Escuche bien
Por la apertura de su economía, tratados de comercio, tipo de cambio -que fue incluso más favorable- y otras condiciones, Chile tiene un acceso privilegiado a la tecnología. En Chile tenemos las mejores tiendas y marcas de alta fidelidad de Sudamérica y el Caribe, ¿por qué entonces no aprovecharlas y empezar a escuchar a nuestros músicos favoritos como ellos quisieran ser escuchados?


Hablando de música, suena apropiado que Luis López diga que Music World -la cadena de tiendas multimarca de audio y video en la que es jefe de tienda- tiene un mix muy amplio: “Pero nuestra especialidad es la alta fidelidad. Todos los equipos que trabajamos cumplen esa norma. Eso significa que alcanzan especificaciones, por ejemplo, en espectro de respuesta de frecuencia, un nivel de distorsión acotado o mínimo, calidad de fabricación y un cierto tipo de componentes, sobre todo en parlantes. Es una norma bastante antigua, por eso tratamos de trabajar con marcas que son reconocidas y legendarias”. Entre ellas las más conocidas, como Bosé, Marantz, Polk, KEF, Pioneer y Onkyo. Junto a otras más especializadas como Advance Acoustic (francesa), Audio Lab (inglesa y legendaria) y la marca Premium high-end McIntosh, una leyenda americana.
Ese amplio mix abarca productos que van desde unos audífonos que pueden costar 50 mil pesos, hasta configuraciones high-end -la última palabra en definición de sonido- que pueden costar lo mismo que un Ferrari. Y sí, ese cliente existe en Chile. Ahora nos concentramos en sistemas de audio de alta fidelidad para el hogar. “Lo básico normalmente es un equipo por componente: una unidad de amplificación conectada a fuentes de música. Una configuración básica de ese tipo está alrededor de los 700 mil pesos. Eso en las ‘marcas de entrada’ que tenemos, como Pioneer”, explica López. Las llaman así porque suelen ser la primera aproximación a la alta fidelidad, la entrada a un mundo del que rara vez salen.
“El concepto de Music World se basa en la experiencia. Tenemos salas categorizadas por el tipo particular de audio y el nivel del producto. Esta tienda tiene siete en total. Colocamos una exhibición tratando de recrear las condiciones que hay en las casas para escuchar lo más similar posible, ojalá con tu propia música. Normalmente hay varias opciones por cada categoría, el cliente vive la experiencia y confirma si realmente es lo que necesita”, cuenta López. Antes de pasar a las experiencias, él y su equipo nos actualizan respecto a las últimas tendencias en la industria:
- Hoy muchos aparatos de amplificación tienen contenido de fuente musical interna. Incluyen entradas USB o vienen con radio análoga, o se conectan a internet.
- La música online está llegando a un momento cúlmine en la búsqueda de accesibilidad e inmediatez. Ya no es necesario comprarla, pagando una mensualidad se puede tener acceso a repertorios gigantescos; los programas son tan inteligentes que pueden anticipar nuestros gustos. Pero el consumidor chileno sigue siendo romántico y muchos están exigiendo una mejor calidad, quizá como consecuencia de probar la inmediatez y su limitaciones de fidelidad. El ritual de tomar el disco de vinilo, limpiarlo y ponerlo en la tornamesa está recuperando público, incluso podríamos hablar de una moda. Ambas formas de escuchar música hoy coexisten, a veces en un mismo consumidor, y considerando la existencia de los coleccionistas los formatos nunca desaparecen del todo; aún quedan de discos compactos, de vinilos, e incluso laser disc.
- Las marcas han observado que los nuevos adultos jóvenes quieren escuchar mejor y ofrecen además la posibilidad de conciliar la alta fidelidad con la ambientación de sus espacios, grandes o pequeños. Así han reducido los tamaños, aumentando las opciones de colores -con una invasión blanca- y acabados. Hoy es posible encontrar parlantes que se ven como maceteros -en verde o terracota- para el jardín y colgantes como luminarias para los quinchos.
Estos son equipos complejos. Muchas veces una marca no tiene todo lo que un cliente requiere y hay que integrar piezas. Ahora, por ejemplo, en la primera sala se escucha algo como bossa nova a través de parlantes de columna KEF, reproducidos en una unidad de CD, que además lee super audio CD, un formato de coleccionista con calidad superior al vinilo, pero digital, y un amplificador integrado -preamplificación y amplificación en una misma unidad-. Una configuración simple cuyas partes suman un precio un poco mayor a los 600 mil pesos. Agregando el más básico de las tornamesas Pioneer llegaría a los 760 mil.
En esta sala el límite está alrededor del millón de pesos. Junto a parlantes de columna, acá vemos también algunos bookshelves, más pequeños, que se pueden disimular en muebles y libreros, que nunca deben quedar al ras de piso para no perder frecuencias agudas, pero que pueden tener un rendimiento similar a la columna.
