaba la gente y me decía ‘estoy metido en esto, ayúdame, cómo lo hago, cómo lo hiciste. Necesito ayuda, por favor’. Y ahí me di cuenta de que escribir el libro iba a poder ayudar a gente que sufrió, que está sufriendo lo mismo que yo sufrí en silencio. Este libro le iba a ayudar a dar un paso hacia adelante. Si lo hice yo, lo puede hacer cualquier persona.

En el proceso, se asesoró con un periodista...

Empecé solo, pero después me contacté con Paulo Inostroza, un súper buen tipo. Él me lo ordenó. Viajó cuatro o cinco veces para acá y él quería ver mis gestos, si prendía un cigarrito, si me tomaba un café. Fue súper entretenido. Yo con este libro pretendo llegar a la mayor cantidad de corazones y a cada rincón también, porque, de verdad, siento que este libro puede ayudar a mucha gente y me pone orgulloso. Me escribe gente que lo ha leído y me da las gracias. Me dicen que le va a servir, que le sirvió al hijo, que lo va a sacar del alcoholismo, de la drogadicción.

¿Cuál es la primera historia que escribió?

Mi niñez. Tengo muy lindos recuerdos. Lo pasé muy bien en Tongoy. Me gustaba mucho andar en moto de agua, hacer esquí acuático, andar en velero, en windsurf. Era mucho de deporte acuático. Afortunadamente, soy de una familia que tiene muchos recursos económicos y en ese momento también. Pasé una niñez hermosa junto a mis primos y, generalmente vuelvo a Tongoy, ahora con Cynthia (su esposa). Para mí, es mi lugar preferido en el mundo, a ella le gusta mucho. Ahí parte todo. Tongoy, la pelota. Hacíamos un equipo con mis hermanos, algunos primos, íbamos por la playa grande buscando rivales para jugar y donde había un montón de gente, adultos o no, nos parábamos ahí, les jugábamos, ganábamos y así recorríamos la playa grande completa para jugar fútbol.

Jorge Acuña, en entrevista con El Deportivo (Foto: Pedro Rodríguez)

Los recuerdos

¿Y el que más sufrió escribiendo?

Gran parte del libro, porque pasó lo que yo temía: volver a abrir algunas heridas que estaban cicatrizando y sanar alguna otra que no estaba cicatrizada del todo, Ver cómo sufrió mi madre y mi familia. O querer contar algo y darme cuenta de que no me acordaba de toda la historia, porque se me apagaba la tele. Esas fueron las partes más difíciles. Recuperar toda la historia porque no la recuerdo. No la recordaba completa. Ahora, el libro a mí me ayudó mucho también para saber que, chuta, lo pasé bien.

¿Lo pasó bien?

Muy bien, pero no me acordaba del todo cómo lo había pasado.

Suena un poco irónica la pregunta, pero si uno lo pasa bien y no se acuerda, finalmente, es como si ese momento feliz no hubiese existido...

Absolutamente. Mira, yo no soy muy bueno para salir. Se pueden reír, hay gente que se rio en su momento. Yo era muy bueno para salir a discotecas, pero a mí me pagaban 800 lucas por ir. Si no, no salía. Entonces, por eso iba tanto. Ahora, con mi esposa, hemos salido un par de veces, no muchas. La primera vez que salí con ella bailamos como trompos... No me gusta bailar tampoco, pero al día siguiente conversamos sobre lo que había hecho anoche. ‘Bailamos esto, te pasaste, estoy muerto, no me puedo mover’. Sabía lo que había hecho la noche anterior y, para mí, eso era lo mejor, que podía conversar al día siguiente de lo que había hecho. Antes no lo hacía, porque despertaba en cualquier lado.

Claro, porque el Kike Acuña anterior era del VIP, de carrete...

Ahora estábamos en el VIP igual, porque si no, no voy (ríe). Estábamos en el VIP, pero sobrio. Me tomé tres o cuatro botellas de agua con gas y me acordaba de todo al día siguiente. Antes, no. Estaba en el VIP y despertaba, no sé… Una vez desperté en Concepción, en Lenga.

¿Y dónde había iniciado la jornada?

En el Liguria y desperté en Concepción, con cinco amigos en el auto. No me acuerdo cómo mierda llegué allá.

¿Qué lecciones sacó de todo eso?

