Marcela Cubillos, ministra de Educación: "No soy neutral frente a los desafíos que vienen"

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30.01.2020 ENTREVISTA A MARCELA CUBILLOS, MINISTRA DE EDUCACION, EN EL EDIFICIO DEL MINISTERIO DE EDUCACION. FOTO: LUCAS ALVARADO / LA TERCERA

La ministra de Educación dice que acoge la petición de mantener prescindencia frente al plebiscito, pero sostiene que “no es fácil, sobre todo cuando hay tanto en juego”. Además, afirma que “somos todos parte de un gobierno cuyo proyecto de sociedad está representado por los valores de esta Constitución”.


Fue la figura política que perdió más respaldo ciudadano en la última encuesta CEP, bajando 28 puntos su evaluación positiva. La ministra de Educación, Marcela Cubillos, reconoce que ha sufrido un alto costo político al frente del Mineduc, pero recalca que "entré en política por convicciones y no encuestas".

En esta entrevista, la titular de Educación justifica la ausencia de sus vocerías en el proceso de la rendición de la PSU y aborda los desafíos del gobierno en el proceso constituyente.

¿Qué responsabilidad tiene el gobierno de que haya fracasado en dos oportunidades la rendición de la PSU?

Hay distintos factores que son bien importantes. Por una parte, el Ministerio de Educación hasta este año no tiene ninguna atribución en relación a la prueba. No tenemos atribución ni para fijar la fecha, ni para determinar los locales, ni para elegir los examinadores, por lo tanto, tampoco para decidir las soluciones a esos jóvenes afectados, no tenemos atribuciones. El Consejo de Rectores, que este año administra el proceso de admisión, y la Universidad de Chile, a través del Demre, gestionan la prueba. Que la ministra de Educación presida el Consejo de Rectores es, más bien, algo formal, porque las facultades como presidenta están delegadas desde hace muchos años en quien ocupa el cargo de vicepresidente ejecutivo del Consejo de Rectores, por lo tanto, todas las facultades que tiene un ministro como presidente del Consejo de Rectores están a través de una delegatoria formal legal en manos del vicepresidente ejecutivo.

Pero el gobierno terminó involucrándose igual, pues hubo problemas en el orden público…

Aquí yo creo que es bien importante lo que señaló el propio rector Vivaldi, que la gestión de la prueba la tiene la Universidad de Chile y él hace algunas semanas asumió públicamente la responsabilidad por lo que había ocurrido con la Prueba de Selección Universitaria y fueron muy claros en decir que ellos habían subestimado los efectos de los llamados a la violencia y no quisieron para esa primera fecha que hubiera resguardo de Carabineros en los locales, decisión que la cambiaron para esta segunda oportunidad. Por lo tanto, aquí, efectivamente ellos, que tenían la gestión de esta prueba, lo reconocieron, subestimaron que la violencia se iba a concretar del modo en que se concretó.

Usted ha tenido un rol ausente en esta materia. Explicó que había sido porque ustedes no tienen la responsabilidad del proceso en esta ocasión, sin embargo, igual hizo un balance final en la primera prueba. En esta ocasión no fue así. ¿Por qué?

Creo que hay dos cosas, más que no tener responsabilidades, uno no tiene atribuciones y, por lo tanto, es bien complejo tener vocería de procesos en los que no tienes atribuciones. En la primera prueba, en que efectivamente se afectó a tantos jóvenes por la violencia, me pareció esencial denunciar esos llamados a la violencia, que se habían hecho a cara descubierta, y que tuvieran por parte de la fiscalía y de tribunales una acción concreta. En esta segunda oportunidad, en que la prueba finalmente se pudo rendir casi en su totalidad, no me pareció necesario hacer un balance yo, sino que efectivamente los dos subsecretarios, como se hizo por parte de Interior y de Educación Superior.

¿Su ausencia no tiene relación con que su figura genera más rechazo?

No, aquí es un tema de dónde están las atribuciones y cuál fue el equipo que gestionó la coordinación previa.

En junio del año pasado irrumpió como una de las figuras mejor evaluadas de la medición de la encuesta CEP, con un 36%, pero en el último sondeo fue quien más bajó en su respaldo: 28 puntos menos. ¿Cómo lo toma?

Siempre he dicho que las encuestas buenas no me marean, ni las malas me deprimen. Y, además, nadie asume el Ministerio de Educación si no está consciente también de los costos personales y políticos que se pagan hoy en Chile. Y yo sabía especialmente los costos personales y políticos que iba a traer el cuestionar muchas de las reformas que impulsó la izquierda en el gobierno anterior, y que, a nuestro juicio, como gobierno, no han traído avances o mejoras en la calidad de la educación, en el derecho de los padres y en la libertad de enseñanza. Y, obviamente, que cuestionar todas esas reformas te expone permanentemente a una crítica más dura, al conflicto más duro.

¿Y cree que el costo ha sido muy alto?

