Gabriel Guarda: el legado de uno de los grandes intelectuales del siglo XX y pionero del patrimonio en Chile

Gabriel Guarda, en 2017, para el lanzamiento de una nueva edición de su libro La Edad Media de Chile. Entonces declaró que era el libro "más importante y de largo aliento que he escrito". A su lado está María Angélica Zegers, de Ediciones UC. Foto: Prensa UC.

Una notable herencia para la historia de Chile, de la arquitectura y del patrimonio deja el monje benedictino, arquitecto y Premio Nacional de Historia fallecido a los 92 años. Autor de la Capilla del Monasterio Benedictino de Las Condes, quienes lo conocieron destacan su calidez y rigurosidad, y también su profunda espiritualidad.


Amaneció dormido esta mañana, en el Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad, en Las Condes. Gabriel Guarda Geywitz tenía 92 años y era abad emérito de esa orden. También era arquitecto, historiador y un activo defensor del patrimonio.

Su cruz abacial de lapislázuli, y su Biblia están ahora sobre su féretro, en esa iglesia moderna que él mismo construyó entre 1962 y 1964, junto a Martín Correa, arquitecto de la UC y monje, al igual que él. Su funeral se realizará mañana y será reservado, en comunidad.

“Es un día de bastante felicidad para ellos, porque cuando fallece un monje es su momento cúlmine”, comenta Carlos Maillet, director del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural. Este arquitecto fue monje benedictino y vivió en el monasterio por cuatro años. Su guía fue Gabriel Guarda.

“Estudié con él filosofía, historia del arte y música. Le ayudé con las publicaciones en las que estaba trabajando en esos años, en particular con La edad media de Chile", detalla. Se refiere a La edad media de Chile: historia de la Iglesia: desde la fundación de Santiago a la incorporación de Chiloé 1541-1826 (2011), un libro cuya última reedición se hizo hace dos años, por Ediciones UC.

En el monasterio, cuenta el arquitecto, "el maestro, el mayor, le enseñaba al más joven, eso es parte de la regla benedictina, que es anterior incluso al Concilio de Éfeso, antes del dogma de la Virgen María, y que es un tipo de vida medieval, de dedicarse al trabajo y al arte, al bien de la humanidad y la belleza como objetivo”.

Retrato de Gabriel Guarda que se encuentra en la biblioteca del Monasterio Benedictino. "Se lo hizo Claudio Bravo, con quien eran muy amigos. Se ve su cruz abacial y la Biblia que siempre tenía en sus manos", comenta Carlos Maillet.

A juicio de Maillet, “el padre Guarda es uno de los principales intelectuales del siglo XX, por lejos, de la talla de Barros Arana, Vicuña Mackenna y Andrés Bello. Construyó una historia de chile relatada desde la Colonia y las fortificaciones, desde el conocimiento de los territorios fuera de Santiago. Así como hubo una generación que construyó este país en el siglo XIX, como Domeyko y Claudio Gay, en el padre Guarda tenemos un legado trascendental para la identidad del país y que no se puede desconectar de su obra espiritual. Trabajó mucho con las regiones, con Valdivia, su ciudad natal, y con Chiloé. Cuando nadie se interesaba por la arquitectura en madera de Chiloé, él estaba haciendo levantamientos y mapas. Nos deja una obra monumental que da pie a mirar las regiones”.

“Fue un pilar de la arquitectura urbana en Chile”

Gabriel Guarda nació en Valdivia y estudió Arquitectura en la Universidad Católica. Además de ingresar a la orden benedictina, fue discípulo de Jaime Eyzaguirre y desarrolló una obra tan maciza como historiador que obtuvo el Premio Nacional de Historia en 1984. Entre sus numerosas publicaciones se destacan Historia urbana del Reino de Chile (1978), Cartografía de la colonización alemana 1846- 1872 (1982), Iglesias de Chiloé (1984) y Flandes indiano. Las fortificaciones del Reino de Chile 1541 - 1826 (1990), así como El arquitecto de La Moneda Joaquín Toesca. Una imagen del imperio español en América (1997) y Los encomenderos de Chiloé (2003). Asimismo, fue uno de los fundadores de la revista Historia, de la UC.

Guarda era el miembro más antiguo de la Academia Chilena de la Historia. “Era un hombre que a través de su personalidad y de su mensaje religioso, despedía espiritualidad. Como historiador se especializó en los tiempos de la Colonia, particularmente en la zona de Valdivia, destacando en la historia del arte, en la historia de la construcción y en lo que investigó sobre los fuertes valdivianos, por ejemplo”, comenta Joaquín Fermandois, historiador y presidente de la Academia Chilena de la Historia. Destaca que el padre Guarda tenía su centro en la época de la Colonia porque es ahí cuando se forma Chile.

“Por lo demás, sus prédicas en la Iglesia eran muy interesantes y siempre iba más allá de las circunstancias específicas que la motivaran. Era capaz de expresar el mundo espiritual de una manera muy creíble, transmitía verdad”, agrega Fermandois.

“Gabriel Guarda solía contar que siendo un escolar problemático se sintió atraído desde niño por dos cosas: dibujar e investigar historia. Estas atracciones definieron su destino además de su decisión de desarrollarlas desde su condición de monje benedictino”, dice Fernando Pérez, arquitecto y director del Museo Nacional de Bellas Arte. Destaca, además, que “su labor como historiador, historiógrafo e investigador de nuestro patrimonio arquitectónico y urbano es monumental”, y que la Capilla del Monasterio Benedictino es una de las obras de mediados del siglo XX más reconocidas nacional e internacionalmente.

