La tragedia infinita del Pistola Flores

Cristián Flores, Pistola Flores

El exfutbolista de Wanderers, Colo Colo y la selección chilena hace un repaso de su carrera y de sus excesos fuera de la cancha. Hoy lucha para reconstruir parte de su casa que se consumió en un incendio.


"Llegué a mi casa después de un carrete, llevaba siete días sin dormir. Me miré al espejo, pegué un salto y caí al suelo. Estaba muerto y me estaba mirando desde fuera de mi cuerpo. Después di otro salto y volví. Me dijeron que me desdoblé. Me llevaron de urgencia al hospital y el doctor me dijo que había tenido un preinfarto y que, si no hubiera tenido la caja toráxica ancha por ser futbolista, habría muerto. Ahí empecé a darme cuenta de que no podía seguir ese ritmo que llevaba".

A Cristián "Pistola" Flores (47) la vida le ha dado muchos golpes, otros se los proporcionó él mismo, pero siempre logró volver a levantarse. Primero, tras una infancia difícil; hijo único de una familia de escasos recursos, tuvo que trabajar desde los ocho años y perdió a su madre a los 17. Hoy, con un incendio que quemó el 30% de su casa ubicada en el cerro Mariposa de Valparaíso y que por estos días lucha para reconstruir.

Entre medio, un sinfín de historias que se da el tiempo de recordar, rodeado de niños que lo conocen como el Tío Pistola y juegan a la pelota en la cancha de pasto sintético del Auditorio Osmán Pérez Freire. Esa misma que este sábado recibirá un evento solidario para apoyarlo tras el siniestro, con exfutbolistas de Wanderers y Everton, entre otros que se han acercado a darle una mano. "Con lo que me pasó me ha ayudado gente que ni me acordaba y me han recordado cuando yo los ayudé a ellos. Eso me sorprende. Como también hay algunos que se alegran de que a uno le pasen estas cosas. Dicen, ah ese es desordenado".

El fútbol fue el hilo conductor que le dio cierta coherencia a la vida del Pistola hasta su retiro en 2001. Se formó y jugó siete años en Santiago Wanderers, con pasos por Everton, Santiago Morning y Colo Colo. En el Chago guarda sus mejores recuerdos. "Teníamos un gran equipo en el Morning. A ese equipo le decíamos el reformatorio de satánicos, imagínate. Se armó un plantel con Luis Pérez, Raúl Palacios, Joel Reyes, Diego Rivarola, Fernando Martel, Carlos Tejas, y nos dirigía Jorge Aravena. Ahí pude dar el salto a Colo Colo y tuve algunas nóminas a la selección chilena".

De su breve estadía en la Roja rememora su disputa con Nelson Acosta cuando este lo nominó para unos amistosos de pretemporada en el 2000. "El Pelado me citó para unos amistosos con Estados Unidos, Costa Rica y Guatemala. En ese tiempo pagaban los premios cuando ganabas y solo a los que sumaban minutos. Perdimos todos los partidos. Tras eso organizaron un cuadrangular en Valparaíso con Bulgaria, Australia y Eslovaquia, y yo le pedí que me pusiera para ganarme unas lucas y jugar ante mi gente. Ganaron los dos primeros partidos, pero me tuvo calentando todo el segundo tiempo y no me puso. Recién en el tercero cuando iban perdiendo me llamó para entrar, pero me negué. Le regalé la ropa a la gente y terminé en calzoncillos".

Tras un semestre en Atlante y otro en Irapuato, se produjo una fallida negociación para llegar a Universidad Católica que, unida a una lesión de meniscos que sufrió en México, precipitaron el fin de su carrera con solo 29 años a fines de 2001. Cuenta que estaba listo en la tienda cruzada y a último minuto el técnico en ese tiempo, Juvenal Olmos, le bajó el pulgar.