No, estoy muy consciente de los costos que se pagan. Yo entré en política hace muchos años, desde muy joven. Siempre nos tocó estar por muchos años siendo oposición, estando en posiciones más difíciles de defender, y estoy convencida de que uno tiene que renovar cada vez las razones por las que se mete en política. Yo me metí por convicciones, no me metí para ser esclava de una encuesta o de lo que las redes sociales pudieran recomendar, decidir o hacer.

¿A qué cree que responde principalmente ese rechazo: a la cartera o a su figura?

El Ministerio de Educación siempre ha sido un ministerio difícil, complejo y, efectivamente, vuelvo a decir, asumí después de reformas estructurales que se hicieron en el gobierno de la Presidenta Bachelet, y criticar y cuestionar e intentar cambiar muchos de esos aspectos que, a juicio nuestro, no están trayendo avances en materia de calidad, educación, por supuesto que se pagan también costos, pero a mi juicio siempre fueron, por así decirlo, conocidos.

¿Cómo cree que el gobierno ha enfrentado el estallido social?

Para hablar de lo que ocurrió en octubre y entender un poco lo que se ha hecho, creo que es fundamental separar dos cosas. Una, la violencia y otra las manifestaciones pacíficas que puedan ser producto de un legítimo descontento social o de soluciones a problemas sociales que hayan ido quedando postergados con los años. Desgraciadamente, con el tiempo ha ido quedando hasta hoy solamente la violencia, y el gobierno respondió ambas cosas de manera, a mi juicio, oportuna y eficaz. A esas manifestaciones pacíficas producto de un descontento acumulado se ha respondido con una agenda social muy potente, que está avanzando y que se está sacando adelante, y en el cual todos los sectores políticos han reconocido parte de su responsabilidad por no haber avanzado más, con mayor premura y con mayor sentido de urgencia antes. Y respecto de la violencia, creo que hoy el control del orden público es más un problema político que un problema de fuerza. Se ha perdido el consenso de esa necesidad imperiosa por hacer cumplir la ley. Se ha perdido ese consenso que tiene que existir respecto de que la violencia como medio para conseguir demandas sociales es ilegítima y, al mismo tiempo, que es esencialmente legítimo el uso de la fuerza pública para intentar controlar el orden público.

¿Y este problema político se lo atribuye al gobierno?

En relación al problema de la violencia, lo estamos sufriendo todos, por lo tanto, es un problema de todos. Y como ha ido mutando, creo yo, de ser un problema de fuerza a un problema político, se tienen que reconstruir esos consensos. Hay una responsabilidad de todos en aislar la violencia, y ahí creo que muchas veces hay un doble estándar y un doble discurso (…). Lo mismo pasa, por ejemplo, cuando quienes dicen condenar la violencia no están apoyando leyes que dan herramientas más eficaces para combatirla. O se dice condenar la violencia, pero está lleno de acusaciones o peticiones de renuncia a aquellos funcionarios que tienen que cumplir con su obligación constitucional de luchar por imponer el orden.

¿Pero cree que ha habido una buena gestión del ministro Gonzalo Blumel?

Yo creo que el gobierno ha hecho lo correcto, tanto en materia de orden público, intentando enfrentar una violencia que ha sido muy fuerte en los últimos meses, levantando una agenda social muy potente y, al mismo tiempo, empujando lo que tenemos pendiente en materia de modernización del Estado.

¿Cómo se gobierna con un 6% de respaldo, en el caso del Presidente?

La legitimidad para gobernar no te la da una encuesta, sino que te la dan -en un estado de derecho- las elecciones democráticas, porque si no, con el mismo argumento se podría decir cómo se sigue legislando con un Congreso que tiene un 3% de aprobación. Tanto el Presidente, como los parlamentarios, fueron elegidos hace poco más de dos años, con mayorías importantes.

¿No lo toman como un fracaso la pérdida de apoyo, incluso, del propio electorado?

Si bien la legitimidad te la da una elección, por supuesto que de toda la experiencia cada autoridad va sacando aprendizajes. Si uno piensa cómo se sale de una crisis como esta, aparte de toda la agenda que se está levantando en materia de orden público, agenda social, hay que también quizás impulsar, promover o volver a valorar una forma distinta de hacer política, en que uno tenga una convicción y con esa convicción tratar de convencer, más que una encuesta te diga qué tienes que pensar o cómo tienes que actuar en un momento determinado. Si en un minuto determinado es poca la gente que te está respaldando, bueno, hay que trabajar más por recuperar esa confianza, pero yo no creo que la política deba hacerse por hashtag, por redes sociales o por encuestas.

Pero justamente una de las críticas que ha habido del sector es que el gobierno se deja llevar por las encuestas y que han abandonado las ideas que son más propias de la centroderecha...

Lo político es una mezcla de escuchar a la gente y, al mismo tiempo, tratar de conducir. Lo que está haciendo el gobierno con los lineamientos que ha dado el Presidente, son ambas cosas: escuchar las demandas de la gente, flexibilizar y readaptar mucho de lo que eran sus urgencias y prioridades, programas, pero al mismo tiempo conducir también la crisis.

