La felicidad según el 'campeón de la vida'

MOntoya

Hace 15 años, el DT colombiano Luis Fernando Montoya bajó de ganar la Libertadores a quedar postrado en una silla de ruedas tras ser baleado: "Cuando estoy triste, pido que me pongan un partido de aquel Once Caldas".



Corría diciembre de 2004 y en Colombia se escuchaban los villancicos típicos de la época navideña, las familias se reunían para rezar las novenas y predominaba el aroma a buñuelos y natilla. Para Luis Fernando Montoya (Caldas, Antioquia; 1957), ese año había sido uno de los mejores de su vida: hizo historia como técnico del humilde Once Caldas, que ganó la Copa Libertadores, tras imponerse en la final a Boca Juniors, y, además, rozó la hazaña universal al disputar la Copa Intercontinental ante el Porto, en la cual cayó en la definición por penales. Tras una ajetreada y exitosa campaña, el entrenador volvió a su pueblo natal, donde esperaba celebrar los logros en compañía de su familia; sin embargo, dos días antes de Nochebuena su vida cambió para siempre. Ese fatídico 22 de diciembre, su esposa, Adriana, fue abordada por cuatro delincuentes que pretendían despojarla de sus bienes. Montoya intentó defenderla y recibió dos heridas de bala, que le afectaron severamente la médula espinal y le provocaron una cuadriplejia irreversible. 15 años después del fatídico incidente, el "campeón de la vida", como es conocido en su país, recibió a La Tercera en su finca situada en el municipio de Caldas, a unos 20 kilómetros de Medellín, donde lleva una vida tranquila, con la compañía de su esposa y fiel acompañante, rodeado del verde de las montañas del Valle de Aburrá, y en la cual el canto de las aves se mezcla con los gritos de gol que emanan del televisor, ya que en su hogar el fútbol sigue siendo religión.

¿Cómo se encuentra?

Bien, contento. Aquí paso los días con mi esposa, con mi hijo, que estudia en Bogotá pero siempre está conmigo. La familia lo es todo. De ella parte la alegría, compartir, convivir, dialogar… que se preocupe por mí, y yo por ella. La familia es fundamental.

¿Perdonó o entendió lo que le pasó?

Al principio no fue fácil dejar de preguntarme por qué a mí, pero con el tiempo comencé a ver todo con tranquilidad. Llenarse de ira y resentimiento no conduce a nada. Lo importante es vivir tranquilo, no hacerle daño a nadie, poder ayudar y colaborar con la gente que lo necesite. A veces no se valora lo que se tiene. Tenemos que aprender a valorar. Si hoy tengo un pan, tengo que agradecerlo, porque no sé si mañana voy a tenerlo. Disfrutar de todo lo que tenemos de una forma buena y razonada.

¿Qué papel jugó la fe en su recuperación?

Soy muy respetuoso de la religión. Tengo mi creencia en Dios y en la Virgen. Yo afirmo que lo mío ha sido un milagro, que yo esté vivo, que yo haya dejado el marcapasos, el ventilador… ahora utilizo el oxígeno solamente para aspirarme o para dormir.

¿Ese milagro tiene un fin, una misión?

Una de mis metas es volver a abrazar a mi hijo. Dicen que es muy difícil, imposible. Yo lo voy a intentar, lucho todos los días con cinco horas de terapia para ver si lo puedo lograr. Si lo logro, voy a ser un berraco; y si no, también, porque así José Fernando entiende que el ser humano no se puede dejar vencer tan fácilmente, que tiene que luchar, sobreponerse a las dificultades. Ese mensaje es el que yo quiero transmitir, además de unos valores que hoy tenemos por el piso como sociedad. No hay honestidad ni sinceridad; solo egoísmo y falta de tolerancia, respeto y disciplina. Siento que esa es mi misión cuando llevo un mensaje a los colegios en Bogotá y Medellín.

¿El fútbol sigue siendo importante?

Sin duda. Veo mucho fútbol: de Colombia, del resto de Sudamérica, de Europa… Hoy en día se puede ver todo con un simple televisor o un computador. Incluso, cuando estoy un poco triste o decaído, pido que me pongan un partido de aquella Libertadores que gané con Once Caldas.