Interior de la Capilla del Monasterio Benedictino. Foto: Consejo de Monumentos Nacionales.

El Monasterio Benedictino, declarado monumento nacional en 1981, que construyeron Gabriel Guarda junto a Martín Correa recién titulados, es una obra clave de la arquitectura moderna en Chile. “Y no sólo de Chile, sino de Latinoamérica”, apunta Emilio de la Cerda, subsecretario del Patrimonio Cultural.

“Gabriel Guarda era uno de los últimos héroes del patrimonio del siglo XX, y su legado tiene gran importancia para la arquitectura y también para el patrimonio cultural. Desde muy temprano, además, él se dedica a la historia, y recibe el Premio Nacional de Historia en 1984 por su tremendo aporte a las historias de la arquitectura, de las ciudades y del patrimonio cultural", especifica el arquitecto. Además de sus investigaciones sobre urbanismo, destaca su trabajo en torno a "la imbricación de la Iglesia con la historia del país. Otro aporte suyo monumental es el que hace respecto de Joaquín Toesca, el arquitecto de la transición entre la Colonia y la República, autor del Palacio de La Moneda, así como su trabajo en torno a Chiloé. Lo cierto es que es uno de los pilares de la historia urbana de Chile y él fue un pionero en relevar materias de patrimonio cultural en el país”.

De la Cerda tuvo contacto con Guarda como académicos ambos de la Universidad Católica. “Era cálido y muy riguroso”, dice, y destaca que Guarda formó a varias generaciones como profesor de la UC; fue de hecho profesor en las facultades de Teología, Derecho y Arquitectura. Igualmente, dice que seguía muy lúcido e inquieto intelectualmente. De la Cerda, Maillet y Guarda tenían planificado ir al Palacio Pereira el sábado pasado, pero no pudieron concretarlo. “Pese a lo disminuido que estaba en salud, él quería ver cómo se articulaba la obra moderna con este edificio histórico que él tanto defendió en décadas pasadas. Pero por razones de seguridad tuvimos que posponer la visita, ya que sin electricidad no podíamos usar el ascensor”, revela.

“Yo me saqué el Premio Nacional cuando entré al monasterio”

Para Patricio Bernedo, historiador y decano de Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Universidad Católica, "estamos hablando de alguien que tiene más de 300 publicaciones en historia urbana y de la arquitectura. Su gran obra es la Historia de Valdivia 1552-1952″. Y afirma que "una de las cuestiones interesantes en sus estudios sobre Valdivia, es que él plantea una continuidad, traza una sola línea que va desde Valdivia y el Chile colonial, pasando por la Independencia y avanzado hacia la República, sin cortes. Su sentido histórico no es tanto de quiebres, sino que de continuidad, muy diferente a la visión tan de hitos o cambios que siempre andamos buscando los historiadores. En muchas de sus obras, el padre Gabriel Guarda buscaba justamente lo contrario: la continuidad, lo permanente, lo que sigue”.

Renuente a las entrevistas, la revista Ercilla logró conversar con él en 1980. Allí le hacen ver que no obtuvo el Premio Nacional de Historia, aunque era el candidato de la Academia de la Historia. “Si quiere que le diga la verdad, no entra en mi cosmovisión obtener premios nacionales. Yo me saqué el Premio Nacional cuando entré al monasterio. Estas farras de Espíritu Santo que me pego son el Premio Nacional más gratificante de la tierra”, responde, taxativo.

En esa entrevista de 1980 le preguntan también por qué cosas lo horrorizan del mundo. “El poder del demonio, el Príncipe de las Potestades Aéreas. La mentira internacional y la mentira personal. La locura del dinero ¡Qué veleidad del mundo!”, exclama. Insiste en que “acción y contemplación no tienen por qué estar reñidas en la vida de un monje”.

También desliza una crítica a la Iglesia de ese momento: “Hay un exceso de directivas y documentos. No caigamos nosotros en esta suerte de fariseísmo, como si fuésemos los únicos dueños de los caminos que llevan a Cristo. Vivamos el Evangelio, y eso será nuestro mejor testimonio”.

“Hoy la sociedad tiene pocos referentes trascendentales, los ha denostado; y hablar del padre Guarda es hacer un elogio al espíritu. Siempre repetía una frase de Juan Pablo II: ‘La esperanza de los jóvenes va a formar al mundo’", recuerda Carlos Maillet.

“La mejor palabra para describirlo es misericordia. Cuando hablabas con él, salías perdonado, sin culpa. El espíritu benedictino es así, tendiente a la alegría", dice el arquitecto, y asegura que esa alegría, la misma “farra de Espíritu Santo” de la que Guarda hablaba hace 40 años en revista Ercilla, es una realidad arquitectónicamente palpable en la Capilla del Monasterio Benedictino que los jóvenes monjes Guarda y Correa construyeron en 1962.

"Es una obra moderna centrada en la arquitectura de la luz. Especialmente en la liturgia; los monjes cantan canto gregoriano a la salida del sol, cuando el sol se esconde y al mediodía, y se produce en ese espacio arquitectónico una fusión de la luz y las voces. Nada se interpone”, cierra Maillet.

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