Respecto del proceso constituyente, el Presidente ha pedido prescindencia a los ministros ¿Qué le parece esa decisión?

La no intervención en los procesos electorales es un deber legal y el Presidente, aparte de pedirnos cumplir con este deber legal, nos ha pedido abstenernos de dar una opinión pública respecto de nuestra posición en el plebiscito. Por supuesto que uno acoge esa petición, pero por supuesto que no es fácil, sobre todo cuando hay tanto en juego. Uno tiene su corazón y tiene su posición, pero también quiero decir que esa prescindencia, por así decirlo, no es lo mismo que neutralidad. Yo, al menos, no soy neutral frente a los desafíos que vienen a futuro, y creo, asimismo, que el gobierno no es neutral. El gobierno representa un proyecto de sociedad cuyos valores fundamentales están expresados en la Constitución actual, y quizás en el gobierno hay algunos que estén, como lo están en Chile Vamos, jugados porque los cambios a la Constitución se den dentro del Congreso y hay otros que quieren que esos cambios partan desde una hoja en blanco.

Usted dice que es difícil mantener la prescindencia. ¿Es correcta esa decisión?

Yo respeto lo que el Presidente nos ha pedido. Hay, por una parte, efectivamente un deber legal de las autoridades de no intervención en los procesos electorales, y nos ha pedido que, habiendo dos posiciones igual de legítimas al interior de Chile Vamos, nos abstengamos de dar nuestra opinión pública. Pero creo que no falto a esa prescindencia si en un ámbito tan relevante como es, por ejemplo, el que me toca como ministra de Educación, digo que, en materia de libertad de enseñanza, del derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos, del deber del Estado de proveer educación, voy a defender la forma en que está establecido en la Constitución actual. Y quizás la diferencia está en que quienes están por el 'apruebo' lo tienen ya escrito y quienes estén por el 'rechazo' van a tener también que lograr que los que integren esa convención pongan por escrito algo bastante similar a lo que tenemos hoy en la Constitución en materia libertad de enseñanza.

De acuerdo a lo que dice, pareciera que su posición está por el 'rechazo'…

Voy a cumplir con la petición de prescindencia que nos ha hecho el Presidente.

¿No cree que es un poco contradictorio que se empiece a hablar del contenido de esta nueva Constitución antes de que la gente decida?

Creo que es fundamental, porque de eso se trata la decisión de abril. La decisión de abril se trata de si la Constitución actual, que es bien importante que la gente la conozca, la vas a querer mejorar o cambiar en el Congreso por esa vía, o vas a querer que se parta escribiendo una Constitución desde una hoja en blanco.

Por lo tanto, la discusión de fondo es tremendamente relevante. Además, porque estoy convencida de que en materia de contenidos en la coalición básicamente no existen grandes diferencias, y es lógico que no existan, somos todos parte de un mismo gobierno cuyo proyecto de sociedad está representado por los valores de esta Constitución. Si algunos quieren o son más partidarios de que se le hagan mejoras al texto actual, y otros están empujando que se parta de cero, van a tener, además, que lograr ganar que asambleístas quieran escribir lo que ellos piensan en esa materia.

En Chile Vamos han cuestionado el rol del comité político del gobierno. ¿Cómo lo evalúa?

Nunca he entendido que se evalúe al comité político como algo separado del resto de gabinete, no comparto eso. Creo que todo el gabinete está siempre bajo evaluación, bajo escrutinio, bajo juicio, y porque, además, no creo que solo el comité político sea el responsable de hacer política.

Más allá de eso, ¿cómo ha visto el rol de los ministros del comité político? A cada uno se le cuestiona por distintas áreas. Por ejemplo, a Blumel por el tema de seguridad pública, que dicen que no le gusta.

Todos los ministros que asumieron en octubre en medio de la crisis están haciendo una muy buena labor en circunstancias muy difíciles.

¿Y cómo toma que las críticas al comité político vengan del senador Andrés Allamand, su esposo?

Con Andrés, lo decimos siempre, pero es real, en familia funcionamos como uno solo y en política funcionamos como dos carreras, vías y agendas separadas.

En su caso particular, tras la baja de la aprobación en la encuesta CEP, ¿se siente cómoda siendo ministra?

Yo siempre asumí Educación sabiendo que era un ministerio muy difícil. Me llamaron a los pocos meses de asumir, cuando estaba en el Ministerio de Medio Ambiente y no dudé en aceptar, sabiendo lo difícil que era. Por lo tanto, nada de lo que ha ocurrido desde que asumí en adelante ha sido quizás una sorpresa. Llevo muchos años en política, por lo tanto, sé que es duro, sé que es duro defender convicciones y también sé lo que es enfrentar las críticas.

¿Pero ve viable mantenerse con tanto rechazo?

Quien tiene que ir definiendo permanentemente su equipo es el Presidente.

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