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¿Puede el ibuprofeno ayudar a la diabetes? Especialistas piden cautela ante nuevos estudios

Una investigación publicada por la British Journal of Pharmacology analizó si el ibuprofeno y el naproxeno "amortiguan" la percepción del sabor dulce en humanos, lo que podría influir en cómo el cuerpo maneja el azúcar en personas con diabetes tipo 2. Un descubrimiento que los profesionales piden tomar con cuidado, ya que aún no hay pruebas clínicas que avalen su uso.

Nuevos estudios sobre ibuprofeno y percepción del dulzor generan interés, pero los especialistas advierten que no existe evidencia clínica que respalde su uso en diabetes tipo 2.

La diabetes tipo 2 ha mostrado un incremento sostenido en el país. Una enfermedad común, pero no por ello menos compleja y difícil de tratar. Se trata de un problema global: de hecho, la Organización Mundial de la Salud estima que 420 millones de adultos en el mundo padecen esta patología, y 62 millones viven con ella en el continente americano.

Un estudio internacional realizado por investigadores de la Universidad de New Brunswick y de Philadelphia, y publicado este año por la British Journal of Pharmacology, afirmó hace poco que el ibuprofeno y otros antiinflamatorios no esteroidales (AINEs), parte de una familia de medicamentos para tratar dolores agudos, podría “inhibir” receptores del sabor dulce y alterar señales relacionadas con la detección de glucosa, sugiriendo así un posible efecto sobre el metabolismo.

La evidencia preliminar, sin embargo, revela estudios con efectos adversos en pacientes diagnosticados, como mayor riesgo de insuficiencia cardíaca y problemas renales asociados al uso prolongado de antiinflamatorios.

Esto significa que, aunque el estudio propone que la inhibición de los receptores del sabor dulce podría influir en la forma en que el cuerpo detecta y maneja la glucosa, no significa que los antiinflamatorios tengan un efecto beneficioso en el control de la diabetes.

La diabetes tipo 2 mantiene un crecimiento sostenido en Chile y en el mundo, con millones de personas afectadas y desafíos complejos de tratamiento.

Para entender la importancia de los receptores de sabor dulce en humanos y en células, Mario Navarro, académico de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad Andrés Bello, expresa que los receptores “son estructuras presentes en las células que le permiten responder a estímulos externos”.

En este caso, los receptores de sabor dulce TAS1R2/TAS1R3 no sólo se expresan en la lengua, sino que también se encuentran en el intestino y en las células beta pancreáticas, encargadas de producir y secretar insulina.

“La activación de estos receptores en el intestino estimula la absorción de glucosa. Por lo tanto, se plantea que su inhibición podría reducir la absorción intestinal de glucosa”, explica.

“Los receptores son estructuras presentes en las células que permiten responder a estímulos externos” explica Mario Navarro, académico de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad Andrés Bello.

Ante los hallazgos, que muestran que el ibuprofeno puede modular dichas señales, resalta que “los resultados son muy preliminares”, y que esta investigación “va en la línea de buscar nuevas moléculas que puedan actuar como antagonistas de receptores TAS1R2/TAS1R3 sin los efectos conocidos de ibuprofeno”.

Misma opinión comparte el Dr. Leonel Rojo, profesor de farmacología y toxicología en la Universidad de Santiago, quien dice que todos estos aportes “deben tomarse con cautela”. Respecto a la desensibilización de los receptores del dulzor, Rojo ve “implicancias dobles”. Por ejemplo, una persona que consume AINEs por un dolor crónico podría experimentar una menor sensibilidad al dulce a nivel bucal y, consecuentemente, consumir más azúcar o aumentar la dosis de edulcorante para alcanzar la satisfacción habitual.

Si esta persona es mayor, detalla el académico, el riesgo podría ser aún más grande, ya que con la edad se pierde naturalmente sensibilidad en las papilas gustativas.

“Los AINEs solo aumentarían el riesgo de hiperglucemia, no lo disminuiría”, agrega, manifestando que un efecto beneficioso solo ocurriría si el fármaco “lograra desensibilizar otros receptores a nivel sistémico y ayudara a que la glucosa fuera mejor utilizada por los músculos”, en lugar de acumularse en la sangre.

“Ese efecto metabólico no ha sido descrito ni confirmado para el ibuprofeno ni para el naproxeno”, desarrolla.

El estudio publicado en la British Journal of Pharmacology evaluó cómo ciertos antiinflamatorios podrían modular receptores del sabor dulce en humanos.

¿Qué encontró realmente el estudio?

Tras dejar en claro que esta investigación tiene solo muestras iniciales, por tanto, no deben ser considerado los resultados como una recomendación clínica, Miriam Fuentes, docente de la carrera de Enfermería de la UNAB sede Viña del Mar, relata que lo que sabemos hasta ahora sobre la diabetes y su fisiopatología va mucho más allá del consumo de azúcar.

“El problema está en cómo se metabolizan los alimentos en el cuerpo: no sólo azúcares, sino también hidratos de carbono y proteínas”, indica. Ello, porque el hecho de que se reduzca la percepción del sabor dulce no significa que haya un impacto positivo en el control de la enfermedad. Fuentes precisa que “no actúa sobre el resto del proceso metabólico que está alterado en la enfermedad”.

