Un diálogo entre presente y pasado, la vieja y la nueva escuela, se sitúa en estos dos baños rescatados del icónico edificio Barco. La propuesta es del arquitecto Nicolás Loi.

Nos trasladamos al centro, en el barrio del Bellas Artes, más exactamente en la esquina de Merced con Santa Lucía, al icónico edificio Barco, proyectado por Sergio Larraín en los años 30. Estamos en uno de sus departamentos de 340 m² y se nota.

Detrás de la recuperación y remodelación de estos baños, encargo realizado por Nicolás Loi, se distingue la nobleza originaria -las vistas, la amplitud, distribución y la altura- y, al mismo tiempo, el respeto de este arquitecto por la obra y el diseño de Larraín.

Aunque se encontraban en mal estado, se armó un proyecto “que mezclara y equilibrara lo antiguo con lo nuevo, tratando de mantener el carácter original de la época, pero integrando elementos que lo hicieran más moderno, funcional y mejor iluminado”, cuenta Loi.

En su intervención, cuidada y generosa, se rescataron puertas, marcos de ventanas, molduras, artefactos de baños (vanitorios, WC, bidet y tina) y los azulejos blancos de los muros. Se reesmaltaron tinas y se pulieron las griferías metálicas.

A la mantención de estos elementos originales se le sumó la renovación del sistema de cañerías y llaves, y la decisión de adoptar una propuesta más actual, integrando color en la parte superior de las paredes, donde no había revestimientos, e incorporar una iluminación más contemporánea y dramática. Se trabajó con dos tipos de luces, una directa sobre los vanitorios con un apliqué a muro satinado y una luz indirecta colocada en cenefas de cielo, que recorre el baño haciendo que rebote e ilumine indirectamente todo el recinto, sin que el foco se vea. El piso se cambió por piedra pizarra.

La transformación más radical y significativa se realizó en uno de ellos, donde se tuvo que eliminar la tina e instalar una zona de ducha recubierta de piedra pizarra y una mampara vidriada.