"Hablé con Olmos cuando yo estaba con contrato en Irapuato, ganando mucha plata, y me dijo que me había recomendado Jorge Aravena y que me quería. Me ofrecían mucho menos de lo que cobraba allá, pero me tenté, firmé el finiquito y me vine a Chile. Llegué y cuando lo llamé me dijo que habían firmado a Pablo Lenci por menos plata así que lo mío se había caído. Esa no se la perdoné más", relata.

Flores confiesa que el fútbol le dejó tristeza y resentimiento. Si bien en un momento le dio todo, dice que hubo personas que no se portaron bien con él y cuando necesitó ayuda no estuvieron para darle una mano. Además, relata haber visto el lado más oscuro del negocio. "Cuando estás adentro te das cuenta de que hay mucha mafia. Cuando jugaba en Santiago Morning, jugadores de otros equipos me llegaron a ofrecer plata en pleno partido para dejarme perder. Vi tantas cosas en el fútbol que podría escribir un libro y hacerme rico, pero capaz que me manden a matar si hablo. Por respeto a mis hijos chicos no lo he hecho".

El paso por el fútbol mexicano le cambió la vida económicamente pero también le abrió la puerta de los excesos. Los años posteriores a su retiro estuvieron ligados al alcohol, las drogas y las malas juntas. "Cuando gané plata pensé que tenía el mundo en las manos y me eché gente encima, quizás por altanero porque nunca me gustó que me pasaran por encima. Me las arreglé para llegar arriba y lo desperdicié. Si yo hubiese tenido los estudios de un cuarto medio o un preuniversitario, a lo mejor la cabeza me hubiese dado para pensar más a futuro y no en comprarme 3 autos, casas con piscinas, negocios, prestarle plata a amigos que no eran tal, etc. Tenía una cuenta en el banco para vivir tranquilo para siempre (llegó a tener 600 millones de pesos en el banco)".

Ese mismo carácter que tuvo para salir adelante durante su infancia, le jugó en contra en algunos episodios que le pudieron haber costado la vida. Si hay algo de lo que se arrepiente es de esa terquedad que le impedía escuchar consejos de otras personas. "Una vez me sacaron la cresta unos organilleros cuando iba por Valparaíso camino a una comida familiar. Como tengo ese carácter de no dejarme pasar a llevar, me puse a discutir con uno y me pegó con un fierro en la cabeza. Terminé en la UCI. Otra vez me asaltaron para robarme las joyas con que andaba en ese tiempo que malgasté la plata (alcanzó a ganar 26 millones de pesos mensuales en Colo Colo). Me trataron de apuñalar y tengo dos cicatrices, una en la nuca y la otra en el brazo".

Luego de perderlo todo, inclusive el apoyo de su familia en aquellos años, llegó a vivir en un campamento de Valparaíso en una mediagua, con nada más que un colchón. Pasó hambre. Tocó fondo, pero reconoce que con fuerza de voluntad salió adelante y arregló la relación con su familia. Actualmente dedica sus días a vender ropa en su ciudad natal, además de hacer algunos pitutos en el puerto. Pide que la Municipalidad de Valparaíso se ponga con un proyecto que incentive la práctica del deporte en la ciudad y se pone a disposición para trabajar. Pero lo que lo mantiene vivo es la escuela de fútbol que abrió en 2015, una iniciativa sin fines de lucro, donde intenta transmitirles a niños de entre 4 y 16 años todo el aprendizaje que le dejó la vida y el fútbol.

"Las diferencias de los cabros jóvenes de mi época con los de ahora, es que estos tienen todo en bandeja muy rápido. De repente tienen 18-19 años, se ven con grandes sueldos y lo primero que hacen es comprarse el auto más lujoso en vez de una casa. Después se van a retirar y van a terminar viviendo en el auto (risas). También les digo que es importante que estudien, me preocupo de que entiendan cómo ganarse la vida. A esta altura me doy cuento y soy consciente de todo eso. Que yo no tuve nadie que me lo dijera cuando era chico".

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