Al hablar y al reconocer ciertas cosas, uno puede empezar la sanación. Fue mi nueva vida, mi despegue, pero cuando yo quise. Yo hablaba siempre de lo que a mí me pasaba, pero no quería dejar lo que estaba viviendo, porque lo pasaba chancho. Es lo que yo creía. Me gustaba estar rodeado de gente. Al final me sentía más solo al día siguiente. Hoy día tengo todo, tengo mi familia. Siempre hablo de mi familia, porque nunca la tuve antes. Hoy sí la tengo y es bonito llegar a la casa temprano. Me gusta llegar a las ocho y media, y luego acostarme.

Su mamá fue clave en su reacción, en su recuperación.

Mira. Yo hablo de mi mamá, pero esto lo hice solo, no recibía ayuda de nadie. Hasta el día de hoy, no he ido a ver a un psicólogo nunca, porque hay gente que tiene que ir al psicólogo para poder aguantar y no recaer. No recuerdo si mi mamá me retó. Y las veces que lo hizo, lo más probable es que la tengo que haber mandado a la mierda, porque no me importaba. Yo vivía en una burbuja en la que estaba yo y la gente que me rodeaba. Me alejé de mi familia, pero a ella le prometí que iba a dejar de tomar porque me di cuenta, en los pocos momentos que estaba lúcido, de todo lo que había sufrido. Un día le prometo: “Voy a dejar de tomar mañana”. Ella se puso a reír. Yo estaba parado como en un desnivel, ella estaba sentada en la cocina. La quedo mirando hacia abajo y le repito: “Voy a dejar de tomar mañana”. Vuelve a reírse. Entonces le digo: “¿Por qué te ríes?“. Y me dice: ”Es que me lo has dicho cuántas veces". Y le digo: “No pues, mamá. Nunca te lo he dicho. Tú hinchabas, que cuándo vas a dejar el trago, pero yo nunca te lo he dicho. Hoy día te lo estoy diciendo. Desde mañana no tomo más, pero voy a ir a la botillería de la esquina, me voy a comprar dos botellas de vino y un pack de cervezas... de las grandes, me aseguré con casi tres litritos. Y a ella le compré un pack de las chicas. Me tomé los tres litros de cerveza, las dos botellas de vino y hasta la fecha se van a cumplir casi nueve años sobrio, sin tomar. Le hago pisco sour a mi esposa, trato de hacerle algún traguito. No tengo ningún problema con el alcohol, cero. Por eso te digo que lo hice solo.

¿A la gente le causa extrañeza verlo con un vaso de agua?

Al principio, sí. Ahora ya han pasado muchos años, pero al principio era “puta, no te vaya a hacer mal, ¿estai’ seguro? ¿No querí’ otra cosa?”

¿Le ofrecen cosas?

No. Y si me ofrecen, no tengo problemas, porque no todo el mundo tiene que saber que yo dejé el copete. Y también hay gente que no cree. Por ejemplo, hace un tiempo tuve una fiesta, un cumpleaños y había un viejo. Me contó que el hijo le preguntaba si yo estaba tomando o no, si era verdad o no. Claro, hay gente que todavía no cree que yo efectivamente dejé el copete.

En el peor momento, ¿qué le ofrecieron?

Droga nunca. Soy afortunado. Ninguna persona y compartí con mucha gente. Vi la droga y platos grandes llenos. Marihuana, que era lo que había en ese tiempo. Ahora ya se fueron a la chucha, pero no, droga nunca me ofrecieron. Viví en Holanda, así que para mí ver droga y todo no era raro. Jamás probé droga, nunca. Yo era puro copete. Mucha gente pensó que yo a lo mejor podía jalar, por mi capacidad, de tanto que aguantaba y estaba despierto y todo, pero no, nunca, porque ahí sí que yo creo que hubiese sido mucho más difícil poder mezclar las dos cosas, dos adicciones grandes... Salir del alcohol es súper difícil, pero no, droga nunca. Sí vi gente que jalaba, pero no tenía problemas con eso.

¿Cuántos amigos tiene hoy?