¿Y qué recuerda de aquel equipo?

Hombre, yo veo los partidos y digo "fui un berraco". Gané la Libertadores con un equipo que no era el mejor de América, pero supe venderle la idea a los muchachos de que el fútbol es disciplina, respeto, de saber ubicarse y copar espacios, que cuando se recupera la pelota hay que saberla utilizar, distribuirla bien; y cuando no se tiene, hay que refugiarse para recuperarla y volver a iniciar el ataque. Ese es el fútbol, ya está inventado. A mí me criticaban y me decían que era ultradefensivo porque a Sao Paulo le jugamos con cinco defensas y cuatro volantes, pero hoy en día así se está jugando. Entonces, quizá, yo me adelanté a las cosas que luego iban a venir, pero me tocó quedarme en una silla de ruedas.

Y les faltó poco para ganar también la Copa Intercontinental.

La preparamos pensando que íbamos a representar a Colombia y Sudamérica; la preparamos para evitar una derrota por goleada. Creo que pudimos haberla ganado, cumplimos. Con muchachos inexpertos, hicimos un buen papel, le mostramos al mundo lo que es Manizales, lo que es Colombia, y que Sudamérica no era solo Brasil, Argentina o Uruguay. Ese Once Caldas le ganó a Boca en los penales y luego perdimos la Intercontinental en los penales. Cuando gané estuve sonriente y cuando perdí no me enojé; solo doy gracias porque tengo vida.

¿Ya está todo inventado en el fútbol?

Hoy en día no hay misterios, todos se conocen. No es como hace 15 o 20 años atrás, que para saber algo de Inglaterra, por ejemplo, se demoraba bastante. Hoy se está viendo un Chelsea-Liverpool y se entera en el momento de cómo juegan.

¿Cómo evalúa la llegada de Carlos Queiroz a la selección de Colombia?

Creo que es positiva. Jugadores como Cuadrado, James, Falcao, Zapata, Muriel… todos están en Europa, pero no han logrado entender las dos fases del fútbol: no todo es ataque ni todo es defensa, hay que combinar las dos. Tienen que entender que cuando se pierde la pelota, hay que tomar posiciones defensivas y no dejar que siete u ocho trabajen en la recuperación, sino que todos deben trabajar en ello.

¿Le irá bien a Reinaldo Rueda en Chile?

Reinaldo y yo tuvimos la oportunidad de levantarnos casi juntos. Yo dirigía a Antioquia y él al Valle (del Cauca). Eran partidos de mucha rivalidad, muchos los gané yo. Luego salimos y buscamos caminos diferentes. Con Chile, él ha ido logrando coger más credibilidad, no es fácil la tarea que le tocó, pero todo depende de los jugadores, que se le transmita una buena idea, y, sobre todo, de los resultados. La próxima Copa América y el comienzo de las eliminatorias van a ser decisivos. Los técnicos estamos atados a los resultados. En general, soy admirador del fútbol chileno; creo que han logrado combinar el talento del sudamericano con esa picardía y malicia que les caracteriza.

¿Está en peligro de extinción ese talento sudamericano?

Creo que sí, me preocupo por la técnica del jugador sudamericano. Estamos buscando copiar el estilo de los europeos y estamos descuidando lo nuestro, que es el talento, la gambeta, la finta, el amague… esa técnica tan bonita que tenemos aquí. No podemos mirar si un jugador es alto o bajito, si va bien o no en el fútbol aéreo. Sí, hay que desarrollar las condiciones físicas, pero sin perder nuestra esencia.

Violencia

¿Le preocupa la violencia del fútbol?

El fútbol no puede llegar a los extremos de la pelea, de querer pegarle a otro porque lleva otra camiseta. El fútbol no es de nadie, el fútbol es de todos, es muy bonito y es para disfrutarlo y no para pelear por tonterías.

¿Sueña con volver a pisar una cancha?

Esto es de trabajo y que el de arriba me dé la bendición y me diga "levántese, pues". Mientras, yo sigo sonriendo y alegre todos los días.

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