relatos
04 OCTUBRE
Podemos enamorarnos de repente, por los motivos más menudos y nimios, con insensata euforia. El acento de una voz que nos habla por teléfono, una silueta apenas vislumbrada en la ventana, la promesa de una prenda de ropa que baila al son del viento en un tendedero, el sonido de unos pasos en la noche. Nuestra ilusión se aferra a cualquier brizna de oportunidad, como la hierba tenaz que brota en las grietas del asfalto.
Amores flemáticos: un relato de Irene Vallejo
04 OCTUBRE
Mientras conduzco por la autopista, pienso que debería hablar con el gerente de la televisora, y ponerme firme, altivo, insobornable, y comunicarle que no haré más propagandas a la bebida energizante, a la gaseosa azucarada, a la cerveza en lata y al chocolate de leche. Me siento un cínico, una mala persona, un manipulador desalmado, cuando le pido al público que consuma unos productos que probablemente no le conviene comprar.
Es otoño en el corazón: un relato de Jaime Bayly
28 SEPTIEMBRE
Tardó pocos días mi exesposa en mudarse a su nueva casa, acompañada de su novio francés. Parecían contentos. Pasaban las tardes bebiendo vino, escuchando música y fumando en el jardín, al pie del roble cuya sombra parecía protegerlos de todas las cosas malas. Tiempo después, una tarde ya de invierno, mi exesposa tocó el timbre de la casa de mi madre, entró deprisa y gritó.
Ha ocurrido un milagro: un relato de Jaime Bayly
20 SEPTIEMBRE
Mi hermana fue entonces la mujer que vivió muchas vidas: la poeta furtiva que se desmayaba en el periódico y bailaba en las fiestas conmigo; la monja de clausura que entregó su libertad para adorar a Dios; y finalmente la poeta de culto y corredora de olas que se casó, fundó una familia y volvió a escribir poesía, ahora cerca del mar. Tuvo por lo menos tres vidas extraordinarias y dejó escritos dos poemarios.
Monja y poeta: un relato de Jaime Bayly
13 SEPTIEMBRE
Mi madre sufría en silencio porque no podía invitar a su casa a su hermano comunista y su hermano homosexual. Su hermano comunista era abiertamente comunista. Su hermano homosexual era discretamente homosexual. Mi madre me decía que ambos estaban confundidos porque se habían alejado de Dios.
Rojos y mariquitas: un relato de Jaime Bayly
06 SEPTIEMBRE
Diversas escuelas de filosofía en la antigua Grecia ofrecían a sus seguidores recetas para aliviar tristezas. La meta de sus enseñanzas era la ataraxia, una palabra que hoy suena a nombre de ansiolítico, y que significaba “ausencia de turbación”. Ese ideal atraía a personas agitadas, fatigadas de luchar en las trincheras del día a día, al borde del desconsuelo.
Consuelo: un relato de Irene Vallejo
31 AGOSTO
Es probable que mi carrera de televisión en este país, que comenzó hace exactamente treinta años, cuando estaba por nacer una de mis hijas, termine más o menos pronto, digamos a finales de este año o mediados del próximo. No renunciaré. Resistiré todo lo que pueda. Haré acopio de paciencia y humildad. De esos treinta años, casi veinte los he trabajado en el canal que ahora no me paga porque no puede hacerlo. No es mala leche del dueño ni de sus gerentes.
He visto a todos caer: un relato de Jaime Bayly
16 AGOSTO
Cuando viajo con mi familia, o a solas por asuntos de trabajo que en rigor no constituyen un verdadero trabajo, mi asistenta me guarda cuidadosamente los periódicos que llegan cada día, en mi ausencia. Al volver a casa, encuentro una montaña de periódicos sobre la mesa, en la sala de lectura
Viejas costumbres que no pienso interrumpir: un relato de Jaime Bayly
10 AGOSTO
09 AGOSTO
Hace dos mil años, en la soledad de su insomnio, lejos de casa, entre campañas militares y desvelos de gobierno, Marco Aurelio comenzó un diario íntimo. Allí volcaba su fatiga y su irritación, para después recordarse a sí mismo que debía ocultarlas y practicar la paciencia aprendida en la filosofía.
Verdades como puños: un relato de Irene Vallejo
02 AGOSTO
26 JULIO
Nosotros nos quedamos casi todo el verano en la isla, y por eso tenemos fama de locos y de pobretones. Viajamos dos o tres veces durante las vacaciones escolares, pero son travesías breves, de apenas siete días. Luego regresamos extrañando a la isla y, sobre todo, a nuestro perro y nuestros gatos. No podríamos dejarlos tres meses seguidos, sería una crueldad egoísta.
Esta isla bendita: un relato de Jaime Bayly
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