La académica de la UNAB comenta que ha atendido a muchas personas con esta condición que debían consumir AINEs por distintas razones, y eso no mejoraba su estado.

“Es necesario profundizar en más estudios que permitan entender cómo mejorar realmente la compensación de las personas con diabetes. Este sería apenas un primer paso”, insiste.

“Reducir la percepción del dulzor no significa mejorar la diabetes” dice Miriam Fuentes, docente de Enfermería de la UNAB Viña del Mar.

No obstante, el doctor Leonel Rojo advierte que hablar de supuestos beneficios metabólicos en un medicamento tan masivo puede generar una peligrosa sensación de falsa seguridad, especialmente en quienes viven con diabetes.

“Si una persona con diabetes ya subestima los riesgos conocidos y ahora se confía en que el medicamento podría ‘ayudarle’ con su diabetes, podría estar incurriendo en un grave error”, señala.

El toxicólogo analiza que parte del interés que generó el estudio tiene que ver con la confusión habitual entre los conceptos de investigación preclínica y clínica. Los estudios preclínicos pueden hacerse en células, tejidos o animales, incluso en pruebas bioquímicas de laboratorio. En cambio, los estudios clínicos se realizan con seres humanos y son los más rigurosos y relevantes.

Si bien el artículo aborda ambos tipos de análisis, los especialistas ponen el foco en un punto crucial: para que un hallazgo se traduzca en efectos terapéuticos o advertencias formales, necesita respaldo clínico robusto y replicado. “Cuanto mayor sea el número de voluntarios o pacientes en el estudio, mayor será su potencia y fiabilidad. Por eso, siempre ponemos especial atención a los ensayos clínicos”, afirma.

Cuando un medicamento ya está en el mercado, su vigilancia no termina, pasando a la farmacovigilancia o fase 4. “Si aparece un efecto adverso grave, el medicamento se retira del mercado. Gracias a esto, muchos fármacos han sido retirados”, valora.

Los expertos coinciden en que los hallazgos abren nuevas líneas de investigación, pero no constituyen una recomendación terapéutica.

El peligro de la automedicación

El ibuprofeno tiene una gran presencia en las casas chilenas. La anestesióloga Francisca Elgueta, miembro de la división de Anestesiología de la Universidad Católica, ubica en el “mapa del dolor” a analgésicos como el ibuprofeno o el naproxeno como fármacos para dolores agudos que “funcionan muy bien en ese escenario”, pero no debieran utilizarse por más de 7 días.

La profesional dice que, si una persona tiene una fractura, un golpe o un problema lumbar, puede usarlos entre 1 y 3 días sin problema. Pero si la molestia no cede después de ese periodo, conviene consultar a un especialista.

“Aunque son excelentes herramientas, su uso excesivo puede generar complicaciones”, asegura. Dependiendo del tipo de antiinflamatorio, pueden dañar el riñón, causar gastritis, úlceras, aumentar el riesgo de eventos cardiovasculares o favorecer trombosis. Son riesgos conocidos para un medicamento con ciertos límites y monitoreo si se usan más de tres días seguidos.

“Aunque son excelentes herramientas, su uso excesivo puede generar complicaciones” señala Francisca Elgueta, anestesióloga de la Universidad Católica.

Considerando esos riesgos, Elgueta cuestiona la automedicación en su impacto real.

“Chile es uno de los países con más automedicación: entre 85% y 90% de las personas se automedican”, alerta ante cifras locales. Aunque insiste que la idea no es prohibir los antiinflamatorios ni el paracetamol, sino aprender a usarlos con criterio.

Elgueta toma consecuencias graves vistas en sus pacientes. Por ejemplo, casos en jóvenes deportistas que, por dolores musculares o lumbares, han tomado ibuprofeno o naproxeno por largo tiempo sin supervisión. “En algunos casos se han producido daños renales importantes, y en situaciones severas, incluso han requerido diálisis”, desarrolla. “Son pocos, pero ocurren”, complementa.

“Los AINEs podrían aumentar el riesgo de hiperglucemia, no disminuirlo”, aclara Leonel Rojo, profesor de farmacología y toxicología de la Universidad de Santiago.

En su experiencia trabajando en una unidad de dolor crónico, donde atiende pacientes con molestias persistentes por meses o años, en ellos no puede usar estos medicamentos, por muy útiles que sean, porque justamente no están diseñados para tratamientos prolongados. Y algo clave, no deben combinarse. Tomar ibuprofeno junto con naproxeno no aumenta la eficacia; sólo daña el metabolismo. “No demonizar estos medicamentos. Son útiles, accesibles y alivian el bolsillo familiar. Pero deben usarse por periodos cortos”, defiende.

El uso prolongado de antiinflamatorios se asocia a problemas renales, cardiovasculares y gastrointestinales, especialmente en pacientes con enfermedades crónicas.

Ante la tarea de educar, los expertos comparten que los centros de atención primaria cumplen un rol fundamental en eliminar sesgos de los pacientes.

El mensaje que la comunidad médica debería transmitir a sus pacientes diabéticos sobre el uso de ibuprofeno debe ser claro a ojos de Mario Navarro, académico de la UNAB.

“En ningún caso los pacientes deben considerar dejar su terapia antidiabética o adicionar a esta ibuprofeno o naproxeno, ya que supera con creces cualquier potencial beneficio”, sentencia. La supervisión profesional es clave para un buen control de la enfermedad.

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