Acá también nos muestran el equipo ideal para conservar lo antiguo y empezar a probar lo nuevo, con mucho diseño: “Es un ‘todo en uno’. Un Marantz con radio análoga, unidad de CD, que reproduce discos de alta definición con calidad de estudio, puerto USB compatible con productos Apple y que se conecta a la red de tu casa, por lo tanto reproduce tu cuenta de Spotify; también le puedes mandar música desde un dispositivo Apple a través de AirPlay, puede manejar dos pares de parlantes, en el living y en la terraza, por ejemplo, y tiene entradas auxiliares para conectar más fuentes, como una tornamesa”.
En una sala del segundo piso, en la categoría de entre uno y dos millones de pesos, escuchamos algo más folk, en una configuración también clásica y con amplificadores integrados, una unidad de CD Marantz, pero ya de mayor nivel. La tornamesa más simple acá es fabricada en Alemania, marca Torex, y cuesta alrededor de 380 mil pesos. En la búsqueda del detalle musical -como lo llaman los expertos-, llegamos a la sala Premium, el dominio del high-end, donde todo es cosa de componentes que necesitan más espacio, muebles especiales y múltiples accesorios. “McIntosh es una marca antigua, de 1949, que sonorizó el primer festival de Woodstock, fabricada en EE.UU. a mano. Su diseño de amplificación electrónica se basa en transformadores de salida. Los conectores son bañados en oro. Usa tecnología a tubo, los pequeños regulan tensión o preamplificación y los grandes son de potencia. Es el Rolls Royce de los sistemas de audio”, explica López. Este clásico legendario no es sustentable, consume mucha electricidad, de manera permanente, pero entrega calidad de estudio, la perfección en sonido. Solo el amplificador cuesta 4 millones y la configuración total puede alcanzar los 25. López cuenta que generalmente los clientes van comprándola por partes, pero ha sucedido que se la lleven completa. La tornamesa más cara en la tienda también lleva esta marca y cuesta alrededor de 8 millones: “Son piezas de precisión, para que cuando la aguja se inserte en el surco extraiga la máxima información. Solo una cápsula vale 800 mil pesos”.
No hay discusión.
Lindos
Cada vez que los cirujanos plásticos de la serie Nip Tuck iban a operar daban play a un equipo Bang & Olufsen. Los parlantes de la marca también estuvieron en la mansión de Bruce Wayne, en The Dark Knight, y se puede ver uno de sus teléfonos en el escritorio de Miranda Priestly, en The Devil Wears Prada. La razón por la que los directores de arte incluyen productos B&O -especialmente los diseñados por David Lewis- en tantos sets es simple: son lindos.
“Su belleza radica en la tecnología que usan”, explica Carolina Arce, en la tienda de Nueva Costanera que pronto será representación oficial, con todos los productos disponibles para entrega inmediata, y no solo los menos voluminosos. Frente al modelo BeoLab 18, una elegante columna de aluminio y madera, ella cuenta que llevan dentro varios amplificadores que se llaman Ice Power, cuyo tamaño reducido permite el diseño escultural; que además de roble, como lo vemos acá, viene en una madera más oscura, negro y blanco, para no desentonar con la decoración; que B&O
- según ella la marca más antigua del mundo en audio, con 90 años de trayectoria- esperó que la tecnología inalámbrica se desarrollara mejor para adoptarla, y que ahora son capaces de garantizar una calidad de CD hacia arriba.
“Existe una línea clásica de B&O y la línea BeoPlay, pensada para acercar los productos a un público más joven, que está empezando a recibir ingresos. Activé este A9 -con forma de disco y sostenido por tres patas de madera- solo tocándolo y está recibiendo música desde un iPad. El volumen se sube o se baja acariciando su superficie, y se detiene con otro toque. Puede tener patas de aluminio que ocultan el cable, pero es un accesorio que otra marca hace para B&O. Está pensado para ser práctico: lo enchufas a la corriente, lo conectas por WiFi o Bluetooth y ya está sonando”, dice Carolina. Cuesta alrededor de 2 millones de pesos. Esta línea también cuenta con modelos portátiles que aunque se cargan como teléfonos y algunos caben en un bolso, tienen gran potencia y definición.
Los parlantes top de la línea se llaman BeoLab 5 (los cónicos que aparecen en Batman) y con ellos se creó la lente acústica, una especie de plato que dispersa el audio de forma pareja, recurso con el que cuentan todos los modelos posteriores: “El cliente los ubica donde cree que se verán mejor. De la distribución del sonido se encarga la lente. Además se calibran de forma automática, da igual si el espacio es de vidrio, concreto o madera. Solo tocando la cubierta el parlante mide el espacio y la distancia de los muebles para sacar un sonido de acuerdo a esa realidad”.
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