Con esta manito los cuento. Y no tienen nada que ver con el fútbol. Es gente que apareció después, en el camino. Algunos para entregarme su apoyo incondicional. Hemos ido haciendo una amistad bonita. Yerko Alfaro, un súper buen tipo. Francisco, el Pelado, un súper buen tipo, y hay uno que otro; Eduard Sierra que vive en Copiapó; Diego Silva, exfutbolista. O el Mono Quiroz, que intentó ser futbolista. Tengo poca gente alrededor mío. Soy un tipo súper solitario.

La pregunta va orientada también a que tuvo muchos...

Creí tener amigos. Me preocupé más de la gente que me rodeaba. Siempre me preocupé más de que la persona que estaba al lado mío estuviera bien, cómoda, que no le faltara nada. Y me despreocupé de mí. Entonces, al final, el hueón que mejor tiene que estar soy yo para que el resto pueda estar bien. Ellos estaban mejor que yo. A lo mejor incluso podían estar hasta mejor vestidos que yo, porque yo les regalaba mis cosas, mi ropa. Iba a Armani, me compraba una chaqueta de un millón ochocientos mil pesos... un hueón me dice un día “qué linda tu chaqueta”. “Tome, compadrito, se la regalo”, le dije. No eran amigos. Eran amigos de mesa, por conveniencia. Yo creo que la persona con la que estoy conversando al frente es igual que yo. No tengo maldad, no tengo envidia. Pero no es así. De mí se aprovecharon. Tuve culpa yo, muchísima, pero me entregué. Pensé que realmente me querían por lo que yo era, no por lo que tenía.

El dinero que se fue

Usted ganó mucho dinero. ¿Llegó a tener conciencia de cuánto logró acumular?

Sí, mucha. Que suene bien: yo nunca le tuve cariño a la plata. Nunca le tomé la importancia que tiene que tener la plata. La plata es importante, es como tu esposa. Si no cuidas a tu esposa, qué va a pasar, se te va a ir. Yo no la cuidé, no me preocupé. Quizás porque nunca me faltó nada y siempre tuve todo. Para mí, ir a comprar y, no sé, gastar 10 millones de pesos en una tienda, en ropa, era como pagar con la tarjeta nomás. Eso es lo que yo hacía. No le tomé el cariño y perdí plata. Y, como sale en el libro, pensé que en la cascada de dinero nunca se iba a secar. Y se secó más rápido de lo esperado.

¿Cuánto llegó a tener?

Como 12 o 13 millones de dólares, más o menos.

Hay que gastarse 12 millones de dólares...

Si, pero me estafaron. Confié en gente que no tenía que confiar. Hasta el día de hoy, un sinvergüenza que se llama Mark Griffith, no sé si estará vivo ese hueón, me debe 500 mil dólares de cuando fui a Sudáfrica. En ese momento estaba bien, eran 500 mil dólares nomás, no era tanto para mí.

Hoy le solucionarían la vida...

Sí. Estamos hablando de 480 palos más o menos. Pregunté por él y tenía prohibida la entrada a Chile por estafa. En ese tiempo estaba la Feria del Disco y había estafado a la Feria del Disco. Entonces, imagínate con el hueón que yo estaba compartiendo, la persona que me estaba ayudando. Él me llevó a Inglaterra, tuve problemas con él en Inglaterra. Me tuve que ir a Sudáfrica. Al final, perdí mucha plata por confiar en gente en la que no tenía que haber confiado. Créeme que si hoy tuviera la persona que tengo hoy día al lado de mi esposa, lo más probable es hubiéramos la vida completamente asegurada.

Ha dicho que no tenía para ponerle bencina al auto...

Mucha gente no cree y dice cómo no va a tener mil pesos. No tenía plata, ni mil pesos para echarle al auto, y fue terrible porque siempre hay un tontito que puede decir ‘y caminar, por qué te quejas, por que no caminas’. Era difícil llegar a entrenar como técnico de Unión San Felipe, a tu trabajo a pie, mientras los jugadores pasan por el lado en auto. Le pueda gustar alguno o no, ya es otro problema, pero no tenía plata. Cuando yo hablo de los 364 días que salí, la gente no cree y efectivamente salí los 364 días. Entonces, cuando digo las cosas que digo, hablo con la verdad. No quiero engrupir ni mentirle a nadie. Lo que digo es cierto. No tenía plata, no tenía ni uno, y amo a mi esposa por sobre todas las cosas, porque me recibió sin un puto peso. Me abrió las puertas de su casa y hoy día ya, tengo una empresa de paltas, tengo el libro, vamos a abrir una tienda ahora de aquí a diez días más. Entonces, me recuperé. Fue difícil. Obviamente, no tengo la plata que tenía antes, quizás nunca voy a estar ni cerca de tener lo que tenía, o a lo mejor sí.

¿Hay algún futbolista que le llame la atención en el sentido de la alerta, que necesite justamente tomar este consejo?

Muchos, no solamente uno. Varios. No voy a dar nombres, porque no tengo mucha cercanía con ellos. Y también exfutbolistas con que me tocó compartir hace poco. La semana pasada fuimos al sur a jugar y me da un poco como de lata. Cuando tú no reconoces que tienes algún problema, difícilmente puedas salir adelante. He intentado ayudar sí, pero también me veo reflejado en ellos. En que cuando alguien intentaba darme algún consejo no lo escuchaba y a veces también pasa lo mismo.

Jorge Acuña, en entrevista con El Deportivo (Foto: Pedro Rodríguez)

La cuenta pendiente

¿Esperaba que la UC, el club que marcó su vida, le diera una mano?

¿En qué sentido?

Ofrecerle trabajo probablemente, rescatarlo, incluso como técnico de divisiones menores.

Chuta. Yo estoy súper desilusionado con el fútbol por distintas cosas. Siento que se me apuntó mucho con el dedo por mi vida pasada. Yo quiero a Católica. De hecho, el recuerdo más hermoso que tengo en el fútbol es haber salido campeón en el año 2002 y dar por primera vez la vuelta en San Carlos de Apoquindo, que para mí siempre va a ser San Carlos de Apoquindo, pero nunca esperé nada de ellos. Por eso es que yo quiero tanto a San Felipe, a Raúl Delgado porque fue el tipo que me abrió las puertas y sabía que yo era un hueón medio complicado, pero así todo me abrió las puertas y me dio la posibilidad de volver. Primero a jugar fútbol, después fui jefe técnico y después fui técnico de Unión San Felipe. Sabiendo como era, el hueón me dio la mano. Se la jugó por mí y por eso es que yo le tengo tanto cariño a ese hombre, que es bien odiado también.

¿Puede ser que una pasada de cuenta la indiferencia de la Católica por haberse ido en algún momento a la U?

Yo creo que sí, pero no fui el único. Hubo otros jugadores que se fueron a Colo Colo y volvieron y fueron bien recibidos; a la U y volvieron y fueron bien recibidos. Yo le tengo mucho cariño al club, soy hincha de Católica, pero no soy el jugador, el prototipo del club. Soy más al lote, no soy tan cuiquito y eso, a lo mejor, me pudo haber pasado la cuenta. A lo mejor, en su momento, sentí que se me cerraron las puertas. Yo quería volver a Católica, quería retirarme ahí. La gente me quiere mucho. Me ha vuelto a querer, después de tanto tiempo. Desafortunadamente, me retiré del fútbol y no lo pude hacer en cancha, que es un dolor que tengo y no se lo he dicho nunca a nadie. Las mayores alegrías las pasé dentro de una cancha. Dejar una actividad que realicé por 21 años y no haberlo podido hacer en la cancha es un dolor súper grande. He querido hacer mi despedida. En el último viaje lo conversé con varios excompañeros. Y me dijeron “hueón, tenís que hacer tu despedida del fútbol”. Y lo voy a hacer, porque quiero retirarme en cancha.

Ojalá que lo inviten, también, a la inauguración del Claro Arena. No sé si le gustaría...

A San Carlos de Apoquindo. ¿Puedo preguntar algo?

Por supuesto.

¿Es la despedida del Huaso, del Milo y del Chapa? Porque ahí voy con la 6. Ahora, no sé si me van a invitar a la inauguración. Espero ir. Creo que merezco ser invitado a esa ceremonia, linda. Va a ser uno de los mejores estadios de Sudamérica.

Mándeles un mensaje.

Tuve la posibilidad de ir al nuevo estadio, de conocerlo, de estar con el presidente. Entonces, quiero que me inviten. Fui parte de la historia del club. Un jugador muy querido, muy identificado. Lo sigo siendo. Espero la invitación. Si no estoy, voy a hacer algo para que les vayan a romper los vidrios (ríe).

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